Especiales del Bestiario: Estadio San José de Armenia

Contribución: Vorphalack

Fue a principios de 1950 cuando un grupo de altas personalidades de la entonces cola de Caldas pensaron en crear un equipo de fútbol que representara los intereses de Armenia y sus alrededores, víctimas del odio y la discriminación sectaria del gobierno entonces instalado en Manizales, y que debió esperar 18 años más para ver su independencia. Por esta época, un equipo fue conformado por jugadores de la ciudad de Rosario en Argentina (de los clubes Atlanta, Ferro Federal y Rosario Central) para venir de gira por Colombia y, por esos azares afortunados del destino, se enamoraron de Colombia, Armenia se enamoró de su fútbol y en enero de 1951, el Rosario Wanders se convirtió en el primer Deportes Quindío.

Los habitantes de Armenia, en una maratónica cruzada que incluyó capital privado de los inversionistas Félix Salazar Santacoloma, Antonio «el Turco» Hadad, Alfredo Sanín y Nepo Jaramillo, sumado a la colaboración económica de la iglesia y el aporte en dinero y trabajo de muchos, alzó en solo 90 días, cifra record en la construcción de estadios en el país, el estadio San José, con estructura en forma de U y una capacidad para 12.000 espectadores que por espacio de 37 años albergó al cuadro Milagroso y su hinchada en sus alegrías y penas (más penas, eso si hay que reconocerlo.


El San José, en sus días de gloria

El estadio fue inaugurado oficialmente el 18 de marzo de 1951 con el partido Deportes Caldas vs. Deportes Quindío, con victoria del Milagroso 3 goles por 1. El primer gol marcado en el estadio favoreció al Quindío y lo anotó en la portería norte Roberto Segundo “Benitín” Urruti de palomita. Este personaje, enamorado de la región, se quedó a vivir en Armenia al culminar su carrera deportiva, convirtiéndose en el más emblemático entrenador de equipos infantiles y de reservas del departamento. Falleció el 8 de diciembre de 2005 a causa de las lesiones que le causó un motociclista imprudente. En 1956, 5 años después de su construcción, el San José tuvo la tristeza de no ser testigo presencial y templo del único título del Quindío, pues el partido definitivo se disputó en Bogotá contra Santa Fé, teniendo que conformarse con el subcampeonato al año siguiente.

En 1980, bajo el gobierno de Julio Cesar Turbay, se oficializa la construcción de un nuevo escenario para el fútbol y atletismo con miras a los Juegos Nacionales de 1988. Con un juego que la selección Colombia ganó 3 goles por 0 contra su similar de Canadá comenzó la era del estadio Centenario. El San José, que atrajo a muchos constructores a llevar progreso urbanístico y comercial a la zona, amén del Batallón Cisneros de la 8a. Brigada a su costado, quedó relegado al fútbol aficionado, durante un par de años al Deportivo Armenia de la B y a la realización de conciertos.

En 1999, tras el terremoto, la alcaldía de Armenia decide convertirlo en albergue para damnificados, pero la verdadera victima fue el propio estadio. Los habitantes de los tristemente célebres “cambuches” se dedicaron a saquear y destruir sin piedad lo poco que años de abandono habían dejado, a tal punto que una vez reubicados se llegó a la conclusión de que era más favorable demoler que rehabilitar. Es así como en el año 2002, años de fútbol, pasión, goles (la mayoría en contra) y muchas tristezas, el estadio San José sucumbió. De su estructura no queda más que un montón de ladrillos cubiertos de maleza, los precarios postes de iluminación y el trazado de la cancha, hoy en día utilizado como centro de entrenamiento y amistosos para el Deportes Quindío y el clásico y siempre violento fútbol aficionado.


El sucesor del San José, el Centenario, en plena construcción.

Especiales del Bestiario: triangular pirata, Cartagena 2001

Cosa común en los partidos de recreo era la facilidad con que las reglas de juego variaban de acuerdo con los caprichos del más fuerte o del que más público femenino arrastraba. Cosa común en el rentado colombiano es la facilidad con que las reglas de juego varían de acuerdo con el talento que para las siempre culebreras lides de la lagartería ostenten sus directivos.

Prueba de esto fue lo sucedido a finales de 2001 cuando el intenso lobby de los directivos del Bucaramanga –equipo que debía descender ese año– tuvo como recompensa la decisión de la asamblea de la Dimayor de ampliar de 16 a 18 el número de equipos de la primera división. Esta decisión, a primera vista inofensiva, tuvo como corolario la realización, en Cartagena, de un muy pintoresco triangular entre el Bucaramanga, el Cúcuta y el Unión Magdalena para definir quienes obtendrían los dos nuevos cupos. Pese a su regular campaña en el torneo de ascenso de ese año, Cúcúta y Unión fueron invitados a la fanfarria cartagenera por su condición de miembros de la División Mayor. Llanto y crujir de dientes se escuchó desde Armenia, ciudad en la que el Quindío supo ganarse a pulso el ascenso directo, cuando se tuvo noticia del aguinaldo con que habían sido agasajados dos de sus rivales de ese año.

Estamos convencidos de que más valdría una crónica del triangular paralelo que en los más connotados escenarios de la pernicia cartagenera sostuvieron los directivos de estos tres equipos al son que les tocaba la plana mayor de la Dimayor, también presente en «La Heroica». Desafortunadamente, no poseemos material suficiente para documentar esta gesta, razón por la que debemos limitarnos a lo deportivo.

