Norberto “Chomo” Cadavid

Como delantero nunca fue un hombre que revistiera peligro, pero su animosidad era temida por cualquier adversario, ya que, a lo David Banner en “El hombre increíble”, tenía serios problemas para controlar su temperamento, así que era mejor no hacerlo enojar.

Fue expulsado muchísimas veces por reclamarle a los árbitros o pegarle a los rivales. No era defensa, era atacante. Y su pólvora, que debía ser destinada para que explotara en las redes contrarias, en ocasiones explotaba pero en las canilleras del adversario.

Se hizo famoso a mediados de la década del ochenta por una terrible gresca que tuvo lugar en el marco de un juego entre Pereira y Junior y las imágenes de televisión lo tomaron haciéndole una trepanación de cráneo con los pies al ya debidamente homenajeado Javier Chimá. En ese entonces esta agresión fue bautizada como “La patada voladora del Chomo”.

Cadavid, que recorrió el eje cafetero mostrando su fútbol en las escuadras de esta región, aparte de breves pasos por Nacional, Tolima, América, Medellín y Bucaramanga llevó, según contaban sus conocidos, una vida disipada luego de su retiro. En el 2001 fue asesinado por un sicario en un paradero de buses en Medellín.
.

Jorge Taverna

Delantero nacido en Los Surgentes, Argentina, Taverna tiene una historia de esas que podrían ser usadas en documentales judiciales de A&E Mundo sobre “Crímenes sin resolver”.

Taverna llegó a Colombia en tiempos donde los argentinos encontraban nuestro país como un oasis económico, más allá de sus cualidades técnicas. Y Jorge llegó en 1985 al Deportes Quindío, donde hizo varios goles que lo volvieron conocido. Por eso Independiente Santa Fe lo capturó en 1987 para reforzar el conjunto rojo que por esos tiempos peleaba palmo a palmo los títulos el Colombia.

En un partido definitivo contra Millonarios, válido por el octogonal final, Santa Fe tuvo la oportunidad de ponerse en ventaja en el clásico capitalino, que iba 0-0, con un claro penal que pitaron a su favor. El encargado de patear fue Taverna, que hasta ese entonces no había fallado desde el punto blanco. Sin embargo y sorpresivamente el argentino cobró como si fuera un niño de 5 años (en cuanto a ubicación y fuerza del disparo) que fue fácilmente retenido por Rubén Cousillas, que por lo general era un desastre en el arco.

Millonarios ganó 1-0 y por ese penal, Santa Fe resignó sus chances de quedar campeón. Después se supo extraoficialmente que Taverna había sido sobornado para errar ese cobro y que varios de sus compañeros de equipo, cuando se enteraron de la supuesta conjura, le dieron una paliza dentro del camerino por haber jugado con su plata y su futuro.

Después de eso Taverna se “pisó” y apareció en 1990 con Talleres de Córdoba al lado de otros dos conocidos, no tan troncos por supuesto: Darío Campagna y Carlos Prono. Se desconoce su paradero hoy por hoy.
.

Carlos “La Fiera” Gutiérrez


A la sazón, era un delantero que rendía en conjuntos de baja estofa y en realidad, más allá de ciertas falencias técnicas que puede tener cualquier profesional, lo más importante de Carlos “La Fiera” Gutiérrez era su pinta, más cercana a la de un luchador tailandés que a la de un jugador profesional.

Este hombre nacido en Manizales hasta ahora no tiene comprobados parientes en Mongolia o Tailandia, más allá de su evidente parecido con los habitantes de Ulan Bator o Bangkok. Siempre estuvo en boca de todos en los ochenta, porque jugaba con las medias caídas, camiseta por fuera y sus mechas al aire, casi en una de las típicas demostraciones de la rebeldía en los looks de esta década.

Su hazaña más recordada en los últimos tiempos fue marcar un gol definitivo para Santa Fe en 1990, con el que los rojos vencieron 2-1 a Atlético Nacional, un miércoles lluvioso e el que Carlos Arias le atajó un penal a René Higuita. Estuvo por clubes como Santa Fe, Cúcuta, Pereira, Caldas, Táchira y Alianza Llanos, donde en su primera presentación con los llaneros, en el marco de la primera fecha de la Copa Concasa en 1992, desperdició un penal que le atajó el arquero César Velasco en un bodrio sabatino que culminó 0-0 entre Cóndor y Alianza Llanos.
.

