Como delantero nunca fue un hombre que revistiera peligro, pero su animosidad era temida por cualquier adversario, ya que, a lo David Banner en “El hombre increíble”, tenía serios problemas para controlar su temperamento, así que era mejor no hacerlo enojar.
Fue expulsado muchísimas veces por reclamarle a los árbitros o pegarle a los rivales. No era defensa, era atacante. Y su pólvora, que debía ser destinada para que explotara en las redes contrarias, en ocasiones explotaba pero en las canilleras del adversario.
Se hizo famoso a mediados de la década del ochenta por una terrible gresca que tuvo lugar en el marco de un juego entre Pereira y Junior y las imágenes de televisión lo tomaron haciéndole una trepanación de cráneo con los pies al ya debidamente homenajeado Javier Chimá. En ese entonces esta agresión fue bautizada como “La patada voladora del Chomo”.
Cadavid, que recorrió el eje cafetero mostrando su fútbol en las escuadras de esta región, aparte de breves pasos por Nacional, Tolima, América, Medellín y Bucaramanga llevó, según contaban sus conocidos, una vida disipada luego de su retiro. En el 2001 fue asesinado por un sicario en un paradero de buses en Medellín.
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