Debemos entonces decir que en el primer partido Unión derrotó al equipo de los Pachón con sendas anotaciones de Zárate y Maturana, que en el segundo le repitió la dosis a los «Leopardos» esta vez con goles del gran Amir Buelvas y que en el clásico de los Santanderes Leonel Rocco fue el héroe de la tarde al darle la victoria por la vía de los penales al Bucaramanga después de un lánguido 0-0 contra su eterno rival. De esta forma ,y sin necesidad de marcar un sólo gol, los «Bucaros» aprovecharon este purgatorio improvisado para salvarse de ese infierno de viajes por carretera, canchas sin camerinos y árbitros con resaca que es nuestra nunca bien valorada primera B profesional. El Cúcuta, por su parte, durante varios años maldijo el no haber podido echarle mano a este chisgononón. No podemos decir que no se volverá a repetir..

Especiales del Bestiario: Kickboxer Betancourt


Arley, haciendo su ingreso trifunfal a la comisaría.

En un gesto que provocó rechinar de dientes y vestiduras rasgadas entre quienes no hablan de la situación del país pues estan bien y trabajando para mejorar, Arley «Carequita» Betancourt dejó muy en alto el nombre de un país injustamente estigmatizado por las pilatunas de unos pocos desadapatados.

Ocurrió el 22 de marzo de 1995, cuando a Colombia le correspondió enfrentar a México por la semifinal del torneo de fútbol de los juegos Panamericanos de Mar del Plata. Promediando la segunda mitad (minuto 68 para más luces), con el partido empatado a un gol, el referí costarricense Ronald Elías Gutiérrez amonestó a nuestro pupilo por lanzar una pelota lejos de donde se desenvolvían las acciones en lo que él interpretó como una maniobra para ganar algunos segundos en beneficio de los intereses colombianos. Por algún motivo que aún no se ha podido aclarar, el gesto del juez tico no fue del agrado de «Carequita», quien, contrariado, se valió de una patada voladora y de un recto de derecha al tabique de Gutiérrez para dejar claro que no comulgaba con la decisión del colegiado.


Arley, demostrando sus dotes.

Después del partido, la seccional tercera de la policía marplatense acogió a Arley para que presentara su versión de los hechos denunciados por un ciudadano costarricense, mayor de edad y árbitro de profesión con única señal el cartílago nasal recién suturado. En su declaración, Arley dejó entrever un sincero arrepentimiento y responsabilizó al ímpetu de sus veinte años de su desmedido proceder.

Con la colaboración de Enunabaldosa..

Especiales del Bestiario: Barrabases

Contribución: El cocinero

Barrabases ha sido tal vez la única historieta de habla hispana dedicada exclusivamente al fútbol. Todavía recuerdo ese increíble equipo titular. En la portería: Sam, arquero confiable que rara vez tenia la culpa de los goles. En la defensa: Roque, Mono, Topo y Peluca; dura defensa, en especial Roque que al mejor estilo del “Salvaje” Rojas rompió más de una canilla, proceder que, sin duda, no era el fuerte del equipo. En el mediocampo estaban Chico, Panzón y Patota. Chico era un pequeño pero escurridizo jugador, Panzón tenía el mismo peso de Valenciano después del carnaval de Barranquilla y de Patota hay que decir que pelota que le daban pelota que tiraba al arco sin que importara mucho donde estaba ubicado. Tal vez lo mejor del equipo era la delantera conformada por Torito, Bocha y el inigualable Pirulete. Torito era delantero por derecha, otro que a la hora de rematar no fallaba. Nunca entendí el porqué del sombrerito que llevaba. Bocha, por su parte, era delantero por izquierda y era el pasador ideal para Pirulete. Por último estaba Pirulete. Él era, sin lugar a dudas, la columna vertebral del equipo. Hacia jugadas emulando a Maradona en México’86, le ganaba a los arqueros por arriba y pateaba como ninguno. }

En la suplencia estaban Piernas de Palillo, Muñeco y el inolvidable Garotiño: un pobre jugador brasilero que bien podría tener aquí un espacio en la sección “Mejor se hubieran quedado”, ya que rara vez actuaba y cuando lo hacía salía abucheado e insultado por su color de piel. El director técnico era el Sr. Pipa, que a mi modo de ver tenia una relación demasiado cercana a estos jóvenes. Otros dos personajes que vale la pena mencionar son Tato Plumilla y Che Bombacha. El primero era el comentarista de la radio; físicamente era igualito a Carlos Antonio Vélez. El segundo, Che Bombacha, era un argentino manager de jugadores y aficionado al steak encebollado, que no sólo tenia mala reputación sino que se esforzaba en traer los saldos y sobrantes del mercado de pases. Nada que ver con los empresarios que rondan nuestro rentado.

Barrabases enfrentaba a muchos equipos. Entre ellos Los locos rayados, Los estupidos, Atlético cañones, Los macucos y Los megaterios. Estos eran equipos que por alguna razón nunca podían con los últimos cuatro minutos del partido. Dominaban y anotaban goles en los primeros 86 minutos del partido, pero insólitamente los últimos cuatro minutos eran una copia al carbón del América eliminado a manos de Rosario Central en la Libertadores de 2001 . En todo caso, el problema no era la falta de jugadores. Los equipos tenían a grandes figuras como los arqueros Candado y John Bull y delanteros del nivel de Cañoncito quien cargaba en su pierna izquierda con una potencia algo desmedida. Como la de Edison Domínguez, célebre por los bombillos del marcador electrónico del Campín que le fueron cargados a su cuenta.

