Joseph M`Barga

El camerunés llegó a Colombia sin saber una palabra de español. Su madre, preocupada por la suerte de su hijo en un país violento, le recomendó que no fuera impetuoso en sus reacciones y que si se la montaban, solamente esbozara una sonrisa. Y para no alebrestar los ánimos de algún pesado, la mamá de M`Barga le dejó una última recomendación: “Mijo, a todo diga ‘oui’ o ‘yes’”.

Es que M´Barga solamente había salido de su país para hacer una prueba a Boca Juniors en 1996, y para el Mundial de Estados Unidos de 1994. Esta iba a ser su primera experiencia por fuera de su natal Yaoundé, donde jugaba en el Canon FC.

Cuando arribó al muelle internacional del Ernesto Cortissoz de Barranquilla en 1997, un lugareño que lo fue a recoger le dijo “¿Oye, sobrino, no quieres una ‘fría’?”. M´Barga, temeroso, dijo “oui” y con el chofer se bajaron todo un galpón de pola.

Luego un amigo del chofer le espetó: “Compadre, vamo´ a mamá ron”. M´Barga, algo aturdido por las cervezas consumidas, dijo: “yes”. Y bajaron Ron Caña hasta el amanecer.

En el Junior jugó poco y mal y además en su foto del debut, tuvo la mala fortuna de que el tiburón con ojos de stop de Ford Fairlane (Copyright Sensación) posara detrás suyo, como símbolo de mala suerte. Por eso cuando ante su falta de gol y su tendencia a la desidia dentro del campo, los directivos le dijeron “¿Joseph, no te quieres ir al Caldas?”, M´Barga, dijo “oui”. Y sin tener ni idea de lo que ocurría, terminó en la bella y fría Manizales, en donde la historia se repitió:

-¿Nos tomamos un güarito, José?
– Yes.

Un día la mamá de M´Barga lo llamó al hotel y le dijo “¿quieres devolverte a Yaoundé?”. Él dijo “oui”. Y nunca más se volvió a saber de él.

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Bebeto y Ronmario…

Foto: Curramba

Cuando uno se ha retirado del fútbol, flaco favor le haría a la vida si decidiera seguir entrenando y levantándose a las 7 de la mañana para hacer una pretemporada. No. Para eso está el tiempo del “día después”. Si uno supo acumular fama en los campos de fútbol, qué mejor que aprovechar ese prestigio en playas y con “chicas santacola” al lado.

Desgraciado uno que tiene que trabajar hasta los 80. ¡Viva el “día después”!, ¡Viva el ron oscuro!, ¡Vivan las pelotas playeras!, ¡Viva el “cocoloco”! ¡Viva Faustino Hernán Asprilla Hinestroza!
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Américo Jiménez Aguilera

Arquero bajito es malo por antonomasia. ¿Para qué lo trajeron? se preguntaban los fanáticos del Deportivo Pereira y de Unión Magdalena cuando este trabajador del fútbol, que supo morder grama cuando el Cali le clavó un 4-0 en Asunción en 1978 (atajaba en Cerro Porteño y jugaba, entre otros con Juan Manuel Battaglia) hizo su aparición entre las rarezas que han poblado nuestro fútbol. También supo arrastrar sus miserias en El Nacional de Paraguay, su país natal.

Bracicortico, pero macizo, debía ser un experto para ponerlo a batir olladas de arequipe para que no se cortara, pero diga usted, ¿enviarlo con la sencilla misión de cortar un centro? Tarea imposible. Era necesario en ese entonces contratar un circo callejero, con zanquero incluido, para que le prestara a Jiménez sus tacones de madera.

Se graduó en Colombia a punta de goleadas en contra y como si fuera poco, tras su flojísimo paso por nuestras tierras entre el 86 y 87, recaló en Chaco For Ever, de la primera división argentina donde Independiente de Avellaneda alguna vez lo volvió a aterrizar una fastidiosa tarde de octubre de 1989, cuando se comió siete goles defendiendo la valla de los chaqueños, su balance en el club de Resistencia fue pobrísimo, lo acribillaron sin piedad: 24 goles en 13 encuentros. Esa experiencia le dio el empujón necesario para abandonar el fútbol.

