Esteban González

Parece como si se tratara de un negocio, de un oscuro tráfico de certificados de «yo pasé por las reservas de Boca y hasta debuté o al menos estuve a punto». El hecho es que cada vez son más los jugadores que aterrizan en Colombia esgrimiendo este dudoso pergamino. En la lista encontramos jugadores como Raúl Andrés César, Jorge Ramoa, Luis Abdeneve, Angel Guillermo Hoyos, más contemporáneos a Jonathan Fabbro, Gastón Sangoy, Carlos Marinelli y a nuestro homenajeado de hoy: Esteban González.

Con su paso por las inferiores de Boca escrito en negrilla en su hoja de vida y después de una vuelta por Europa donde pasó sin ningún suceso por el Chievo Verona (en el registro aparece un rechoncho «0» en la casilla correspondiente a partidos jugados) y por el Lugano de Suiza (22 partidos, 6 goles), González llegó a Ibagué como flamante refuerzo del Deportes Tolima a comienzos del 2003. En el feudo del indio pijao nunca pudo desmostrar las condiciones que le permitieron hacer parte de la reserva de Boca y por ese motivo nadie se inmutó cuando anunció a mitad de año que había decidido subir a Bogotá a militar en un club hoy más famoso por no negarle jamás la oportunidad de vestir su camiseta a jugadores portadores de pasaportes no vinotinto que por las 13 estrellas que adornan su escudo desde hace ya 21 años.

En Millonarios (adivinaron) tuvo una historia llamémosla «complicada». Espontáneos brotes de talento no lograban ahuyentar el tedio que producía su desempeño como volante «10». Jugó de titular casi todo el semestre sin convencer jamás del todo a la parcial. Situación que por poco toma otro rumbo cuando en su penúltimo partido estuvo a un paso de despejar dudas y recibirse de ídolo azul contemporáneo (sitial no muy difícil de coronar y que todavía hoy es patrimonio de Gabriel Fernández).

Era la penúltima fecha del cuadrangular semifinal; a Millonarios le bastaba un empate en su partido de local contra el Cali para asegurar su paso a la gran final. Después de terminar el primer tiempo con un 0-2 en contra, para el segundo tiempo los de Norberto Peluffo mostraron otra cara y con un golazo del argentino, impecable remate de fuera del área, apretaron el marcador. Poco después Julián Téllez consiguió un empate que mucho se celebró pero de poco sirvió porque un cabezazo de Milton Rodríguez faltando minutos para el final dejó a Millonarios lejos de la final y a Esteban González con las ganas de instalarse en el devaluado parnaso azul.

Para el año siguiente, encontró refugio en Pasto, donde tuvo nueve partidos para marcar un gol. De ahí, unos meses de reflexión en la primera C de su país con el Villa Dalmine de Campana. Después: la ruta Azteca que comenzó por en 2005 por Estudiantes de Santender, después Indios de Juárez, de ahí salto a Tampico Madero, y de ahí corra al Correcaminos para recalar finalmente en el Querétaro, club en el que ya acumula 4 partidos jugados. En sus cuatro años en México acumula un aceptable saldo de 32 goles, goles que seguramente cambiaría gustoso por unito más esa noche lluviosa de 2003. .

Leonardo Martins

Detrás de todo gran bestiarista siempre se esconde… otro gran bestiarista. Esta máxima se cumple a la perfección en el caso de este volante uruguayo que por haber permanecido a la sombra del carismático paisano suyo Óscar Quagliatta no había podido recibir un homenaje merecido por donde se le mire.

Procedente de River Plate (de Montevideo), llegó a Cali para reforzar al equipo del «Pecoso» para la temporada 1995-1996. Al llegar, no sólo se encontró con su compatriota Quagliatta, también con que Martín Zapata y Andrés Estrada se venían desempeñando con lujo de detalles justamente en el puesto al que el «yorugua» aspiraba. Al ver que eran mínimas sus posibilidades de actuar, Martins, suponemos, pidió el favor en la sede administrativa de que se le emitiera un certificado laboral en el que apareciera como arquero sólo para poder acceder a la porción terrestre del reputado plan turístico «venga a Cali, tape en el Cali«. Entre Juanchito, el zoológico y visitas cada vez más frecuentes a la casa de los Quagliatta, a Martins le alcanzó el tiempo para jugar algunos partidos en los que llegó incluso a marcar goles. Se recuerda uno, de buena factura, contra el Huila y otro contra Millonarios. Goles que no le sirvieron para dar en junio la vuelta olímpica con el resto del plantel: para mayo su nombre desapareció de la nómina azucarera privándolo de ser parte activa de los festejos por la sexta estrella.