Como toda caricatura Barrabases tenia situaciones que podrían parecer absurdas. Aunque, pensándolo bien, la cotidianidad de nuestro fútbol está llena de episodios de esta índole. Resumiendo, estas situaciones en apariencia absurdas le dieron a los niños que las leíamos una ilusión parecida a lo que fue supercampeones para los niños de mediados de los noventa: la ilusión de que a nuestra tierna edad podíamos ser jugadores de fútbol. .

Tunja, la ciudad despreciada por el fútbol profesional


(imagen cortesía www.patriotasfc.com)

Contribución: Link

El fútbol colombiano de primera división ha estado presente en muchos lugares de la geografía colombiana y extranjera: desde Barranquilla hasta Bogotá, en dos estadios al tiempo, pasando por lugares como Itagüi, Palmira, Jardín (Antioquia), Ocaña, Soacha e incluso Sincelejo. Pero ninguno ha tenido tan triste fortuna en su paso como hospedero de la máxima divisa del fútbol nacional como la ciudad de Tunja, capital del Departamento de Boyacá. En efecto, no ha habido intento de los dirigentes de “la tierrita” para que esta ciudad estuviese a la altura de urbes como Bogotá, Cali, Armenia o Pasto -ciudad gemela perdida de Tunja- que no haya terminado en un rotundo y a veces ridículo fracaso.

Con el surgimiento del gran ascenso, la Primera B, una serie de dirigentes boyacenses -entre ellos el empresario avícola Gabriel Camargo, sogamoseño de cuna- asumieron el deber de brindarle a los tunjanos un equipo competitivo en la B que luchara para hacerse a un lugar en la primera división. Este proyecto, denominado –cómo no- Lanceros Boyacá, se constituyó en la punta de lanza del fútbol boyacense a pesar que su nómina era más bien una colcha de retazos de jugadores prestados por equipos de todas partes del país.

El equipo estaba confeccionado y listo para debutar a comienzos de 1993. Hay que decir que pese a haber brindado espectáculo hasta el final, no despuntó gran cosa. En la final fue derrotado por el que sería el ganador de esa temporada, el Cortuluá. Ese año Lanceros terminó quinto detrás de auténticos deanes de la segunda división como la Fiorentina del Caquetá, el Palmira Fútbol Club y el Real Cartagena. Para la temporada siguiente, Lanceros sería tercero detrás de potencias como el Tolima o el hoy difunto Deportivo Antioquia. El progreso del equipo boyacense no se detuvo en 1995 cuando perdió el ascenso contra el Bucaramanga. Dado el buen rendimiento del cuadro boyacense se decidió darle más recursos y más oportunidad al deportista… de afuera del departamento. Uno tras otro, llegarían al cuadro lancero referentes como la Moña Galvis, Jorge Sandoval o el brasilero Evandro Schmidt, entre otros referentes dignos de homenaje bestial.


Evandro Schmidt, disfrutando los encantos termales de Paipa.

Sin embargo, las posibilidades de que Tunja fuera parte importante de la primera división se esfumaron ante el desastroso séptimo puesto logrado en la temporada 1995/96. Aun así, el senador Camargo siguió apoyando al equipo pese a que, fiel a su costumbre, al comienzo de cada temporada aseguraba no contar con recursos suficientes.

Fue en 1997 cuando Lanceros tuvo la gran oportunidad de ascender a la Primera y codearse con los grandes. Uno a uno, el cuadro de Boyacá destronó a Cooperamos Tolima, Atlético Huila, entre otros titanes, para llegar a competir a un cuadrangular final ante el Unicosta, el Pasto y el Atlético Córdoba de Cereté.

El primero de Junio de 1997, día de romería por la procesiones en Tunja, se vieron las caras en un estadio la Independencia el cuadro tunjano y el Unicosta. Ocho mil boyacenses agolpados en un escenario para con capacidad para cinco mil se unieron en una sola voz para alentar a Lanceros quien logró mantener la victoria por un buen tiempo hasta que un gol del ya homenajeado equipo de Kike Chapmann dejó claró nuevamente que Tunja y la primera A seguían caminos muy opuestos.

Después de ello, vendría la debacle: un décimo puesto en el Adecuación 1997 y un discretísimo sexto puesto en el torneo siguiente fueron los argumentos de peso para que el senador Camargo dijera no más, vendiera la ficha del equipo y se dedicara de lleno a su labor como Primer Caballero de la entonces Gobernadora Leonor Serrano. La ficha fue vendida a la Esuela de Fútbol Fair Play que dirigida por el técnico-jugador-pastor evangélico Silvano Espíndola, mostró un errático desempeño en las temporadas de 1999 y 2000. De la era «Fair Play» sólo quedó el fugaz paso por el equipo tunjano de un habilidoso jóven de apenas 14 años -estableciendo de paso un nuevo record- llamado Radamel Falcao García. Para la temporada 2001, los tunjanos se quedarían sin fútbol, gracias la partida de Fair Play a tierras chienses (de Chía), lo que generaría una larga temporada sin fútbol en el estadio La Independencia.

