Como homenaje a la inclusión del Cúcuta Deportivo al torneo más importante de América, el Bestiario del Balón quiso recordar el mejor equipo rojinegro que hubiera hecho sensación antes del que se coronara campeón en el 2006. Y la evocación se traslada hasta 1988 cuando fue celebrado con bombos y platillos la entrada de los nortesantandereanos al octogonal final. Un equipo merecedor de un despliegue sin igual fue este integrado por Luis Murillo, Miguel «Fercho» González, Pedro Blanco, Alexander Churio y José Tursi. Abajo Francisco Castell, Danilo Robledo, Oscar Duque, Néstor Saavedra, Juan Bautista Sanclemente y el maestro Felipe Nery Franco completaban el listado de héroes. Lejanos de dar una vuelta olímpica pero con los cojones para meter al equipo más debil del torneo en la pelea por el título de 1988, los integrantes de este equipo se recuerdan tanto, como aquellos que fueron campeones..
Aroma y ¡Tenga!
Varios de los conspicuos lectores del Bestiario del Balón han sido vistos en comprometedoras situaciones en el famoso café con piernas bogotano, echándose un canita al aire como cualquier buen futbolista que se respete. Sin embargo la imagen que a continuación presentamos todavía nos sorprende: Fernando “Pecoso” Castro terminó mal parqueado en esta fotografía, tomada en el local “Sex & Cream”.
Seguramente que el buen “Pecoso” estaba acompañando a una tía o a alguien de su familia a una despedida de soltera o algo así. Al menos la cara que tiene en la fotografía no delata algún disfrute, contrario a la mujer de gafas, que ríe escandalizada o la pareja que está tras el entrenador del Caldas, que comenta el vigor del bailarín (nótese la secreteadera del hombre de camisa de rayas y el ademán de “labio mordido” de su consorte.
¡Cuidado lectores del Bestiario!. Así como esta imagen ha revelado un detalle curioso en la vida de un hombre común y corriente, nuestra unidad investigativa ya ordenó poner cámaras en “Apolo´s Men”, debido a ciertos rumores maledicientes que han trastornado el PBX de nuestra redacción, con respecto a ciertas actividades extemporáneas de varios conocidos.
¡El Bestiario está vigilando!
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Andrés Cerquera
Hay jugadores como Bonner Mosquera que le han dado la vida a un equipo recibiendo a cambio la alegría de levantar una copa Tecate en el mejor de los casos. Hay jugadores como Andrés Cerquera que le han dedicado sus ratos libres a una institución y a cambio han recibido la oportunidad de levantar el trofeo de un torneo internacional de clubes avalado por la FIFA.
De nuestro homenajeado se comenzó a saber a comienzos de 1999 cuando hizo parte, junto con Andrés Chitiva, de la nómina de Montaña y Fandiño que se coronó campeón del tradicional Hexagonal del Olaya, «Amistad del sur». Meses más tarde reaparecería en el panorama haciendo parte de la nómina alterna con la que Millonarios disputó la Copa Merconorte de ese año bajo la batuta de Luis García. Un gol, el del descuento contra Barcelona de Guayaquil en Bogotá, fue su balance. Debemos aclarar a esta altura que por algún extraño motivo las apariciones de Andrés se limitaron este año a los partidos nocturnos que entre semana se disputaban con motivo de esta competición.
Para el año entrante la tendencia continuó. Mientras las apariciones de Cerquera en los partidos del torneo local se limitaban siempre a aforar el banco de suplentes y a intrascendentes apariciones en tiempos suplementarios, en la Merconorte era común verlo en la nómina titular y disputanto partidos completos. Pareciera como si García –con García, todo es posible– lo tuviera reservado únicamente para la Merconorte garantizandole así a este «internacional» el sagrado descanso del domingo (no se descarta entonces que Andrés oficiara de forma paralela como pastor). Pastor o delantero, el hecho es que estuvo en el gramado del Capwell de Guayaquil en el partido de vuelta que los azules disputaron contra Emelec. Y si que estuvo. Tanto, que en la fotografía del título, la misma que circuló por todo el mundo en la revista de la Conmebol, la que se exhibió en la sede administrativa del club, la copa, la única copa internacional de Millonarios y la única en los últimos 18 años, aparece en sus manos. ¿Y Bonner? Bien gracias. Sendos ataques de ira del de Condoto con arremetida incluida contra el cuadro forzaron la decisión de archivarlo.
Su fulgurante carrera se apagó a comienzos de 2002.
Gracias, enunabaldosa..
La prueba reina
La unidad investigativa del Bestiario del Balón encontró una de las imágenes más difíciles de registrar de nuestro fútbol en los ochenta: Carlos Fernando Navarro Montoya vestido como un colombiano más en aquel repechaje hacia el Mundial de México 1986 en el que Colombia perdió sus chances frente a Paraguay al caer 3-0 en Asunción y ganar 2-1 en Cali.
