Quienes se quejan de los periodistas que, timoratos, nos muestran la sala de estar, la habitación y en contadas ocasiones la cocina de los futbolistas sensación del momento, es porque no han revisado las páginas de la Revista Deporte Gráfico promediando la década de 1990. Por alguna motivo en el que preferimos no profundizar, esta publicación decidió que era una buena idea mostrar las facetas más íntimas de nuestros futbolistas. Una vez conocida la negativa tajante de las novias y esposas de compartir con el fotógrafo sus respectivos nidos de amor, el consejo de redacción tomó entonces la decisión de convencer a los futbolistas de compartir un duchazo con el reportero gráfico a quien, resignado, no le quedó más remedio que aceptar y recurrir a todo su ingenio para explicarle a su esposa por qué llegaba a casa con el pelo mojado y un inocultable olor a jabón Camay.
En exclusiva mundial, el Bestiario del balón presenta esta imagen captada por uno de nuestros fotógrafos hace pocos minutos en el aeropuerto de Ezeiza, Buenos Aires, República Argentina. En ella vemos a Julio Avelino Comesaña en reposo mientras espera la llamada para abordar el primer vuelo a Bogotá para después conectar con Barranquilla..
Arriba (de izquierda a derecha): Moisés Pachón, Héctor Jaime Múnera, Astolfo Romero, Hebert Armando Ríos, José Luis Carpene, Gabriel Martínez. Abajo: Hugo Ernesto Gottardi, Sergio Angulo, Hernando «Pimienta» Cuero, Raúl Humberto Grimoldi, Julio César Gaona.
El matrimonio entre el alcohol y el fútbol ha parido toda suerte de criaturas. Desde aquellas de carne y hueso fruto, por lo general indeseado, de una noche de tragos y euforia por un gol en el último minuto, hasta esas obtusas coreografías en las celebraciones de los goles de la selección para ambientar la campaña publicitaria del producto estrella del patrocinador (partidos de preparación previos a USA’94, para más señas). Al respecto hay que decir que, pese a la amplia gama de licores disponibles en el mercado, en nuestro medio han prevalecido los mismos elixires que también hacen parte de la canasta familiar de los hogares colombianos: ron, cerveza y aguardiente. Por eso llama la atención la presencia de un fino champán, Madame Colette, en la camiseta del Independiente Santa Fe por allá en 1985. Dicen, no nos consta, que la oferta de la gente de Colette superó a última hora la del también espumoso Sprint 18..
El tema de la capitanía y el ingenio de nuestros medios a la hora de exprimir este concepto siempre será una fuente de material de primerísima calidad para nuestra sección «Joyas de la prensa» y no siempre por cuenta del Diario Deportivo. En esta ocasión fue la gente de la desaparecida revista Deporte Gráfico que aprovechando el haber coincidido en el mismo avión con la selección sub20 de 1995 (sí, la del «profe» Montoya) se pusieron en la tarea de sentar a Juan Pablo Ángel en el puesto del comandante, pedirle prestado el kepis al comandante de turno y dejar volar la imaginación. «¿Y esa foto como en qué la usamos?», preguntó el fotógrafo una vez terminado su trabajo. «Tranquilo hermano, que ahí nos inventamos algo».
Meses después Juan Pablo fue el invitado a la estelar sección «Las 101 preguntas» y con la excusa de que había sido el capitán de aquella selección la magistral producción pudo por fin llegar a los lectores. .
Hace unos meses el mundo se paralizó cuando Lionel Messi eludió a medio Getafe antes de vencer a Luis García. No había terminado de cruzar la raya el balón cuando periodistas, publicistas y empresarios ya escarbaban en el archivo buscando el gol de Maradona a los ingleses en el Mundial de México como prueba reina de que Lionel era, en efecto, la reencarnación del Diego. Seguramente esa misma noche, Germán Ricardo Martelotto, volante argentino que ya tuvo aquí su homenaje, llamó a dos o tres conocidos a quienes seguramente les dijo: «viste, ¿viste el gol de Messi? no me vas a creer pero yo hice uno igual en Cali, en el 89, pero nadie le paró bolas, solo este periodista…, gordo, ¡Mejía! dijo que era una obra de arte, pero claro, no había ESPN, no había FOX, solo parabólicas, qué mal che, mirá es que ese gol lo ven en España y al día siguiente ya estaría mal mal en el Levante, en el Recreativo, lástima. ¿Cuándo venís y lo vemos?, acá lo tengo en beta. Sí, sí, todavía funciona, vení y lo miramos para que me creas».
En efecto, el gol de Martelotto, el último de los cinco que el Cali le metió un 3 de agosto al Caldas en una tarde de golazos, no causó mayor alboroto. A duras penas fue declarado «Gol Criptón de la fecha» y elevado a la categoría de «obra de arte» por Iván Mejía quien, precavido, le advirtió a «Angelita» -Angela Patricia Janiot- de la calidad del tanto, segundos antes de salir al aire «no se asuste, Angelita». Pero eran otras épocas, los goles colombianos rara vez traspasaban las fronteras y esta pincelada de Martelotto a duras penas llegó a México varios meses después, en un casete de Beta que llevaba su empresario en el maletín para promocionar al volante. No se trataba de un bien elaborado trabajo de edición con las mejores gambetas, pases y goles de Martelotto. Nada de eso. El empresario, viejo zorro, sabía que con la grabación del gol a Mario Jiménez sería suficiente. Y tenía razón. Cuando lo puso en el desvencijado Betamax de la oficina del presidente del Monterrey, no había terminado de cruzar la raya el balón, cuando cuando este ya había ordenado a «Jurídica» elaborarle el contrato al volante argentino. Martelotto no lo leyó y rápidamente firmó. En Monterrey, a diferencia de Cali, Germán pudo desplegar todo su talento y se consagró como ídolo histórico de los Rayados. Llegada la hora de regresar a su patria, el presidente le regaló el casete Beta Dynamicron que facilitó su transferencia. El mismo del que salió la copia que hoy comparte con ustedes la Unidad Investigativa del Bestiario del balón.