Sólo hasta 2003 un grupo de empresarios boyacenses liderados por la cadena de ferreterías G&J vieron de nuevo una gran oportunidad para el fútbol de ascenso en Tunja e inscribieron a Patriotas como el nuevo referente del fútbol boyacense en la primera B. Con figuras recicladas como Oyié Flavié o Eric Cantillo, entre otros astros, el nuevo cuadro de “la tierrita” consiguió colarse en el tercer lugar de la tabla general lo que le permitió disputar el cuadrangular final. En esta instancia, pese a haber luchado hasta el final fue precisamente en el minuto final del último partido contra Chicó que un gol de Luis Yanez despedazó las ilusiones boyacenses. Un año más tarde se repetiría la historia: pese a ser favorito de todos, Patriotas perdería con el expreso rojo de Cartagena en la Heróica, frustrandose –una vez más- la llegada de Tunja a la A.

Para 2005 soplarían nuevos vientos: con el incondicional apoyo de la Gobernación, el Chicó FC se iría a jugar a Tunja sus partidos convirtiéndose en el Boyacá Chicó FC (nombre que en si mismo constituye una grosera falacia). La mala campaña del cuadro ajedrezado generaría el disgusto de los boyacenses quienes se volcaron en masa a apoyar a Patriotas en la B (en el altiplano un grupo de cien personas bien puede ser considerado una horda). La campaña del 2005 se destacaría entonces por las bajas asistencias para ver a ambos equipos. Ese año, Patriotas vio como se esfumaba su posibilidad de entrar a la lucha final por el ascenso –por enésima vez-, gracias a un gol del Bajo Cauca, faltando quince minutos para terminar la fecha.

Hoy en día, los dos equipos andan en campañas tristes, con un Chicó “liderando” el descenso y un Patriotas que tiene más ganas que fútbol a pesar de ostentar un interesante invicto de 3 años sin perder en el césped de La independencia. De ésta manera, se cierra el capítulo de una de las plazas más desesperadas en buscar el tiquete a la Primera: la Noble, Hidalga y Señorial Ciudad de Tunja, Ciudad Universitaria, Cuna y Taller de la Libertad.
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Especiales del Bestiario: Unicosta


Formación de Unicosta que conseguiría el gran ascenso. Arriba, de izquierda a derecha: Robin Pico, Leonardo Visbal, Juan Torres, Jairo Calanche Sulbarán, David Pinillos y Jader Cervantes. Abajo, Gustavo Villa, Víctor Miranda, Gustavo Gil, Juan Carlos Gutiérrez y Henry Vásquez.

Contribución de Link

Una de las páginas más breves y extrañas de la historia del fútbol colombiano fue escrita por el Deportivo Unicosta. Este equipo, recordado por su peculiar uniforme combinación del de Boca (por la franja amarilla) y el de Junior (por su “Cerveza Águila” en la camiseta, patrón del deporte costeño y de sus tomatas) fue fundado en 1995 por Enrique Chapman, empresario deportivo y gerente de un grupo de mariachis en su natal Barranquilla.

Gracias a un misterioso capital humano y económico, Unicosta logró un vertiginoso éxito en el irregular torneo de ascenso, superándo a decanos de esa serie como el Cooperamos Tolima, el Deportivo Pasto, Real Cartagena y Lanceros Boyacá. Fue precisamente contra éste último equipo que Unicosta lograría el primero de una serie de cuestionables éxitos deportivos.Sucedió en la copa Concasa (nombre que orgulloso ostentaba en ese entonces el torneo de segunda división) de 1996/97 cuando el equipo costeño logró colarse en el cuadrangular final junto con titanes como el Deportivo Pasto, el Atlético Córdoba y Lanceros Boyacá. Fue en el partido final de este cuadrangular contra el equipo boyacense que el cuadro barranquillero logró su ascenso a primera gracias a un gol amañado de Eric Cantillo en un Estadio de la Independencia –el más grande del mundo- lleno hasta las banderas por única vez en su historia (quien esto escribe, orgulloso tunjano, puede dar fe de la pelotera de ese 1° de Junio de 1997).

La llegada del onceno “azul y oro” de la costa a la Primera División generó una nueva gracias a la aparición de un contrincante para el Junior sin rival de plaza desde la desaparición del Sporting en 1991. Esta expectativa rápidamente se apagaría como consecuencia de la muy irregular campaña del segundo equipo barranquillero en su debut, casi condenándose al regreso a segunda, a no ser por la aún más irregular campaña del Pereira. Hay que decir también que Unicosta parecía más una burda reencauchadora que un equipo de fútbol. A los servicios de este hogar geriátrico con equipo en la A recurrieron entre otros, Allan Valderrama, Alexis Mendoza, Wilson Pérez, Julio Gómez, Sergio “Checho” Angulo, Góber Briasco, Hugo Galeano (quien en uno de sus acostumbrados delirios fue incluso tenido en cuenta por “Bolillo” como posible ficha para Francia’98), Orlando Rojas y Carlos Rendón.

Lo único rescatable del debut en primera división fue el invicto logrado en los desempates por penales (pintoresca modalidad de asignación del tercer punto perdido por los empates), unos cuantos chispazos de creatividad de jugadores como Eric Cantillo, Allan Valderrama o el malogrado Jairo Calanche Zulbarán. Tras una campaña como visitante sin una sola victoria, en la última fecha de la campaña regular se enfrentaban a Millonarios en Bogotá, siendo los tres puntos de visitante, y una derrota del cuadro matecaña la única manera de mantenerse en la categoría máxima.