Navarro, hijo del argentino Ricardo Navarro, arquero del Caldas, defendió la portería colombiana en estos dos juegos. En esos tiempos el “Mono” se solazaba haciéndole “pistola” a los hinchas de Millonarios en los clásicos de la época contra Independiente Santa Fe y, tal vez desconfiando de sus condiciones, prefirió asegurar una foto para la posteridad, así fuera en una selección de pacotilla, antes que quedarse esperando una oportunidad en la inalcanzable Selección Argentina.
Y nosotros, como para que no se le olvide, desde esta ventana se lo recordaremos por siempre: aunque rajes de Colombia, eres un compatriota más, querido Carlos Fernando.
En la imagen. Arriba: Luis Murillo, Víctor Luna, Miguel Prince, Navarro Montoya, Jorge Ambuila, Alvaro Escobar. Abajo: John Edison Castaño, Anthony De Ávila, Carlos Valderrama, Alex Escobar, Willington Ortiz..
Los colombianos de Boca Juniors
Era uno de los equipos listo a ser favorito para ganar el título de 1993 en Argentina y en sus huestes, Boca Juniors ya sabía lo que era contar con el buen servicio colombiano, antes de la gloriosa era Bianchi: John Jairo Tréllez y Carlos Fernando Navarro Montoya fueron la magra cuota nacional de un conjunto que, aunque lleno de figuras, fracasó bajo la conducción de César Luis Menotti.
Arriba, de izquierda a derecha: Alejandro Mancuso, Luis Medero, John Jairo Tréllez, Carlos Fernando Navarro Montoya, Raúl Noriega, Carlos Mac Allister. Abajo, en el mismo orden: Diego Soñora, Sergio Martínez, Alejandro Farías, Alberto Márcico, Marcelo Tejera.
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Galarcio fue un cuervo
Nuestro buen Manolito Galarcio. El mismo que no sabe de noches de excesos y juzgados. El mismo que se hizo famoso por sus portazos a los oscuros intermediarios que a su casa llegaron ofreciendole dádivas a cambio de un resultado. La vida supo premiar su recto andar con varias convocatorias a selecciones colombia y con la oportunidad de probarse unos días con San Lorenzo de Almagro. En Boedo, el «Cabezón» Ruggeri ayudó durante una semana a pulir este diamante por esos días todavía en bruto. Alcanzó a jugar un partido, un amistoso contra Deportivo Español. La vida, que es injusta y es mujer se encaprichó con él y se lo llevó de regreso a su patria por culpa de un maldito intermediario. Terminada la reciente goleada de Boca en el nuevo Gasometro muchos se lamentaron. «Con Galarcio habría sido a otro precio» fue el paño de lagrimas de la fanaticada. «Lo reconozco, fue mi culpa. Galarcio debió haberse quedado.» Complementó un arrepentido «Cabezón».
Gracias Enunabaldosa..
Ramírez Gachas de tricolor
Aunque ustedes no nos crean, ninguna de estas dos fotografías son producto de las maravillas del Photoshop. Son tan reales como la impericia con la que Jair recepcionaba un balón o el dolo con el que Raúl arremetía contra las rodillas del rival cada vez que le correspondía recuperar un balón. En efecto, tanto Jair como Raúl,los eternos tormentos de la fanáticada azul –y por un breve período de la hinchada americana, cortesía de Raúl y de su mentor por esa época, Diego Umaña– registran ambos sendos pasos por selecciones juveniles. Pasantías que nos recuerdan una vez más que los desatinos suelen ser la regla en las convocatorias de las selecciones menores aquí y en Kafarnaún.
Para los incrédulos, más datos: la primer imagen, la de Raulito, es de comienzos de 1994 cuando se conformó la selección sub23 que disputaría el colombianísimo Torneo de las Américas sub23. Raúl, como lo demuestra la imagen, tuvo el orgullo de conformar esta selección hasta el día de las inscripciones cuando fue injustamente excluído. Hoy se sabe que la Umbro no. 6 le ha reportado sendos dividendos al tosco volante de Millonarios, América, Chicó y La Equidad. Esgrimida por su propietario a altas horas de la noche, la casaca suele sembrar el desconcierto entre unos contertulios que ingenuamente habían depositado ya sobre la mesa buena parte de sus pertenencias convencidos de que de ninguna manera podía ser veraz la historia de los «seis días de selección» a la que el beodo exfutbolista solía recurrir para poder salir impune de jornadas de este talante.
