Victor González Scott

Parece oriental, pero es samario hasta la médula. El “Chino” González Scott rompía canillas cual karateca criollo que era. Jugaba como defensor central y con golpes de mano, rodilla, pie o lo que fuera, se hacía imponer en su zaga.

Además de haber sido hombre del Unión Magdalena, pudo disfrutar de una plaza como Medellín, en donde a punta de codazos y entradas fuertes, se hizo un lugar de caudillo dentro del equipo.

Este samurai del Rodadero desandó sus pasos de jugador en el Real Cartagena, pero siguió vinculado al mundo del fútbol, esta vez como entrenador en la segunda división. Estuvo en el banco del club cartagenero, así como en Expreso Rojo..

Germán Ricardo Martelotto

Todo un verdadero símbolo de los dineros que se despilfarraban en la década de los ochenta. Martelotto fue anunciado con bombos y platillos como el reemplazo de Carlos Valderrama en el Deportivo Cali.

Y no era mal jugador el hombre que venía procedente del humildísimo Deportivo Español. Tenía pinta de cuajar en el club verde, pero su propia desidia, su físico y su supuesta buena relación con la noche caleña, llevaron a que este fuera uno de los fiascos más grandes de la historia del Deportivo Cali, club experto en equivocarse a la hora de comprar o recibir futbolistas.

No por nada Martelotto había llegado también con otro argentino: Carlos Gerardo Russo, defensa central procedente de Gimnasia de La Plata y que fracasó rotundamente en el Pascual Guerrero.

Martelotto luego se fue a México donde jugó para Monterrey, América y Cobras, lugar en el que también se puso el buzo de director técnico. En Argentina, además de Deportivo Español, defendió los colores de Belgrano.

Lo único destacable que dejó el gaucho en Cali fue un partido contra el Caldas que fue victoria 5-2 para el local, con dos goles de Martelotto, uno de ellos descontando a cuatro rivales y englobándola sobre la salida del arquero Mario Jiménez.

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Misael Ávila

La mentira enrulada, debió ser el sobrenombre de este volante, que llevaba el número 10 en la espalda, pero que era corto de ideas futbolísticas.

Como es obvio, se hizo famoso por ser muy parecido a Carlos Valderrama, no como jugador, sí por su pelo. Y cuando el tipo andaba en el Pereira, muy tranquilo de la vida, un día recibió una llamada del Deportivo Cali, que lo convenció de que se trasteara a jugar en el complicado Pascual Guerrero.

La estrategia de los dirigentes era que el público no se olvidara del todo del Pibe Valderrama, que recientemente había sido transferido al Montpellier. Si encontraban un número 10 con clase y talento y además que fuera físicamente igual al crack de Pescaíto, pues no había que ahorrar.

Por fortuna para las finanzas caleñas, Ávila era un jugador muy, muy, muy barato, lo que facilitó su llegada a la capital del Valle. Pero el crack cartagenero no pudo soportar las tremendas chifladas y silbatinas que le espetaba el público, conciente del tronco que habían adquirido y por eso solamente actuó solamente un año para los verdiblancos.
A su hoja de vida hay que añadirle que, coincidiendo con la llegada del Pibe Valderrama al Montpellier, algún oportunista aprovechó para lanzar en Colombia la colonia para hombres «Montpellier», «la del pibe». El comercial de este rocambolesco producto incluía a un supuesto Pibe Valderrama anotando un gol en el Atanasio Girardot vacío y con la cámara ubicada en extremo contrario de tal modo que solo se divisaba la cabellera del supuesto Pibe.
Si. Era Misael.

Hace poco era director técnico en la primera B.
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Felipe Nery Franco

Colombia lo conoció por ser uno de los atacantes más raros que haya pasado por nuestras pintorescas canchas. Su facha puerca, de pelo largo y cochino, más su larga barba descuidada, le valieron que algún narrador lo bautizara como “El apóstol”.

Apóstol, claro, de la extraña intolerancia, pues era un habitual abonado a las expulsiones. Y aunque alcanzó a meter algunos goles importantes para el Unión Magdalena y el Cúcuta (él fue uno de los jugadores motilones que logró la hazaña de colar al Cúcuta Deportivo por primera vez en los octogonales finales, año 1988) el paraguayo nunca fue un hombre descollante.


Imagen, cortesía Orlando López

Un buen día de diciembre de 1990 su presencia sorprendió al mundo entero: hacía parte de la nómina titular de Olimpia, que jugaba la final de la Copa Intercontinental de Clubes frente al Milan. Pasó como un soplo del Eduardo Santos de Santa Marta al Estadio Nacional de Tokio.

Y Nery Franco seguía exacto al de toda la vida: con el pelo grasoso y alborotado y el uniforme puerco en el himno nacional. Franco Baresi tuvo que marcarlo en un par de ocasiones y, lógico, lo borró. Pero el mundo ya había visto lo más importante de ese encuentro: la presencia omnipotente de “El Apóstol”.

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Marcos Vinicius

Hace unos años existió en Colombia una singular figura que le permitía a los jugadores extranjeros que había logrado algún suceso en sus equipos mandar traer de su país de origen a un compadre como refuerzo. Esta figura permitió, por ejemplo, la llegada a Millonarios de Pablo Abdala, viejo amigo de Ricardo Lunari. Otro foráneo que militaba por ese entonces en Millonarios, Marcio Cruz, decidió no quedarse atrás y para el segundo semestre de 1996 mandó traer a su paisano y amigo de infancia, Marcos Vinicius.
No le tomó mucho tiempo a Vinicius demostrar que su único mérito y la razón por la que la fortuna le había permitido cambiar la calle de su barrio en Brasil por un estadio con pasto, pista atlética y 30,000 espectadores era su vieja amistad con Marcio. Jugó algunos partidos que fueron suficientes para que quedara claro que quizás le hubiera ido mejor emulando a su homónimo (Marcos Vinicius de Moraes) en la canción. .