Una cuestionada actuación arbitral y la decisión de los jugadores azules de sumarse a la causa azul y oro gracias a la gestión de “Kike” Chapman con el gerente deportivo de Millonarios -el siempre prístino Ricardo “Pitirri” Salazar- le permitieron a Unicosta conseguir su única victoria en feudos ajenos. A esto se sumó una extraña derrota del equipo de Pereira contra el Caldas en el Hernán Ramírez que le representó a la furia matecaña un infernal paso por el “gran ascenso” y al Unicosta un año más en primera. Una vez garantizada su permanencia, Chapman decidió que era hora de convertirse en el equipo grande de la Costa.


Allan Valderrama festeja junto a Alexis Mendoza y a Giancarlo Torres la permanencia en la A.

Con grandes contrataciones en términos numéricos, lo único que lograron fueron algunas rocambolescas goleadas, como un 7-1 al Unión con 7 goles de Iván René Valenciano. Para recordar en términos deportivos, más bien poco; un partido ante el Medellín en el cual expulsaron a sus dos delanteros, y una serie de partidos de carácter gratuito en el Metropolitano, destacando las casi 50 mil personas que fueron al partido contra Nacional, sin pagar un peso.

Condenado al descenso mucho tiempo antes de terminar la temporada 1998, Chapman abandonó al equipo, debiéndole muchas quincenas atrasadas, enterrando a jugadores de la talla de Cástulo Boiga, Roy Davidson, Gustavo Villa (pide a gritos homenaje) y Eric Joel Cantillo.. “Unicosta es el único equipo en el que falta jabón para lavar los uniformes y un termo para el tinto”, aseguró en su momento Hugo Gallego –tecnico del Unicosta a comienzos de 1998- al tiempo que se quejaba porque “Kike” al llegar a Barranquilla lo había ubicado en un apartamento “sin televisor, sin ventilador, sin teléfono, en el que las cucarachas salían de los armarios, de los gabinetes y de los huecos del techo”. Apenas 42 dolientes asistieron a un triste empate/derrota contra el Tolima que sirvió Con la venta de la ficha del recién descendido Unicosta a su archirival, el Junior, se cierra la página de uno de los cuadros más braveros, patabrava, mañosos y maliciosos de la historia de nuestro fútbol.
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Especiales del Bestiario: Copa Tecate

Bizarro certamen que tuvo lugar a comienzos de 1995 cuando algunos avezados empresarios consiguieron el apoyo de la cerveza mexicana Tecate -que por ese entonces llevaba a cabo un intento, a la postre fallido, de penetrar el mercado colombiano- para la realización de un cuadrangular internacional en Bogotá.

Desde el comienzo algo olió raro. Pese a lo llamativo de los equipos que desde diciembre habían anunciado su presencia: el Vélez Sarsfield recién coronado campeón del mundo, la selección mexicana del “Chapulín” Campos, la selección polaca y el local Millonarios al cuadrangular se le dio el mismo cubrimiento que se le suele dar por esa época al nunca bien valorado octogonal del Tabora. Fue así como en diciembre, los pocos que leyeron en algún recuadro que a Bogotá vendría el Vélez campeón intercontinental de Bianchi, Chilavert, Flores, Assad, “El negro” Gomez y Roberto Trotta además de la selección mexicana de Campos creyeron que se trataba de algún error fruto de la confusión del encargado de los despachos de AP por aquello de la similitud entre la altura de Bogotá y el DF y que la sede del cuadrangular tendría como sede la ciudad de México. De esto siguieron convencidos los pocos que tenían noticia del evento cuando en los primeros días de enero no apareció ninguna información al respecto.

Sin embargo, a finales de enero un pequeño aviso apareció en las páginas interiores del Diario Deportivo anunciando el cuadrangular internacional Copa Tecate con la participación de Vélez, la selección Polonia, Millonarios y un bizarro “combinado mexicano”. A cuentagotas se supo que en efecto el cuadrangular tendría lugar en Bogotá, que Vélez traería a buena parte de sus figuras y que Millonarios lo asumiría como parte de la preparación para la Libertadores de 1995. Lo que no quedaba claro todavía era el tema del “combinado mexicano”.

A una semana de comenzar el torneo, el evento tuvo algún despliegue en la prensa capitalina. Sobre el cuarto participante, el enigmático combinado, se supo que sería un arrejuntado de jugadores de la liga azteca con el “Chapulín” en el arco. Este último fue incluso objeto de un artículo de una página que con motivo de su próxima visita a Bogotá le dedicara el Diario Deportivo. Un nuevo aviso, también en el DD; días antes del evento anunciaba que el cuadrangular lo abrirían el viernes los partidos Vélez-Combinado mexicano y Millos-Polonia.

Llegado el día de la inauguración, los escasos enfermos que esa fría noche se agolparon en las gradas del Campín vieron salir por el túnel al que supuestamente era el tan mentado combinado mexicano luciendo un uniforme blanco y azul muy oscuro. Rápidamente se percataron de que el arco no lo ocuparía el legendario “Chapulín” sino que este sería ocupado por un portero barbudo luciendo un buzo de algodón a rayas que resultaba bastante familiar. Se trataba, no podía ser otro, del popular arquero argentino-boliviano Carlos Leonel Trucco. Esto sirvió también para desbaratar de una buena vez la farsa que se había tejido en torno al “combinado mexicano”. El equipo que saltaba a la cancha era el Pachuca, que por esa época militaba en la segunda división mexicana. Por su parte, Vélez tuvo a bien seguir esa costumbre que tienen los equipos foráneos de lesionar a sus principales figuras días antes de venir a Bogotá. En efecto, el Vélez que saltó esa noche al Campín pese a tener en su alineación a Trotta, a Zandoná, a Basualdo, a Assad y al “negro” Gómez no tenía a sus dos estrellas del momento: el gran Jose Luis Chilavert y el “Turu” Flores.

