
En estas últimas décadas de oscuridad casi total en el firmamento azul, se ha vuelto común el paso de estrellas fugaces que llenan de efímera ilusión a una parcial necesitada como ninguna de una figura que renueve su caduco repertorio de ídolos.
Es en este afán de renovación que hinchas y cronistas se han empeñado en reducir los requisitos para recibirse de ídolo azul a mínimos irrisorios, tan dudosos y flexibles como los que se le piden a la sede (colombiana, por lo general) de un mundial de patinaje. Una de estas estrellas fugaces, o torero, fue precisamente Marcelino Rentería.
Corría el año 2001 y sin ningún ruido apareció en la plantilla de Millonarios este delantero antioqueño con ya alguna historia en Quindío, Junior, Pereira, Pasto y en selecciones de Juegos Bolivarianos y Centroamericanos y del Caribe. En esos últimos meses del 2001 prendió las alarmas con cuatro goles y un gran nivel que abonaba ilusiones y alimentaba el ingenio de la crónica local que pronto lo bautizó «Marcelino pan y gol». No contaba Marcelino pan y gol con que en el panorama azul se asomaba otro de tantos nubarrones y sin querer queriendo terminó al año siguiente en el ojo del huracán Peter (por Kosanovic) que ese año azotó con vehemencia las huestes embajadoras.
Aún con el viento en contra, se las arregló para opacar a sus compañeros Toro, Jaramillo y a un akilatado Valenciano y en medio del caos consiguió goles suficientes que al terminar el semestre, al redimirlos, le alcanzaron para un pasaje a El Salvador en donde el Alianza le abrió las puertas para escampar, pasear y también jugar.
Con energías renovadas, retornaría a Colombia en el 2003 para jugar con el extinto Cóndor en el primer semestre y otra vez con Millonarios en el segundo. Para el año siguiente bajó de nuevo a la B para reforzar al Deportivo Antioquia para, de nuevo, cerrar el año con los azules.
Para el 2005 paso fugaz por el Florida Soccer y de nuevo incursión en el exterior con el Técnico Universitario de Ecuador en donde alcanzó a marcar 8 goles en 17 partidos. Acostumbrado ya a recorrer el mundo, para el año siguiente terminaría templando en el Córdoba F.C para después regresar a Centroamérica atendiendo un llamado de Pérez, pero no del «Gato», sino del Pérez Celedón de la liga «tica». De ahí en adelante su paradero es un total misterio..








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