Sporting Gino Gabuchi

Este Peñarol currambero regresó de la tumba, la que había ocupado al mejor estilo de Joselito Carnaval desde 1953, último año en el que había participado de un torneo de Primera División. En 1988, con mucha enjundia, los directivos y empresarios de la Costa quisieron refundar esta institución para darle un poco más de peso a la plaza de Barranquillla y para que el Junior tuviera un clásico más fuerte que el habitual partido frente al Unión Magdalena de Santa Marta.

El consorcio Abuchaibe, una de las empresas de textiles más influyentes de la Costa Atlántica se metió en este emprendimiento y con su prestigiosa marca de pantalones “Gino Gabuchi” (competidor fuerte de otras marcas tales como Sergio Valente, Lorenzo Banfi y demás) le dio un espaldarazo económico al equipo de la Costa.

Pero la mezclilla y el percal de Gino Gabuchi no le trajeron suerte al Sporting, que gastó parte de su dinero en refuerzos uruguayos más que malos (El arquero Gualberto Veliscko, el zaguero bigotón Hebert Pais, y los ofensivos William Gutiérrez y Edison de la Iglesia) y en pagar las largas cuentas que dejaba el pasivo de la institución, que perdía plata hasta abriendo el estadio Metropolitano de Barranquilla.

Finalmente en 1992 decidieron que la ficha del Sporting fuera cedida al Real Cartagena, y ni el propio Sporting tuvo el “honor” de bajar por sus propios medios a segunda división. Le dejó esa oportunidad a los heroicos. ¿El gran aporte del Sporting en el fútbol colombiano? Que le dio experiencia a Miguel Calero y Farid Mondragón, que se hicieron figuras en el equipo a punta de volar por todos lados para tapar los tremendos huecos de su defensa. También marcó un hito: fue el primer club de Daniel Alberto Tilger en Colombia.

En la formación, arriba de izquierda a derecha: Alex de Alba, Alfredo González, Gustavo Ebrta, Herbert Pais, Gualberto Veliscko, Enrique Simón Esterilla. Abajo: Jorge Villar, James Cardona, Yosvidas Fuentes, Góber Briascos, Óscar Muñoz
.

Guillermo Hernando

Continuando con la saga de argentinos pintosos y de bajísimos rendimientos, un lugar común a la hora de las enumeraciones es este arquero que estuvo involucrado en el proyecto de “Centauros Fútbol Club, no paramos hasta llegar a Tokio”.

Marplatense y con un pasado intermitente en Gimnasia y Esgrima de La Plata, se vio en muchas oportunidades relegado del club tripero por Enzo Noce, un arquero que llevaba varios años adueñado del puesto. Sin embargo alcanzó a tener algunas “palomitas” con las que se hizo conocido.

Llegó a Colombia en el 2003 y, muy al estilo de Carlos Prono, era un arquero de voladas espectaculares. Su comienzo en el club llanero fue muy bueno y parecía que la dirigencia de Villavicencio había dado en el blanco con este refuerzo, encargado de reemplazar a Lincoln Mosquera.

Pero su rendimiento fue decayendo profusamente, no así su popularidad entre las féminas que abarrotaban las tribunas del estadio MACAL para ver su blonda cabellera volar por los aires. Al final el Centauros se fue al descenso, no sin antes licenciar a Hernando, que buscó fortuna en Perú, donde casi se nacionaliza para atajar en la selección de su país. Incluso anotó un gol de 70 metros defendiendo los colores del humilde Atlético Universidad.

Su último registro conocido data de Defensa y Justicia en las divisionales de ascenso argentinas.
.

Saulo Hernández

«Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no vio nada: así que, llevándole por la mano, metiéronle en Damasco».

Hechos de los Apóstoles 9, 4.