La primera jornada dejó a Vélez y a Millonarios como ganadores de sus respectivos partidos (Millonarios se impondría, casi a la medianoche, 3-0 sobre Polonia. De acuerdo con la programación, estos serían los protagonistas del encuentro de cierre del cuadrangular el domingo siguiente. Fieles también a la tradición que obliga a todo equipo del sur del continente que disputa un amistoso en Colombia a protagonizar actos bochornosos tres jugadores de Vélez se hicieron expulsar en los primeros diez minutos del partido. Con ocho jugadores en el terreno, con Sandro Guzmán en el arco y el “Turco” Assad en la banca sin que finalmente ingresara, un opaco Vélez fue presa fácil de un Millonarios que con un 3-0 se coronó como flamante campeón del Copa Tecate 1995. Torneo que nació y murió donde habita el olvido.
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Especiales del bestiario: Selección Colombia juegos ODESUR`86

Aparecen, arriba de izquierda a derecha: Hernan Torres, Ceferino Peña, Wiston Girón, James Rodríguez. Abajo: Nestor Pizza, Víctor González Scott, Orlando Maturana, Dorian Zuluaga y Jorge Luis Bernal (D.T).

Contribución: YoSoyElCarlos

En nuestra mediocre historia futbolística al menos hemos tenido la suerte de ver en nuestra selección especimenes que ni en Argentina o Brasil tendrían cabida. Lastimosamente para ellos, se deben contentar con degustar a Zico, Falcao, Maradona, Batistuta, Crespo o Ronaldo, nombres que solo inspiran admiración, mientras que nosotros podemos alegrar una velada de amigos recordando, al calor (¿) de unas cervezas, nombres insignes como el de Eugenes Cuadrado en la selección de Ochoa en las eliminatorias del 86, el Kiko Barrios en la Copa América del 83 o Arley Dinas en las eliminatorias del 2002.

El ejemplo más desopilante fue la selección Colombia que participó en los juegos Odesur de Diciembre de 1986, clasificatorio para los Panamericanos de Indianápolis de 1987. En plena época de Octogonales, fue imposible convencer a los equipos clasificados en llevar a lo mejor que había disponible en el rentado (lástima que no pudimos llevar al Pirata Ferrer!), así que se procedió a la sabia decisión de convocar a lo más granado de los equipos eliminados como Unión, Tolima o Cúcuta.

La nómina base de esa colcha era la siguiente: Hernán Torres en el arco (institución como arquero del Tolima); Alfredo Gonzalez (lateral desapercibido en el Unión). El Chino Gonzalez Scott (ya mencionado aquí), Miguel el Fercho Gonzalez (del Cúcuta, llamado así porque tenía el cabello igual al personaje del Gallito Ramirez; era un patabrava que después del Torneo robó en el Huachipato de Chile) y Seferino Peña (otra institución en Tolima, d

espués ascendió con el Huila en el 92); James Rodríguez (de la recordada selección de Marroquín, pintaba bien pero se quedó en promesas), David Gruesso (salido del América, perdido para siempre en el olvido), Dorian Zuluaga (ya reseñado con sobrados méritos) y Cesar Calero (tuvo una carrera normal en Unión y Junior); el Pony Maturana y Winston Girón (¿?). Viendo esta abigarrada nómina, en realidad no me explico porqué no llevaron a la Piña Mendoza, al Galpón Estrada, a Nestor San Juan o al Paolo Rodríguez, porque perfil sí tenían para integrar este seleccionado.

El DT de esta constelación era Jorge Luis Bernal, también del Tolima y hasta entonces desconocido en el ámbito nacional (bueno, después también siguió casi igual de desconocido.). A pesar de todo, quedaron subcampeones con una buena dosis de huevos, pura garra, corazón y arepa (como las mesas de fritangas), lo que valió para ir a los Panamericanos al año siguiente con un equipo reforzado con jugadores de la talla y clase del Willy Rodríguez. Sin embargo, la suerte se les agotó y quedamos eliminados por México, Guatemala y Paraguay.

De esta curiosa selección no sobresalieron muchos jugadores. Solo Maturana y en algo Calero tuvieron una carrera más o menos decente. El resto es material digno de ser mencionado íntegro en este blog. Al menos pueden decirle a sus nietos «Mijo, yo estuve en la Selección Colombia.».

P.D. Después de arduas negociaciones el equipo de abogados del Bestiario no logró llegar a un acuerdo con los representantes de ODESUR y de la Federación Colombiana de Fútbol para hacerse con los derechos de la foto de esta memorable escuadra. Por este motivo, Bestiario se ha visto obligado a recurrir a este singular recurso fotográfico (inspirado en el album Panini del mundial 2002) para poder llevar a sus fieles lectores el registro gráfico de esta selección.