Sobre su repentina desaparición, asegura una fuente que esta se debió a que su gol contra el Huila fue incluido en un compacto con los mejores goles de la semana en un noticiero uruguayo. Noticiero que fue visto por un alto directivo de la agencia de viajes quien así se dio cuenta de que su más reciente cliente claramente no era el arquero que decía ser. Ofuscado, pidió que lo comunicaran con Martins para decirle que en su agencia hacían fila por lo menos 15 arqueros de verdad ansiosos de comprar el paquete completo, no sólo la porción terrestre.

Ya de regreso en Uruguay volvió a salir del país (con otra agencia) rumbo a Asunción, donde reforzó a Cerro Porteño. Poco después regresó para engrosar las filas del legendario Tanque Sisley, club en el que puso fin a sus días (como futbolista). .

Manuel Abreu

Delantero uruguayo de diluida efectividad y sospechosa trayectoria en clubes charrúas como el Tacuarembó, Deportivo Colonia, Liverpool, Racing y Wanderers, además de una incomprensible aparición en aquella selección uruguaya sub campeona en el mundial juvenil de Malasia 97. Tuvo a mal recalar en aquel Santa Fe del segundo torneo del 2007 que fue armado para fracasar (lográndolo de manera rotunda) por el entonces presidente Báez y en el que sobresalían figuras de la talla de Nondier Romero y Killian Virviescas.

El bajísimo perfil con el que arribó al país contrastaba con la gran expectativa de la parcial santafereña que asociaba a Manuel Abreu con su paisano, tocayo y colega delantero Sebastián Washington Abreu, ese si con fino olfato goleador y momentos de auténtica gloria en varios equipos allende las fronteras de su país. Instalado en la capital y una vez participe de la disciplina cardenal al mando de Pedro Sarmiento, nuestro buen Manuel no logro insertarse en la nomina inicialista hasta muy avanzado el campeonato y de vez en cuando entraba algunos minutos solo para demostrar que su romance con el arco era un periódico de ayer y que sus condiciones dejaban mucho que desear ya que físicamente nunca logro el punto. Tal era la situación que de manera socarrona se rumoreaba en las tribunas del coloso de la 57 que Manuel tenia el quiebre de cintura del mismísimo Stephen Hawking y el olfato goleador de un afectado por el colombianísimo ‘’abrazo del pato’’.

Con la vergüenza de quien se sabe ‘’culpable’’ Abreu siempre se mostro mas que amable con la prensa capitalina y no desperdiciaba oportunidad para justificar su lamentable desempeño en los eso si muy pocos minutos en los que tuvo la oportunidad de jugar. Para la muestra un botón de sus peregrinas disculpas luego de una tarde aciaga y en donde Manuelito destilo torpeza en cantidades industriales ante un ‘’siempre difícil’’ Deportivo Pasto en el Campin:

•¿Qué balance hizo luego de su presentación ante Deportivo Pasto en El Campín?
– Cuando se erran goles el balance nunca es bueno, pero estoy tranquilo porque dejé todo dentro de la cancha. Y si bien a la suerte hay que ayudarle, también tiene que acompañar un poco. Desperdicié un gol y me anularon otro, que era lícito; el fútbol es así.

•¿Cree que el arco está cerrado para usted?
– El arco se cierra y el arco se abre, son momentos en los que hay que ser maduro para saber enfrentarlos.

•¿Viene el clásico, a este paso le puede alcanzar a Santa Fe para ganarlo?
– Por supuesto que le alcanza, Santa Fe es un equipo grande que tiene que sacar fuerzas de donde no tiene.

•¿Cómo está la motivación para enfrentar el clásico?
– Con sólo decir la palabra clásico ya la motivación está presente.