Otro de la gran colección de arqueros que se quedaron más tiempo en su carrera sentados en un banquillo, cual oficinista público en una casilla de reclamos en cualquier CADE o similar. Pero Saulo, que no es el de los relatos bíblicos, sino el carnal Hernández, nunca tuvo la suerte de que las escamas que cubrían sus ojos cayeran al suelo para que pudiera ver.

Como en este versículo, Hernández se la pasaba en el piso, al ser víctima de cuanto delantero le provocara vencerlo y al levantarse, con el saque de su equipo, seguía sin ver. Por eso fue víctima de varias goleadas en contra.

Criado en el Deportivo Cali, fue tercer arquero detrás de «Tribilin» Valencia y Pedro Zape. Despues, Hernández caminó Colombia con un pastor alemán llamado constancia. Vistió, entre otros, la casaca de Santa Fe (suplentazo de Heber Armando Ríos), Pereira, Bucaramanga, Unión La Cartagenera, Cúcuta y Unión Magdalena, donde tuvo una noche de gloria en el Atanasio Girardot al atajar cuatro disparos en una definición desde el punto penal contra Nacional, en un juego que tuvo este desenlace para definir un 0,50 de bonificación.

Lo mejor de su carrera: la vez que en Bogotá, estando en el Cúcuta, entró a la cancha con el buzo de arquero demarcado con el número cero. Algo a todas luces irreglamentario, pero que finalmente no afectó en el escritorio a su club, pues su mala actuación propició la victoria de Santa Fe 3-1, incluido un gol infantil de cabeza de Rubén Darío Bedoya. Saulo, sin mucha visión, pensó que en el centro del “Cheo” Romero previo al tanto, el balón había salido del perímetro del campo.

Hoy tiene una escuela de fútbol llamada “Escuela Deportiva Municipal Saulo Hernández”.
.

Nelson “La Piraña” Díaz

Este es otro de tantos futbolistas que le debe su fama al sobrenombre. Tal vez quienes lo superaron en este rubro fueron Guillermo “Manimal” Cortés y Hernán “Chichigua” García y caso curioso, los tres eran delanteros y, para completar, de mínima eficacia.

Pues “Piraña” no era un habitual invitado a las secciones de los goles más destacados o los más espectaculares. Era más bien protagonista de la sección de bloopers que conducía Eucario Bermúdez en Noticias Uno.

Aunque no se puede ser tan duro con “Piraña” y su frondoso bozo juvenil, que mantuvo la mayor parte de su trayectoria. Una vez, en una fecha donde apenas se registraron cuatro o cinco goles en el primer semestre de 1990, Díaz por fin fue premiado con el “Gol Conavi de la fecha”, reconocimiento encomiable y sin ninguna bonificación más que la del mérito de aparecer en horario triple A los domingos en Noticias Uno, en la sección deportiva que presentaba en esos tiempos Hernán Peláez.

Lo triste fue el gol de Díaz. “Piraña” pateó al arco, el balón pegó en la base del vertical izquierdo y rebotó en la espalda de Jorge Leyva, arquero del Pereira. Gol más feo no podía existir, pero las otras anotaciones de la jornada habían sido de penal.

Después de fracasar rutilantemente en Bucaramanga, Cali, Caldas y otros conjuntos, queda la incertidumbre: tal vez si se hubiera afeitado esos vellos, ese pseudobigote, hubiera tenido la misma suerte de Mario Kempes en el mundial del ´78 que luego de quitarse el mostacho tras tres partidos sin marcar, fue el goleador de ese mundial.
.

Luis Cubilla

De dilatada trayectoria como entrenador de Olimpia, Nacional de Uruguay, Defensor Sporting, Newell´s Old Boys, Peñarol, Danubio, Guaraní, Cerro Porteño, Libertad, Sol de América, River Plate, Talleres de Córdoba, Racing Club, Nacional de Medellín, la selección uruguaya de fútbol entre otros y Comunicaciones de Guatemala, escribió una de las historias de pillaje más recordadas en Colombia. (su peregrinar demuestra que es bastante hábil a la hora de engañar dirigentes)

El recién ascendido Centauros de Villavicencio decidió echar la casa por la ventana y su lema era llegar a las posiciones más altas del fútbol suramericano, incluso, hasta a jugar en Tokio la Copa Intercontinental de Clubes. Los dirigentes llamaron al múltiple campeón de Copa Libertadores con Olimpia para que dirigiera los destinos de los llaneros y el viejo Cubilla se unió a la disciplina de los celestes durante poco menos de un mes, cuando, fugazmente, despareció con 30.000 dólares que había cobrado por anticipado. Al final Centauros regresó a segunda división.