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Especiales del bestiario: Hans Schomberger

Desde donde se le mire era un bicho raro. De nombre y apellido foráneo (su familia paterna provenía de Austria), su origen no era humilde. Su interés por la ingenieria electrónica y los sistemas tampoco le permitían encajar en el estereotipo de los futblistas con apariencia de modelos y provenientes de la clase media, media-alta (Mondragón, «Gato» Perez, Juan Carlos Jaramillo, Juan Pablo Ángel). Su estampa era la de un exótico ñoño al que la providencia lo había bendecido otorgandole la misma dosis de talento en la cabeza y en los pies. Además de bogotano, era también hincha reconocido de Millonarios (se rumoraba incluso que su hermano pertenecía a la barra «Comandos azules»): personificaba el sueño del hincha. Era el redentor, «uno como yo», que había bajado de las gradas para ponerse los cortos y redimir al equipo. Un caso único. Un himno a la esperanza. Demasiado bueno para ser verdad.

Todos estos rasgos le permitieron sobresalir desde temparana edad. Muchos hinchas aberrados, de esos que no se pierden partido de la sub-9 en busca siempre del advenimiento de una jóven figura en el equipo, habían anunciado ya su llegada de la mano con uno que si cuajó: Andrés Chitiva. Pero, no podría ser de otra forma, los ojos estaban todos puestos en el «alemán» y no en el «chino». El rumor de la aparición de una exótica estrella juvenil no tardó en esparcirse por los corredores del Campín. Dos años antes de su debut ya se hablaba de «un chino con apellido raro que dizque juega como un hijueputa».

Hans, en su faceta más ñoña.

En efecto, su ascenso fue meteórico. Muy jóven ya había tenido sus primeros roces con el plantel profesional. Después de algunos tímidos acercamientos al plantel profesional con Maturana, a comienzos de 1999 Jorge Luis Pinto lo tuvo entre las novedades juveniles de la pretemporada. Tenía para ese entonces 18 años y era la edad justa para cumplir con la naciente norma que obligaba a que un jugador menor de 20 años estuviera así fuera un minuto en el campo de juego. Orgullosos, y con la soberbia propia de quien ve convertirse en una bella adolescente a la niña que todos los demás consideraban fea, los mismos hinchas que hacía unos años habían anunciado su alumbramiento veían cerca, por fin, la llegada del llamado a salvar a la institución.

El día esperado finalmente llegó. Fue, otra vez, en un anodino partido contra el Atlético Huila que Millonarios empataba faltando pocos minutos. Había, sin embargo, en la tribuna muchos que no lo conocían creyeron que la voz oficial del Campín había sido presa de un súbito y peculiar ataque esquizoide que lo había llevado a sentirse por unos segundos en el olímpico de Munich cuando anunció que a la cancha ingresaba Hans Schomberger. Su cabellera rubia, lacia y abundante en forma de hongo concentró todas las miradas. Hay que decir que fue un debut más bien modesto y que en algunos pasajes dejó ver algunas leves pinceladas de su talento.

No obstante, no hay que olvidar que este es un país lobo, chauvinista, eurocentrista y acomplejado. Caldo de cultivo ideal para que un «monito» con apellido raro recibiera la maldición gitana que trae consigo la atención del periodismo nacional. En efecto, el titular de El Tiempo el lunes siguiente fue: «Un tal Hans Schomberger». Muchos noticieros le atribuyeron a él la jugada del gol de la victoria azul (en honor a la verdad, el balón pasó por sus pies varios minutos antes de penetrar el arco opita). Los reportajes estuvieron a la orden del día; su origen Austríaco salió a relucir y no fueron pocas las desfachateces que si dijeron al respecto:»el niño cantor de Viena», «el nuevo Mozart del balón», se cuentan entre las menos atroces.

En medio de tanto despliegue sobresale un artículo de «Deporte gráfico» titulado «fútbol de pilos» sobre los jugadores que combinaban fútbol y estudios. Este artículo se esforzaba por mostrar la faceta más ñoña de Schomberger: aparecía en una foto frente a un computador, con sus gafas puestas. En otra se veía departiendo con sus compañeros como si estuvieran en una reunión de un trabajo en grupo.

Después de su debut, el desempeño de Hans fue más bien intermitente. Fue titular en el partido siguiente contra Santa Fe sin que pudiera demostrar más de sus condiciones. Después, solía ingresar al terminar los partidos y en varias ocasiones, mostró con fútbol el porque de tanta expectativa.Parecía que ya iba cuajar. Desafortunadamente, una pubalgia lo alejó un buen tiempo de las canchas. Tiempo durante el cual su compañero de camada, Andrés Chitiva, le dio buen uso al cupo que Hans dejaba libre como sub-20 para así también también ocupar su rincón en el corazón de la hinchada. Hans regresó meses después y siguió con su desempeño intermitente. A comienzos de 2000, cuando aún no se consolidaba, el nefasto presidente de Millonarios de ese entonces lo incluyó en una extraña y turbia negociación, como todo en él, que lo transfería a la filial del Racing de Santander. Conociendo al personaje, no fueron pocos los que sospecharon que en realidad el tierno Hans había sido vendido a una red de trata de blancos. Finalmente no fue así. Sin embargo, afirman quienes conocen, que lo oscuro y torcido de la negociación hizo que Hans viviera días que en poco se diferenciaban con los que deben vivir las víctimas de este atroz delito. Decepcionado, Hans regresó a Colombia y tomó la decisión de abandonar el fútbol y dedicarse de lleno a sus estudios de ingeniería electrónica en la Universidad Javeriana.