Italian Pizza

Damos la bienvenida a nuestro nuevo patrocinador. Eterno alcahuete de un conocido periodista que usa de pontificar sobre lo divino y lo humano todas las mañanas en el 650 del a.m durante varios años. Con sucursal en Cartagena y próximamente con sucursales en el resto del país. .

Oscar Francisco Quagliatta


El suicidio o la burla son los dos únicos caminos que puede tener un jugador (ni siquiera un futbolista) cuando su apodo es EL CUCHO. Esa es la vida del uruguayo Óscar Francisco Quagliata, un pelado jugador, que al mejor estilo de Jorge Amado Nunes, llegó al Deportivo Cali para romper las redes. Llegó para la temporada de 1996 al equipo Azucarero, proveniente de Central Español, equipo de la primera división charrúa. Entre su hoja de vida se destacaba un hecho sin precedentes: había sido goleador del campeonato nacional en 1989 con la gran suma de siete (si, 7, como las vidas del gato) goles en 20 partidos, participando en la gran nómina de Huracán Buceo. Tuvo la honra de compartir el trofeo con artilleros de la talla de Johny Miqueiro de Progreso (si alguien lo conoce, favor hacer el aporte) y Diego Aguirre de Peñarol.

En el Deportivo Cali tuvo una efímera gloria, saliendo campeón en el equipo del Pecoso Castro, con jugadores como Edison Mafla, Óscar Pareja, Víctor Bonilla, Hamilton Ricard y un par de pelados que despuntaban bien… Mario Yepes y Mayer Candelo.Quagliata no cuajó y su fútbol fue carente, así como su cabello. Se fue por la puerta lateral, como lo ha hecho el Pecoso en varios clubes y como lo seguirá haciendo Mayer. Lo último que se supo de él era su estadía en Montevideo Wanderers hasta el 2000. En el nuevo milenio, su fútbol pasó a ser de veteranos..

Oscar Sabino Regenhart

Su figura semejaba a uno de los borrachos maleantes que tenía que enfrentar Olafo, el Amargado, en cada una de sus incursiones por los países nórdicos. En la calle era confundido con un albino, una clase de mono cariblanco, típico de las regiones frías de Colombia. En Pocas palabras, Óscar Sabino Regenhart se parecía a todo, menos a un jugador de fútbol.


(Cortesía, Orlando López)

El Chócolo llegó al Independiente Medellín en 1987 para reforzar la zaga que había perdido a Luis Carlos Perea, de transferencia fraudulenta al rival de patio, Atlético Nacional. Óscar llegó procedente del Unión de Santa Fe, equipo que siempre a peleado los últimos puestos, y con los pergaminos de haber jugado en 1982 en España. No, no se confunda, no fue al Mundial. Jugó para el Málaga, en segunda en aquel momento, pero sólo duró un par de temporadas.Resulta que el refuerzo argentino era un bodrio. Como los basquetbolistas altos se enredaba con sus propias piernas y caía con facilidad. Eso sí, tuvo su momento de gloria el 23 de octubre, cuando anotó el gol del triunfo del DIM frente al Pereira, a los 18 minutos del segundo tiempo, que le dio la clasificación al Poderoso para las finales. Después, en el último partido, fue sustituido por tronco por Juan Carlos «Gamo» Estrada, un paisa que no despuntó como jugador pero si como trovador. Pero esa es otra historia. El Chócolo siguió su vida lejos de Medellín, gracias a Dios.

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Alejandro Botero

Cuando debutó a los 18 años con el Deportivo Cali muchos creyeron que se trataba del sucesor de Farid Mondragón. Igual que Farid, Córdoba, Calero y otros tantos, Alejandro había hecho su escuela como arquero en las divisiones inferiores del equipo vallecaucano. Con apariciones intermitentes en el arco del Cali desde su debut en 1998, parecía que el 2002 iba a ser el año de su consolidación. Sin embargo, el destino tuvo a bien ponerlo bajo los tres palos del verde vallecaucano esa fatídica tarde de miércoles en Santa Marta cuando el Unión, en una gesta histórica, lo derrotó, lo aplastó, lo apabulló, seis goles a cero. Tal y como sucede en las mejores familias, después de este duro golpe el Cali decidió enviar a Alejandro al exterior. Y no fue a Gimnasia y Tiro de Salta ni a Sport Colombia, no, Alejandro desembarcó en Independiente. El mismo equipo que había consagrado a Farid. En Avellaneda, Botero fue eterno suplente el año en que estuvo. Su irregularidad hizo que en segundo semestre de 2003 recalara en Argentinos Juniors. Estaba haciendo el mismo recorrido de Farid solo que al revés. En La Paternal fue también constante suplente sin lograr, por fin, demostrar sus condiciones. Regresó finalmente al Cali para el segundo semestre de 2005. Hoy es el tercer arquero detrás de Fernandez y Juan Pablo Ramirez. Triste..

Oswaldo "La Sombra" Durán

Tiene uno de los mejores apodos del mundo. “La sombra”. Solamente ese mérito tiene el arquero nacido en Zaragoza (Caldas), dueño de una de las historias más tibias en el fútbol colombiano.

Nunca se destacó sobre el resto, fue casi siempre suplentazo excluyente en el Once Caldas (casa que lo albergó como a hijo bobo) y las pocas veces que actuó, fue una invitación al desastre futbolístico.

Eso sí, no se puede negar que el tipo tenía cara de buena gente, lo que habla bien de un hombre que pudo haber desarrollado un resentimiento eterno por ser un habitual ocupante del banco de suplentes.
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