Nótese la terrible bomba de humo que lanzo en la última pregunta. Nótese también la forma como, fiel al proceder de casi el 90% de los refuerzos extranjeros que por desgracia e ignorancia nuestros recorridos dirigentes contratan temporada tras temporada, el buen Manuel Abreu deleito a la parcial capitalina con una ’’performance’’ digna de un amateur en el por demás bizarro futbol colombiano (un punto muy alto………………..o muy bajo según el cristal con el que se le mire). El caso es que su paso por el Cardenal solo sirvió para medrar las exiguas arcas de la institución y condimentar una terrible campaña quedando por fuera de los cuadrangulares finales con novelón incluido protagonizado por del D.T Pedro Sarmiento y su conocida frase: ‘’Yo no me voy ’’ acto seguido de un grotesco interinato cortesía de un técnico de la casa: el ‘’profe’’ Leyva y la institucionalizada ‘’poda’’ de fin de año en la que por demas esta decir que Manuel fue la primera victima.
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El profesor Salomón


Imagen común la de Ricardo Ernesto Salomón: gritando de angustia por tantos goles encajados.

En la antigua sede de Millonarios ubicada en el edificio de la Agrícola de Seguros de la Calle 67 con 9ª hubo tragedia en 1987. Desde la ida de Pedro Vivalda, Millonarios no contaba con un arquero lo suficientemente decente para soportar con su espalda el duro reto de atajar en el tradicional club bogotano.

Tan difícil fue la situación en la sala de juntas en la que se reunieron los socios que hasta algún vocal dijo que había sido un error haber dejado ir a Esteban Basigalup, dueño de varias historias de terror en la portería azul. Es que en 1987 estaban para ocupar el puesto de arqueros cuatro nombres que producían más desconfianza que DMG: eran Fabio “La Gallina” Calle, Rubén Cuevas con sus pisahuevos Croydon, el viejo Alcides Saavedra y un muy joven Ómar Franco.

Por eso decidieron contratar a un arquero extranjero. No necesariamente de categoría, pero al menos extranjero. Con eso bastaba. Fue entonces cuando llegó a la sede del norte un tucumano tímido llamado Ricardo Ernesto Salomón. Su hoja de vida no tenía pasos por River, Boca o San Lorenzo. Atlético Tucumán, Atlético Concepción y Racing de Córdoba, donde fue eterno suplente del ex Medellín Juan José Bogado, eran sus pobres cartas de presentación.


Salomón le pide al kinesiólogo Rubens que le ponga varios bultos de sorgo en las manos. Que él es fisicoculturista y los puede cargar…

La revista oficial de Millonarios le hizo un gran reportaje en donde, en vez de descubrirse sus habilidades como arquero, se revelaron detalles tan jugosos como que era dueño de un gimnasio para fisicoculturistas en Tucumán, que por venirse a jugar a Colombia tuvo que abandonar sus estudios como “Instructor de físicoculturistas” –debía tres materias- y que le encantaba tocar guitarra, seguramente acompañado de malvaviscos asados y canelazo hirviendo. Es decir, un tipo jartísimo.

El título de esta nota hecha en la fabulosa revista “Millos” terminó siendo casi el epitafio de Salomón en Colombia: “No soy ningún aparecido”.


El Profesor Salomón mira hacia el horizonte. Para mejorar sus músculos pedía que le patearan al arco con bolas de bolos pintadas como balones Mikasa (foto).

Bajo el arco estuvo solamente 4 partidos, pero eso fue más que suficiente para que su nombre fuera inolvidable para cualquier hincha de Millonarios que se respete: el “Turco” fue un desastre total y pasó a la categoría de mito cuando en Ibagué, el Tolima le hizo cuatro goles tontos, mientras él torneaba su cuerpo haciendo barras con la portería sur del estadio San Bonifacio. Es que era la única manera que tenía para adelantar las clases de Profesor de físicoculturista que había quedado debiendo en su Tucumán natal. Y también fue la única forma en la cual podía “Sacar pecho” de su estancia en Colombia. Sacó brazos también, muy manga el tipo…

Lo peor es que después de irse por la puerta de atrás, su reemplazo fue Rubén Cousillas.