Juan Pordiosero y ustedesnoexisten (en simultáneo con enunabaldosa).


Américo, con el «Grande Matecaña» en 1987. En la foto quedan en evidencia sus problemas de estatura. (Gracias, John J.).

Rubén “La jirafa” Cousillas

Fueron épocas aciagas en el arco de Millonarios. Era como si el dinero que usted amasó durante toda una vida de esfuerzos y sacrificios lo dejara en las manos del padre Abraham Gaitán Mahecha (el cura que con cuello y sotana pegó una tumbada de aquellas con la infaustamente famosa Caja Vocacional) y de Roberto Soto Prieto (aquel que en sus ratos libres no hacía como uno, reseñas de futbolistas ignotos, sino que con MS-DOS, F5 y mucho ingenio mal encauzado se robó 13.5 millones de dólares del inexpugnable Chase Manhattan Bank). Las alternativas en el arco azul eran el ya homenajeado Fabio “La Gallina” Calle y este argentino, de cara triste y rendimiento ídem.

Cousillas llegó al Puente Aéreo con su valija llena de ilusiones. Y contó que en San Lorenzo había sido titular siempre. Y ya lo decía Josef Goebbels que una mentira repetida varias veces se convierte en verdad dogmática. No contó la “jirafa” que perdió su puesto ante José Luis Chilavert primero y luego con Esteban Pogany. Lo de Chilavert, vaya y pase, ¿pero perder el puesto con Pogany? Es para nunca revelarlo. Da pena.

En Colombia solamente se recuerda como uno de sus actos más probos el penal turbio que le “atajó” a Jorge Taverna en un clásico definitivo para decidir al campeón de 1987. Porque si nos vamos al recuerdo, sus bloopers (aquella terrible goleada 4-1 de Nacional de Montevideo en donde los goles charrúas fueron todos de su cosecha personal) daban tanta rabia que hasta Eduardo Pimentel le clavó un garrotazo ante las cámaras de televisión por un gol que le regaló en el último minuto a J.J Galeano en un Millonarios-Nacional que terminó 2-2.

Tan malo fue el rendimiento del argentino que Luis Augusto García, en temeraria decisión que después generó aplausos, le dio la oportunidad a un muchachito que atajaba en las inferiores y se desempeñaba como cajero de Corpavi: Omar Franco. Y el bogotano, a diferencia de Cousillas, Soto Prieto y Gaitán Mahecha, se convirtió en el “Corpavizador” de la portería de Millonarios en el campeonato de 1988.

Tras esta fuga de capital, Cousillas volvió a su país y tapó (es un decir) en Mandiyú de Corrientes y Argentinos Juniors, que sin él, pero con su estela, poco después descendieron. Huachipato en Chile fue otro escampadero hasta que se ganó la lotería sin haberla comprado. Fue asistente de Manuel Pellegrini en San Lorenzo, River Plate y actualmente sigue tras los pasos del chileno en el Villarreal.
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Un diseño de vanguardia

Con diseño de Ricardo Pava (el del frac de Uribe) y asesoría de Edgar Perea, nuestro modelo, clon del «Gamo» Estrada, desfila para todos los bestiaristas ansiosos de buen gusto, un uniforme de organza, mezclado con mimbre dri fit, para que el sudor no haga pesada la ropa deportiva que hábilmente lleva puesta.

El fondo, una rejilla roja referencia «Bima 80´s», hace mucho más amable el entorno que nos acerca a los uniformes barriales, utilizados alguna vez por todos nosotros y que, como efectos colaterales, más allá de la belleza de su diseño, traía consigo una extraña rasquiña de sobacos que sería deseada por Charles Bukowski, un fanático de esta modalidad.