La segunda imagen data de 1995 cuando Jair, hoy en día en La Equidad, fue el elegido por un despistado Willington Ortíz (sólo a última hora desistió de incluir en la lista de viajeros a Manuel José Chávez) para conducir los hilos de la selección sub17 que ese año dejó bastante maltrecho el nombre de Colombia en el suramericano de la categoría que tuvo como sede a Paraguay. Dos años después de su periplo por tierras guaraníes, Jair, «el 10 de la juvenil», se unió al plantel profesional por ese entonces dirigido por Diego Umaña mostrando el mismo nivel que semanas antes había exhibido en Paraguay, es decir, no mostró gran cosa. Siguiendo la ruta trazada por su hermano, sin que nadie se diera cuenta pasó de promesa a pesadilla. Pocos meses después del último de los licenciamientos de Raúl por bajo rendimiento, a mediados de 2002 tuvo lugar el de Jair por la misma causa. Mientras Raúl fue acogido por el novel Chicó, Jair, aburrido en casa, decidió aplicar el innovador recurso de estacionarse en la sede deportiva de Millonarios todas las mañanas. Fuentes aseguran que llegó incluso a contemplar la posibilidad de encadenarse a un columpio en señal de protesta siendo más fuerte, llegada la hora de proceder, la desidia que siempre lo acompañó. Su perseverancia fue recompensada siendo finalmente reenganchado al equipo profesional del que fue nuevamente licenciado a finales de 2003.
Los hinchas de Millonarios todavía hacen cruces cuando se les recuerdan aquellos partidos en los que la línea de recuperación albiazul le fue confiada a la familia Ramírez Gacha (no, hasta donde sabemos no son parientes del malogrado traficante). Lo que pocos saben que es que no faltó mucho para que la honra de toda una nación le fuera confiada a esta recordada familia bogotana.
P.D: Cuenta la leyenda que el talento de la familia se lo llevó un tercer Ramírez Gacha. Hay recompensa..
Bogdan Tomic
Contribución de Manuel Carreño
Hernán Darío, el “Bolillo”, Gómez alguna vez dijo (en tal vez su declaración más cantinflesca de tantas) que Aristizabal era el “mejor jugador del mundo sin balón”. Semejante esperpento, cuya única función era la de justificar la pobrísima producción de “Aristi” en la selección, terminó por hacer carrera obligando a todos los futboleros a preguntarnos acerca del concepto. Sin embargo, “El Bolillo” estaba equivocado (una vez mas): el mejor jugador sin balón de toda la historia era yugoslavo y jugó (¿jugó?) en Santa Fe.
Era un domingo por la tarde del año 2000. El rival de la fecha era el Once Caldas. Esa semana había llegado al equipo un yugoslavo, mediocampista mixto, de nombre Bogdan Tomic oriundo de Novi Sad (Serbia) y de la cantera de la reconocida Escuela Voivodina. La parcial santafereña pronto se emocionó pensando que talvez estábamos ante alguna reencarnación de Sekularac.
Ese domingo, en un apretado partido, Santa Fe logró irse adelante en el marcador con gol de “Pacho” Serrano y decidió defenderlo como fuera. Ya en las postrimerías del encuentro, “El Pecoso” decidió hacer su tercer cambio y llamo a Tomic, quien llevaba la casaca número 6 y le dio instrucciones durante muchos minutos, casi como si quisiera meterlo. Finalmente el cambio se realizó en el minuto 46 y medio del segundo tiempo, en medio de un atronador aplauso. Tomic no alcanzó a tocar el balón y unos pocos segundos después el partido se acabó con victoria cardenal.
Santafe volvía a ganar en el Campín, lo cual dejaba una cara de satisfacción en los jugadores quienes en medio de tímidos aplausos iban entrando al camerino, no era este el caso del bueno de Tomic, ya que mientras tanto el reventaba de alegría y comenzaba a dar vida a su leyenda.
El jugador se quitó la camiseta, bailó, saltó, se tiró al piso, alcanzó a botar alguna lagrima, gritó mientras miraba emocionado al cielo, caminó algunos metros arrodillado, se acercó a la reja de sur, se subió en lo mas alto y empezó a revolear la camiseta con los cada vez mas emocionados hinchas. Incluso se le oyó cantar junto con la barra “io te sigue todos partas cada vez te quiere mas”. Dio una mini vuelta olímpica mientras gritaba todo tipo de arengas en yugoslavo y finalmente se metió al camerino 35 minutos después con el puño apretado en señal de victoria.
A qué se debía su euforia no se sabe a ciencia cierta, algunos aseguran que el agente que lo trajo le aseguró que una victoria contra el Caldas le permitiría a Santa Fe jugar la final de la Libertadores el siguiente domingo. Otros afirman que Tomic nunca había estado en una cancha donde se jugara fútbol profesional y eso era suficiente motivo para estar feliz. Mas allá de la razón que fuera, si algo quedó claro es que en Santa Fe nunca se vio a nadie celebrar un triunfo de tal manera.