La foto oficial con el equipo

Actualmente es el entrenador de arqueros de Atlético Tucumán y como para completar los episodios extraños, supo ser presidente del Concejo deliberante de Yerbabuena (Tucumán) y alguna vez, en el 2005 sufrió una puñalada por parte de hinchas del Atlético. El que salió a defenderlo fue su hijo Juan Pablo que supo seguir los pasos de su padre: era el arquero suplente de los tucumanos..

Martín Perezlindo

Con un gol de gran factura contra Brasil en Malasia por los cuartos de final del Mundial sub20 de 1997como carta de presentación, Martín Perezlindo aterrizó en el Millonarios de Norberto Peluffo como refuerzo tardío (curiosa y muchas veces inconveniente figura que, por cierto, ya hace parte del patrimonio inmaterial del club embajador) en el segundo semestre de 2003. Al llegar, «el Galgo» no habló de su dilatada trayectoria con un muy discreto promedio de goles por Unión de Santa Fe, Racing y Bella Vista de Uruguay. Prefirió omitir ese item y más bien hablar de sus mágicos momentos en Malasia como uno más de los «Pekerman’s boys» junto a Riquelme, Aimar, Placente y Cambiasso, entre otros.

Después de superar, como sucede siempre en estos casos, un largo período de adaptación, Perezlindo irrumpió con fuerza en el cuadrangular semifinal marcándole tres goles en dos partidos al Deportivo Pasto por (ya antes le había marcado uno al Quindío). Para desgracia de los azules, sus goles poco sirivieron pues fue ese el año en que un cabezazo de último minuto del hoy azul Milton Rodríguez le dio la victoria al Deportivo Cali una noche lluviosa en El Campín dejando así moribundo a un equipo al que ya se daba como seguro finalista y que después de ese gol quedó obligado a ganarle al Unión en Santa Marta, empresa que para un equipo de la capital siempre será poco más que una utopía.

Volviendo con el homenajeado, hay que decir que sus goles contra el Pasto no cayeron en saco roto. Después de un intermitente primer semestre de 2004 en Millonarios, para mitad de año los directivos pastusos pusieron sus ojos en su verdugo convencidos de que así, no sólo neutralizaban un potencial enemigo, sino que aseguraban un delantero con promedio superior a un gol por partido. Olvidaban aquella ley natural del fútbol según la cual un jugador una vez contratado por el equipo en el que se ha especializado en hacerle goles difícilmente logrará poner su capacidad goleadora al servicio de quien ha sido su víctima predilecta. Sólo dos goles en 12 partidos obligaron a Martín a buscar nuevos aires al sur, en donde recaló en el Macará de Ambato en donde comenzaría a recorrer la senda del bestiarista: regreso a Colombia con el Tuluá en el 2005, regreso a Ecuador con el Espoli al año siguiente, después Chacarita y, más recientemente, Juventud Antoniana han sido las escalas de este andariego Pekerman boy. .

Dime Bobán

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Después de una operación junto a la cual la tan mentada Jaque come paletas, una unidad élite conformada por los mejores investigadores del Bestiario (utilizando también petos, pero no del CICR sino de suplentes de Santa Fe) logró recuperar para la comunidad bestiarista un documento que marcará un antes y un después en la vida de este espacio. Se trata de una entrevista que Aldo Ernesto Barbosa, no podía ser otro, le hiciera al entonces futbolista yugoslavo y hoy mito urbano bogotano Bogdan Tomic, recién bajado del avión de Tampa que en el 2000 lo trajo a Bogotá entre congeladores utilizados para el transporte de flores como nuevo refuerzo de Santa Fe. Es tal la contundencia del material que mal haríamos en interpretar desde nuestra sesgada óptica las palabras del autor y del entrevistado. Por eso nos limitamos a reproducir textualmente los mejores momentos de esta pieza que viene a darle nuevos bríos a esa leyenda en que se convirtió el heredero de Tibljas.

-«Es un volante zurdo, moderno, de buena técnica y al que le sobra la potencia física, característica de los europeos bien fundamentados». Es correcto, su celebración del triunfo contra el Once ha sido la más potente y fundamentada de cuantas se han visto en El Campín. Muchos han querido emularla sin éxito, entre ellos López Batalla.