Aunque el local de Rodeo Drive no alcanzó a dar los ingresos deseados, usted puede conseguir la ropa deportiva Stadium, para sus cotejos bestiaristas, en Dosquebradas, Risaralda.
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El celular de dios…

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Mariano Dalla Libera

Otro curioso caso de un excelente jugador que no cuajó en Colombia. El «loco» como lo apodaron siempre, tuvo pasos exitosos por River Plate, el fútbol mexicano, Racing Club, Huracán y Platense. Pero en 1987, defendiendo los colores de Independiente Santa Fe, fue un ánima en pena deambulando por las canchas.

El tema de la altura fue un asunto infranqueable para este jugador, de tremendas condiciones, pero con capacidad de sacrificio nula. Contaba alguna vez Claudio Morresi, que alcanzó a ser su compañero en el cuadro cardenal, que iban en un automóvil con Jorge Balbis y Oscar Rifourcat y Dalla Líbera le gritó una pesadez a un hombre de muy mala facha que iba en un automóvil de lujo (lujo de economía ochentera, diga usted un Porsche 911 targa), y un jugador colombiano le dijo: «no vuelva a hacer eso que de pronto se gana un pepazo».

Tal vez ese susto fue el que bloqueó todas las cualidades de Dalla Líbera, que además alguna vez agredió al árbitro Jorge Becerra y casi se gana una sanción de 25 fechas porque en el informe el réferi habló de «agresión», pero simplemente fue un chuzón pícaro del argentino, que quiso presionarlo apretándole la panza a Becerra con su dedo índice.

Una historia sin igual, con muchas aristas extradeportivas pero pocos recuentos deportivos.

¡Quite chino sapo!

Los árbitros son los seres más odiados en la esfera del fútbol, y si cuando uno es niño, se les coge bronca, hasta pasa a ser imperdonable el peinado de Rafa Sanabria o la gordura de Antonio Chávez. En pleno sorteo de campo en el juego Colombia-Argentina por las eliminatorias hacia el Mundial de 1986, el réferi manda manotazos entre Diego Maradona y Norberto Molina para que el recogebolas se largue y no sobe con autógrafos o cosas tan pueriles.

Pero como nuestro anonimato nos hace sentirnos tan mal como el recogebolas, aquí un homenaje al soldadito desconocido que quiso bravear a Maradona y que terminó braveado por sapo..

Cuando la Libertadores era apenas una ruta de flotas…

Como homenaje a la inclusión del Cúcuta Deportivo al torneo más importante de América, el Bestiario del Balón quiso recordar el mejor equipo rojinegro que hubiera hecho sensación antes del que se coronara campeón en el 2006. Y la evocación se traslada hasta 1988 cuando fue celebrado con bombos y platillos la entrada de los nortesantandereanos al octogonal final. Un equipo merecedor de un despliegue sin igual fue este integrado por Luis Murillo, Miguel «Fercho» González, Pedro Blanco, Alexander Churio y José Tursi. Abajo Francisco Castell, Danilo Robledo, Oscar Duque, Néstor Saavedra, Juan Bautista Sanclemente y el maestro Felipe Nery Franco completaban el listado de héroes. Lejanos de dar una vuelta olímpica pero con los cojones para meter al equipo más debil del torneo en la pelea por el título de 1988, los integrantes de este equipo se recuerdan tanto, como aquellos que fueron campeones..

Santa Fe-Arroz Futura

Salido de los mejores cultivos de la hermosa población de Saldaña (Tolima), el desgranado y rendidor Arroz Futura, banquete habitual en las mesas colombianas durante la primera parte de los años ochenta, fue el patrocinador oficial de Independiente Santa Fe hasta 1985, en tiempos en los que Mustafá y su harem no habían acaparado tantas fuerzas con su marca registrada “Arroz Roa” o cuando el sabroso “Arroz Florhuila” no era empacado en bolsa sino en caja de cartón.

En la imagen un hombre que en su primera incursión por Colombia le fue muy bien y en la segunda, muy mal. El atacante caleño (como Navarro Montoya nació accidentalmente en Colombia, pero es más argentino que el asado de tira) Walter Perazzo.
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