Una anécdota que lo pinta de cuerpo entero la contó el “Piojo” López, dirigido suyo en Racing: “Cuando entré al vestuario Cubilla me puteó diciéndome “López, ¡qué carajo hace usted jugando de 3!”. Yo le respondí: “Pero si usted me dijo que jugara allí”.

.

Luis Landaburu

¿Cómo explicar el fenómeno Landaburu? se diría, como cuando se hablaba en el programa “Punto de encuentro con lo desconocido” de yetis y ovnis. Es que el argentino no era malo en realidad, pero cada jornada se comía de a cinco goles por partido.

Landaburu, que en Argentina había estado bajo los tres palos de dos equipos grandes como River Plate y Vélez Sarsfield, llegó a Colombia al Cúcuta como primer destino, en busca de algunos pesos y de la fama que le fue esquiva en su país. Después, cada vez que el Bucaramanga jugaba, Landaburu detenía espectacularmente no menos de 15 pelotas claras de gol, pero por obra y gracia de algunos errores propios y de compartir zaga con Miller Cuesta, los “micos” García y Miguel “el Fercho” González, era el blanco perfecto de los atacantes adversarios.

Cansado de estar atajando en vano, se regresó a su país. Después de su retiro tuvo momentos muy difíciles e incluso tuvo que destinar los últimos ahorros que le había dejado el fútbol para comprar un taxi con el que trabajaba en Buenos Aires. Hasta hace poco trabajaba en las divisiones inferiores de River Plate.
.

Adolfo Barán

Tomador de mate en sus ratos libres, que eran bastantes, Barán llegó a Colombia en tiempos de mercancía de contrabando que pasaba a Cúcuta por la frontera de San Antonio del Táchira. Aunque nacido en Uruguay y con alguna trayectoria en selecciones juveniles de su país, se instaló en la capital de Norte de Santander tan fácil como los chocolates Boston de Savoy, las waffer Amor o el queso Frico.

Para los motilones anotó pocos tantos y fue uno de los refuerzos más criticados en su tiempo, por su escasa efectividad y confesa inoperancia dentro de un equipo de fútbol. Se regresó a su país después de ese 1986, pero quiso tomar revancha en 1991, cuando inexplicablemente Independiente Santa Fe lo llevó a sus filas.

Como era de esperarse el destino de Barán fue la banca de suplentes de ese equipo que estaba dirigido por Jorge Luis Pinto. Pero tuvo un flash que lo convirtió por héroe en una noche. Los santafereños precisaban vencer

al Bucaramanga en El Campín para conseguir su cupo dentro de los ocho mejores. El juego iba 0-0 y faltaban 60 segundos para que la eliminación cardenal fuera una realidad.

Y en el Minuto de Dios, un centro rastrero de Adolfo Valencia fue conectado por el uruguayo, que salió en andas del estadio, luego de haber sido puteado en todos los idiomas durante el año. La dicha no duró mucho y volvió a su abulia goleadora. En el último juego de ese cuadrangular final le quitó el chance al Junior de ir a Copa Libertadores con dos goles, llenos de torpeza, pero suficientes para que los barranquilleros se devolvieran a su ciudad pensando que Barán, el que no habían visto los dirigentes santafereños, también los había engañado (de otra manera, claro está) a ellos.

Su carrera se resume en dos pasos por Peñarol y tres por Rentistas además de una dilatada trayectoria en Bella Vista, Defensor, Progreso, Toshiba (Japón), Racing de Montevideo, Basáñez, Everton (Chile) y Real España (Honduras)

.

zp8497586rq