-«A lo largo de su carrera, 10 años como profesional, ha marcado más de 90 goles». Se incluyen, suponemos, los conseguidos en extenuantes partidos de «Goal», juego pionero de NES, contra su hermano menor y los convertidos entre cojines en la sala de su hogar en Belgrado.

-«El jugador colombiano tiene gran habilidad, es agresivo y si yo le sumo pausa, cambios de ritmo y despliegue físico, lograremos una unión muy interesante». En realidad hablaba de las jugadoras colombianas.

-«Los estudios precisan que el futbolista logra su mejor umbral de rendimiento después de los 26 años». Dicen que no traía guayos ni canilleras, sólo archivadores.

-«Si, mas o menos hace un año había algun interés de parte de Cerro Porteño de Paraguay y también de Vélez Sarsfield de Argentina, pero en ambos casos la falta de dinero de los clubes y las exigencias de los intermediarios dañaron la operación». A última hora, una oferta de la Juve por poco echa por la borda la transacción.

Leonel Líberman

La historia dice que este volante de creación no era familiar de Martín, el pelirrojo presentador de Fox Sports, pero la realidad indica que ambos deben venir del mismo árbol genealógico porque nadie los soporta. Martín, mucho más afortunado, solamente es silbado por las multitudes detrás del TV. Leonel en cambio, perdió el 40 por ciento de su capacidad auditiva debido a los sonoros chiflidos que recibió cada domingo cuando Santa Fe perdía partidos de manera copiosa en 1998.

Sin embargo Leonel se las arregló para que su imagen fuera prístina y brillante en su propio terruño. La afamada revista El Gráfico demuestra de alguna manera cómo se comió la gambeta del mediocampista poirque según el pie de foto en la imagen, Liberman «jugó apenas diez partidos en el ascenso. Ahora en Colombia es figura y goleador».

Y todo se debió a una habilidosa estrategia para que se maquillara su rendimiento. Su familia pedía informes de prensa que eran enviados desde las oficinas de Adpostal en el barrio Morato, hasta Buenos Aires. Leonel, que no quería que sus seres queridos se enteraran que no daba pie con bola con el cardenal, le pidió a un hermano menor que le debía 25 mil pesos que cuando llegaran las revistas a casa, recortara las críticas y en ese espacio, pegara textos sobre la carrera de Martín Líberman.

Así, cuando los domingos al calor de un asado hecho con brazos de hombre dueño de casa, la familia Líberman se reunía en la mesa del comedor para leer en voz alta las noticias que llegaban en sendos Nuevo Estadio, Diarios Deportivos y ediciones de El Tiempo, llenas de parches de otras publicaciones.

Entonces, aunque Leonel hubiera jugado atrozmente en El Campín, un cuñado leía, con potente voz de tanguero que «La prestigiosa carrera de Líberman, que abarca la radio y la televisión, lo ha colocado al frente de los más importantes y prestigiosos eventos deportivos durante las últimas dos décadas, incluyendo la Copa Mundial de FIFA (3), la Copa Toyota Libertadores (8), las Olimpiadas (1), y los Juegos Panamericanos (1)».

Todos aplaudían, brindaban con copa de vino y se enorgullecían por ese palmarés brillante del muchacho.

Y esa deuda de 25 mil pesos ayudó para que el embuste se alargara en casa cuando jugó en Argentinos Juniors, Racing Club, Maccabi Petah Tikva, Hapoel Jerusalem, Oriente Petrolero, Santa Fe, Almagro, Liga Deportiva Universitaria de Quito, Náutico, Emelec, Cuenca, Defensor Sporting, Guaraní, Chacarita Juniors, Deportivo Santamarina, América de Río, All Boys y Deportes Arica.

Un día el hermano menor creció, empezó a trabajar y le pagó los 25 mil pesos a Leonel. En ese momento, Líberman se retiró del fútbol. No tenía a nadie más que le ayudara. Ni siquiera su hermano perdido Martín, considerado en varias páginas como el «periodista deportivo más odiado de Argentina».

Nunca más cierto. Es un mal de familia. Un Líberman parece que no sale bien de ningún lado..

