Un verdadero clásico de la historia no oficial de los Mundiales. Ocurrió en Mar del Plata, en 1978, cuando la FIFA le pidió a la selección húngara utilizar su uniforme alterno -blanco- para que los televidentes, muchos de ellos con aparatos blanco y negro, no se confundieran con el tradicional azul francés. No contaba la FIFA con que Francia, nación previsiva, había ya decidido llevar su uniforme alterno blanco también.

Al no tener a la mano su primer uniforme, a Francia no le quedó más que mandar a un utilero de oficio -de esos que la FIFA saca de su stock en Zürich y pone a disposición de las delegaciones- a conseguir cómo fuera un uniforme de otro tono que les permitiera disputar el partido por la primera ronda. En carrera contra el tiempo, el recursivo utilero galo logró hacerse a los uniformes del club local Kimberley. De verde, blanco y azul (propuesta cromática sin precedentes y todavía hoy sin un valiente que se atreva a emularla) los franceses derrotaron a los magyares 3-1.
Como lo informó en primicia nuestro sitio mentor enunabaldosa, años después la historia se repitió en el Mundial juvenil de 2001. De nuevo a Francia le tocó jugar en Mar del Plata y, de nuevo, hubo problemas con los uniformes: esta vez ocurrió que les llegaron las camisetas sin estampar. Entonces apareció la providencial figura del hijo del utilero ad hoc del 78 para ofrecerle a los jóvenes galo el servicio de estampado express y algo artesanal. Hagan de cuenta este.
Más historias como esta en el especial bestiarista del lado B de los Mundiales que circula a partir de hoy con la revista Shock.
Imágenes cortesía de Juan Pablo Méndez.