Finalmente se puede decir que a Schomberger lo traicionó su origen. De no haber sido por su sonoro apellido y su cabellera, ahí si de niño cantor de Viena, su debut hubiera pasado tan desapercibido como el de Deibis Palacios, el otro sub20 del equipo. A esto hay que añadirle la perversa figura del presidente azul que aseguró el futuro de su familia gracias a él y a Chitiva en detrimento de las ya muy saqueadas arcas azules. Sin él y sin su afán por transferirlo para quedarse con su tajada, «el comandito» hubiera seguramente gozado del tiempo necesario para consolidarse como ídolo de la hinchada.

Hoy en día despliega su talento en los torneos interuniversitarios como figura del equipo de fútbol de la facultad de Ingeniería de la Pontificia Universidad Javeriana. .

Especiales del Bestiario: Millos en la selección,1995.

Pedir hoy que en una convocatoria de la selección aparezcan Omar Rodríguez o Jaime Andrés Bustamante suena a chiste flojo, muy flojo. Hoy en día es casi una utopía pensar que una convocatoria de cualquier selección incluya jugadores de Millonarios. Sin embargo, en la década de 1990 el panorama era diferente.Sin contar ya con las grandes estrellas de la década de 1980 y con una crisis incubandose que más adelante terminaría por reventar, por el plantel azul pasaron en esa década varios jugadores destacados que merecían probarse la amarilla. Muchos de ellos eran, además, salidos de las divisiones inferiores.

No obstante el talento mostrado por los jugadores azules, cada que salía una convocatoria estos brillaban por su ausencia. No fueron pocos los episodios en los que el hincha azul, ilusionado por el reciente buen desempeño de Osman López, Bonner Mosquera o Freddy León esperaba ansioso que saliera la lista con la nómina para disputar el sempiterno amistoso contra Honduras y, decepcionado, se encontraba nombres como Gustavo Restrepo, Alex Fernandez o Jhon Jaime Gomez. Parecía que definitivamente Hernan Darío se sentía más cómodo con sus viejos amigos de tertulia allá en Sabaneta, Envigado y La Estrella y que no estaba de ninguna manera interesado en siquiera probar a los nuevos valores provenientes de la capital. En el hincha azul, mientras tanto, crecía cada vez más una semilla de distanciamiento e incluso, de resentimiento con una selección que cada vez era menos «nacional».

Y es que para un hincha de cualquier equipo el que una joven promesa de su club reciba una oportunidad en la selección genera una emoción similar a la que debe sentir un padre cuando ve a su hijo graduarse de la universidad, o conseguir su primer empleo. Esto explica en parte el porque del desencanto. Con el tiempo, y más a manera de «contentillo», de uno en uno algunos jugadores tuvieron su oportunidad (de ser convocados, pues fueron pocos los que pudieron jugar más de cinco minutos). Fue así como Cortés, «El Gato» Pérez y Bonner Mosquera tuvieron todos una breve palomita.

Esa era la situación cuando en 1995 Millonarios tuvo un comienzo fulgurante en la Copa Libertadores. Empató el primer partido en Medellín, contra Nacional. Los siguientes dos partidos fueron dos sendas victorias contra Universidad Católica y Universidad de Chile 5-1 y 1-0 respectivamente. En el siguiente partido derrotó a Nacional 2-0 en Bogotá asegurando por anticipado su paso a la segunda ronda. Quizo la suerte que por esos mismos días la selección de mayores tuviera programado un amistoso contra Independiente de Avellaneda en Cali. El hincha azul, conociendo ya las gustos de Bolillo no se hizo ilusiones. Por eso no creyó cuando salió la lista y en ella figuraban seis jugadores, si, seis jugadores de Millonarios: el arquero Eddy Villarraga, el lateral Edison Dominguez, el central Osman López, el volante Bonner Mosquera y el delantero Freddy León. La prensa inmediatamente se percató de lo extraordinario del suceso. Deporte Gráfico mandó parar las rotativas y de afán, cambió la portada por una en la que aparecían los seis jugadores con la amarilla de la selección.

La euforia era total. Y esta aumentó con las declaraciones de Bolillo en un rueda de prensa por esos mismos días: «si la Copa América fuera hoy (se refería a la copa de Uruguay`95) la base sería Millonarios». A eso le añadió una frase que parecía ser fruto de un momento de extraño delirio del técnico paisa: «si antes se hablaba de la rosca paisa, si, ahora podemos hablar de la rosca azul». Incluso hoy en día si se dice que esa frase es del Bolillo se corre el riesgo de ser tomado por desequilibrado.

Llegó el partido y este terminó con un intrascendente 1-1. El funcionamiento del equipo no fue para nada sobresaliente y ninguno de los jugadores azules tuvo un desempeño fuera de lo común. Con el tiempo, las cosas regresaron a su cauce natural: el periplo azul por Chile (con una nómina mixta) fue un desastre apenas similar al desempeño del equipo «satélite» en el torneo local. Por los lados de la selección, en la siguiente convocatoria volvieron los Santas, los Misiles Restrepos, los Arley Dinas y demás jugadores paisas y vallecaucanos. Con el tiempo también, volverían otra vez de a cuentagotas los azules a la selección: Bonner Mosquera y Freddy León hicieron parte de la nómina de la Copa América de Uruguay. Obviamente, entre los dos no jugaron más de diez minutos.
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