Junior Da Silva

Junto a José Ferreira «Neto» y al chileno Christian Torres, este delantero hizo parte del paquete de refuerzos foráneos que llegó a Millonarios a mediados de 1993. De entrada, a la hinchada le llamó la atención que Da Silva no provenía de algún ignoto equipo del campeonato estatal de Paraná, sino de la siempre enigmática liga suiza. De esto se agarraron empresarios y directivos para anunciar que, junto con Neto, la gran estrella, venía también un «brasilero proveniente de una liga europea». Para no creer.

Confirmando un poco el bombo que había rodeado su llegada, Junior Da Silva debutó con gol en una tarde de domingo en el Campín en la que Millonarios venció al Pereira y que se recuerda también porque José Luis García, lateral azul, hizo su debut bajo los tres palos ante la inesperada expulsión de Eddy Villarraga (ya se habían agotado los, para la época, dos cambios, razón por la que Hernán Torres, arquero suplente, debió permanecer en el banco). Después de su gol inaugural, poco se le volvió a ver a Junior. Millonarios no logró clasificar al cuadrangular final y la cabeza del brasilero fue una de las primeras en rodar en la tradicional poda decembrina. Para fortuna de Da Silva, estaba vigente por esa época la figura de Efraín Pachón en su rol de máximo accionista del Cúcuta Deportivo. Benevolente, Efraín le ofreció al delantero «proveniente del fútbol suizo» un lugar en la delantera del Cúcuta Deportivo en la época en la que la Libertadores era una ruta de flotas para los motilones. En la frontera, el rendimiento del ariete carioca registró una ligerísima mejoría: con dos goles al Bucaramanga en diferentes partidos y uno al Cortuluá puso su granito de arena en el fallido intento de librar al «Doblemente glorioso» de las garras del fantasma del descenso.

Con el equipo en la B, en el Cúcuta de los Pachón no había campo ya para un delantero brasilero con trayectoria europea. Fue así como le cedió su lugar a Arnoldo Iguarán y en una Libertadores partió rumbo a Bogotá, donde se embarcó en un avión rumbo a su tierra natal para nunca más volver. .

Óscar Fabián Cancelarich

De cuando en vez no está por demás recordar uno de los estandartes de este espacio: recordar la trayectoria de efímeros foráneos que con más pena que gloria surcaron las canchas colombianas. El afortunado encargado de retomar la senda es Óscar Fabián Cancelarich, arquero argentino de alguna trayectoria en equipos de media tabla como Ferrocarril Oeste, Belgrano y Newell’s Old Boys que a comienzos de 1995 llegó a Millonarios con motivo de la participación de los azules en la Copa Libertadores de América. Tuvo suerte Cancelarich, pues en principio iba a tener que pelear la titularidad con el por entonces joven valor bogotano Eddy Villarraga, pero no fue así. Horas antes de su llegada en un partido nocturno contra Nacional en el Campín el titular azul sufrió una ruptura de ligamento cruzado anterior que dejó el camino despejado para el argentino que en 1990 fue suplente de otro ex millonarios, Sergio Goycochea, en el Mundial de Italia 1990.

Con la titularidad a sudisposición, Cancelarich pronto se consolidó como primer arquero de Millonarios pese a no abandonar sino en contadas ocasiones el buzo Umbro con el 22 en la espalda. Su estilo sobrio y más bien conservador, no le permitió sobresalir lo suficiente como para ganarse el corazón de la hinchada. De nada sirivieron los aplausos que cosechó la noche del partido contra Alianza Lima por la segunda ronda de la Copa Libertadores cuando una espectacular atajada suya «a lo Gordon Banks» impidió el empate de los peruanos. En la retina del hincha quedaron dos o tres errores suyos en los partidos del torneo «Adecuación» en el que la campaña azul fue paupérrima.Terminado este torneo, Millonarios retomó la Copa Libertadores en Agosto, siendo eliminado por Nacional en una confrontación que por momentos revivió lo ocurrido en mayo de 1989 con el juez chileno Hernán Silva. Consumada la eliminación, los «Embajadores» se preparon para aforntar el torneo 1995-1996 contando con Cancelarich como arquero titular. Después de tan sólo un partido en el arco (contra Bucaramanga en el Alfonso López, triunfo azul 0-2), Cancelarich desapareció de su lugar de residencia. Perplejos, los directivos azules temieron lo peor: recorrieron sin éxito hospitales, desayunaderos y morgues en busca del golero apodado, oigase bien, «Teresa» en su país. Cuando se aprestaban, muertos de la pena, a reportar ante el consulado argentino la desaparición del golero, se enteraron que había saltado a la cancha en su país natal y sin un rasguño encima como titular de Huracán.

