Seguramente por una de esas patologías de nuestro fútbol siempre que un técnico de la selección se decide a mirar a un equipo que no sea de los tradicionales «grandes» termina conovocando de a dos jugadores (seguramente para que se puedan defender mejor de la burla y la mofa de jugadores que han contado con mejor suerte, vaya uno a saber). Estas parejas tienden a quedarse grabadas en la memoria del aficionado de tal forma que después de un tiempo es imposible referirse a uno de sus integrantes sin que de forma inconsciente se haga la asociación y se termine, a los pocos segundos, preguntando por la vida del otro. Ejemplo de esto son Oswaldo Santoya y Néstor Ortiz del Once Caldas; Arley Dinas y Gonzalo Martínez del Tolima y Óscar Díaz y Rubiel Quintana del Cortuluá.
En este caso, la suerte le sonrió primero a Rubiel cuando fue convocado a la selección que disputó la Copa América de Paraguay 99 en donde se le puso ese rótulo maldito que tantas promesas se ha llevado: «el lateral (el defensa, el volante) del futuro». Su carrera después de la Copa iba en franco ascenso: fue transferido al América de Cali en donde siguió siendo llamado a la selección (preolímpico 2000, eliminatorias 2000). Después de un breve paso por el Cali, no tardó en ascender el primer escalón de una trayectoria que todos esperaban que terminaría en algún equipo de la Premier League. Fue así como en 2001 firmó con Belgrano de Córdoba. Y fue en tierras cordobesas donde comenzó su desgracia esta vez en forma de fractura de tibia y peroné. Recuperado de la lesión llegó a Millonarios en el segundo semestre de 2002 en donde se reencontró con Oscar Díaz. Después de un prometedor comienzo desempeñandose como delantero rápidamente se fue apagando y terminó licenciado por bajo rendimiento (habiendo jugadores con renimiento mucho más bajo que el suyo). En 2003 lo acogió el recién ascendido y exótico Centauros de Villavicencio. Fue el juvenil de un equipo que creyó firmemente en eso de que «la sabiduría la dan los años» conformando para ese año una verdadera selección con lo más selecto de la veteranía canchera colombiana. Del equipo llanero también salió por la puerta de atrás y decidió entonces probar suerte en Turquía. Las versiones sobre su paso por está liga son un tanto confusas, unos aseguran que militó en el Bursaspor, otros que en el Rizespor, lo único cierto es que en el Bursaspor, en el Rizespor o en el Tapitaspor, su paso por Turquía fue intascendente. Su caída libre lo llevó a tocar fondo en el primer semestre de 2004 cuando se metió en líos con la justicia. Una vez aclarados, el Huila lo acogió para el segundo semestre. En Neiva pareció retomar algo del nivel de antaño y esto le valió su paso al… Envigado. Cumplió con una campaña aceptable pero no tuvo el nivel suficiente para pemanecer en el equipo para el segundo semestre. Su segundo aire se había agotado. Tomó entonces rumbo hacia el Unión Magdalena. Su salida del Unión fue el broche de oro de su debacle. Para llorar. .