Bonus track: Victoria del Quindío ante el Sporting con tremendo golazo de Víctor Mora. .
Mucho más que los líberos, los volantes de marca o los punteros derechos, a través del tiempo los arqueros han sido los llamados a innovar en el, por lo general, recatado mundo de la moda futbolística. Hugo Gatti y su balaca tipo «Bjon Borg», Jose Luis Chilavert y su bulldog, El «Mono» Navarro Montoya y su doble troque conducido por él mismo son ejemplos de goleros irreverentes que intentaron convertir el arco en improvisada pasarela. Todos ellos, salvo Gatti, seguramente tuvieron como, nunca mejor dicho, modelo a Pedro Antonio Zape, destacado arquero colombiano. Orgullo de Puerto Tejada, en sus primeros años sorprendió a críticos de moda y a fanáticos del fútbol luciendo un buzo rosado que además de tener un número poco común -24, aun siendo el titular- lo tenía estampado -en el mismo tamaño- adelante y atrás. Cuentan que los más negados para entender los signos de la moda solían confundirse y en pleno entrenamiento o peor, en pleno partido, de buena fe se dirigían a Pedro con un «psst, psst, Pedro, Pedro, el buzohermano, lo tenés al revés». Zape, buena gente como él sólo, acostumbraba a voltearse para explicar que no era una equivocación sino una innovación que también se le vio a Raúl Navarro, arquero por ese entonces del Atlético Nacional quien lucía un «54» en su abdomen. Más de una vez, terminada la explicación, el juego se reanudó con saque desde la mitad. .
Otra mascota fallida. Si Millo es hijo extramatrimonial de Ziggy, el popular Osito Bimbo también tendrá que responder ante un juzgado de familia por la paternidad de este mamífero ganador, por encima, suponemos, de un cóndor andino, una danta y un venado de páramo, de una convocatoria abierta para proveer el cargo de mascota del «blanco blanco» ante el pronto retiro del tradicional Loco Darío (también en la foto en evidente actitud hostil). Una vez conocido el ganador, la directiva argumentó haber escogido a este oso de anteojos por ser una especie «cercana a los niños», en vía de extinción, pero sobre todo porque «representa la elegancia, fuerza, entrega y combatividad de nuestro equipo». Quedan dudas sobre la primera.
Otra vez el mercadeo y nuestro rentado. Esta vez no son los uniformes, sino las mascotas, cuestionable herencia del país del norte que algunos equipos han intentado implementar a la brava con resultados francamente lamentables. Un buen ejemplo de estos intentos fallidos corrió por cuenta de Millonarios que, a comienzos del 2000, quiso darle un nuevo aire a su imagen corporativa tan percudida y desteñida como el disfraz del Oso que fungiera como mascota embajadora a finales de los ochenta.
Para tal fin se hizo un alianza estratégica con el recordado y no menos añorado programa «Sin amarillo azul y rojo» del canal CityTV. A través de este medio se convocó a la hinchada azul para que hiciera llegar sus propuestas para la nueva mascota embajadora para ser evaluadas por un jurado integrado, entre otros, por Blanca Luz Uribe -jefe de prensa azul en ese entonces-, un representante del programa y Jorge Franco, presidente de Millonarios. Recibidas las propuestas, cientos, casi miles, «Millo», un primo lejano -y con una que otra malformación- del tradicional Ziggy se impuso sobre un simpático pajarito inspirado en el ídolo azul, Oscar «El pájaro» Juárez.
No muy bien recibido por la parcial, «Millo» tuvo un bautizo con agua de batería el día en el que el Millonarios de Umaña perdió un invicto de 17 años sin perder contra Nacional en El Campín cortesía de un gol de León Darío Muñoz. También se recuerda su rol protagónico meses después cuando el Envigado atendió, en El Campín, a Millonarios con un 0-3 que desembocó en la renuncia de Diego Edison. El tierno matacho quedaría entonces estigmatizado y pronto la hinchada decidió, con argumentos, que era portador de una «mufa» tan poderosa como Max Caimán. Fue entonces cuando se generó una fuerte campaña contra el muñeco que incluyó todo tipo de peticiones registradas por la City Capsula, llamadas a las emisoras, al club, a la Curia, a todas partes. Para comienzos del 2002, el disfraz de «Millo», con algunas refacciones, fue visto voleando un trapo rojo a las afueras de un asadero de Cajicá.
Gracias, Embajador.
El oso azul de finales de los ochenta. Identifica de quién son sus ojos y gánate un fin de semana en Pacho (Cundinamarca) con todos los gastos pagos. .