Militó después en Platense y Central Córdoba. En el apartamento que ocupó en Bogotá todavía le guardan un tarro de Regaine que dejó botado en su huída. .

Leandro Armani

Timorato, paquidérmico e improductivo ariete argentino que afirmaba haber hecho las inferiores en el club de sus amores, Boca Juniors, para luego destacarse en el equipo de su terruño natal: el Club Atlético Aprendices Casildense. De ahí, dijo, salió para unirse a la disciplina del Central Córdoba de la Tercera división gaucha.

Con rimbombante apellido, el rótulo de goleador a cuestas y la experiencia adquirida en un breve paso por la competitiva liga china (en la que se fue a probar y no fue fichado), arribó a Santa Fe como refuerzo para el torneo clausura del 2005. Su debut en canchas colombianas tuvo lugar en el Eduardo Santos de Santa Marta contra el encopetado Unión Magdalena. Su calamitosa presentación fue suficiente para que el siempre receloso «Basílico» lo hiciera inquilino de la banca por más de un mes argumentando que no le veía las depuradas condiciones que debe tener todo delantero. La verdad fue que Armani jamás pudo encontrar su lugar en el equipo titular que por esos días contaba con un inspirado Luis Yánez y un siempre importante Leider Preciado que, a pesar de sus tradicionales kilos de más por aquel entonces era hombre de confianza del cuerpo técnico. Con mucha pena y nada de gloria el ariete argentino, hizo parte de un plantel que en la última fecha del cuadrangular fue eliminado de la final luego de ser goleado por el Cartagena. Pese a esta salida en falso, gracias a los ahorros del torneo Apertura en el que disputó la final con el Atlético Nacional de Medellín, el cuadro rojo logró hacerse acreedor al cupo que otorga la reclasificación para la Copa Libertadores del siguiente año.

Armani, siempre noble y trabajador y ya instalado a satisfacción en la fría Bogota espero paciente su oportunidad haciendo votos para que la suerte no le fuera tan esquiva en el torneo y la copa del 2006. En tan buena onda andaba que en una entrevista concedida al diario El Tiempo no tuvo problemas en confesar: ‘’ A Gottardi le costó meterla al comienzo, pero después fue goleador en Colombia dos años seguidos’’. Palabras que provocaron ira e hilarancia cuando su depurada e ineficaz técnica le impidió en repetidas ocasiones fecundar ese romance con las piolas que es el objetivo de todo delantero a lo que debe añadirse que ni siquiera en los entrenamientos la lograba embocar. Acostumbrado a rematar los partidos, logró jugar algunos minutos en la Libertadores. Quedan como anécdota las palabras de los comentaristas a cargo de la transmisión del partido entre el Defensor Sporting de Montevideo y el Independiente Santa Fe quienes reseñaron unos innegables movimientos de crack y una importante presencia física que metía miedo (pero nada mas que eso) del delantero argentino.

Aborrecido por la hinchada, vilipendiado por sus rivales y fuertemente criticado por la prensa deportiva y por la del corazón a quienes también decepcionó por no lucir trajes a la altura de su apellido, Leandro decidió dar por terminado su periplo colombiano. Para el recuerdo le quedaron las buenas migas que alcanzó a hacer con ‘’Carlitos’’, taxista contratado por el club para sus traslados dentro de la ciudad y con los vecinos del edificio donde residía al nororiente de la ciudad. También le quedó la frustración y la sangre en el ojo de no haber anotado un solo gol en Colombia. Sin la bulla que lo recibió, una tarde de julio se despidió de “Carlitos” en El Dorado y regresó a su país. De vuelta en su tierra supo consagrarse como peligroso goleador en equipos de la estirpe de Central Córdoba y Tiro Federal, afamadas escuadras de las divisiones de ascenso argentino.

Imagen cortesía enunabaldosa. .