Los periodistas y fanáticos comentaban que si ese jugador sentía la camiseta en la cancha de la manera que celebraba, estábamos ante un nuevo ídolo. Pero esta hipótesis no se pudo comprobar: al otro día Tomic se devolvía en un avión para su tierra y nunca mas se sabría de el.
Decir que Tomic era un tronco puede ser una falsedad. En verdad a nadie le consta, ya que no toco el esférico. Sin embargo, un minuto en la cancha fue suficiente para dejarlo en la historia cardenal reciente, junto a Penayo y Liberman. Por eso no dudo en afirmar que Tomic fue el jugador sin balón que mas huella dejo en Colombia..
Singular compendio de rarezas
Estas imágenes corresponden a un clásico amistoso disputado a puerta cerrada en El Campín a comienzos de 1989 que si bien en su momento supo pasar desapercibido, el Bestiario, siempre preocupado por reconstruir la historia que no se ha contado de nuestro rentado, hoy lo rescata para darle llevarlo al lugar que se merece en la memoria de nuestros lectores.
Además del ya homenajeado Dorian Zuluaga, las imágenes nos muestran a Millonarios luciendo el uniforme alterno de manga larga que utilizara ese año en su partido en el partido de la segunda fase de la Copa Libertadores contra Bolívar en La Paz. A la falta de público –para la época NO era algo común– se le suma el ver a Millonarios luciendo en Bogotá su uniforme alterno, cuadro rara vez visto en el gramado del Campín. Saldo final del cotejo: victoria azul 1-0 con gol de penalty cobrado por Mario Vanemerack. Por mero formalismo incluimos el resultado pues es claro que ante lo bizarro de las imágenes, el resultado no alcanza si quiera la categoría de anécdotico. .
Hugo Galeano a un paso de Francia`98
En días como estos en los que el inquieto “Bolillo” ha sabido como volver a poner su nombre en la palestra pública, el Bestiario del balón –siempre interesado en colaborarle a los prohombres del fútbol colombiano– no podía mantenerse al margen de los acontecimientos. Es así como de un gigantesco cúmulo de disparates, delirios y salidas en falso del personaje en cuestión rescatamos éste, que no por su sonoridad fue más que muchos otros excesos del arrebolado técnico paisa. Simplemente, lo dibuja de cuerpo entero.
Más conocido como “Galeanito”, este crédito del popular barrio Manrique de Medellín irrumpió en el profesionalismo en 1984 en el Quindío de Genaro Cerquera, por ese entonces filial del Millonarios de Gonzalo Rodríguez Gacha. Su estancia en el Quindío fue corta: para 1985 ya engrosaba la nómina del Millonarios de Jorge Luis Pinto que disputó ese año la Copa Libertadores contra equipos paraguayos. Songo sorongo, sin mucho ruido y a punta de lo que en el argot se conoce como “laboriosidad”, “Galeanito” supo apoderarse de la banda izquierda del club embajador durante seis largos y truculentos años. Sin ser la gran cosa, el único antioqueño en la nómina titular del Millonarios de finales de la década de 1980, mantuvo siempre una regularidad importante, apenas para rendir sin tampoco llegar a sobresalir. Llegadas las vacas flacas a comienzos de los noventa, Galeano partió hacia Barranquilla junto con Arnoldo Iguarán para engrosar las filas del Junior en 1992 para regresar un año más tarde a casa. Idos los años de gloria de títulos y de Copa, “Galeanito” ya comenzaba a tener un cierto aire de reliquia viviente, de “último de los mohicanos” de un pasado de gloria que veloz se alejaba. Cansado quizás de ser visto más como pieza de museo que como jugador activo, a comienzos de 1994 Barranquilla y el Junior volverían a acogerlo.
«Galeanito», en sus años azules
Una vez más, sin mucho ruido y manejando un bajo perfil, Galeano supo consolidarse en la banda izquierda del Junior durante tres temporadas. Al cabo de tres años sólo había logrado reforzar ese aire anacrónico que ya traía cuando llegó a Barranquilla. Por eso fue mayúsculo el estupor cuando un buen día, aduciendo que había que aprovechar “que estaba en la ciudad” Bolillo recurrió a él en vísperas del partido contra Chile correspondiente a la eliminatoria para Francia`98. Algunos incautos le creyeron. Lo que parecía un arrebato más del desvirolado técnico paisa comenzó a preocupar cuando el afortunado “Galeanito” –que lo último que se imaginó en su vida fue pasar de ser uno más en la nómina juniorista a ser firme candidato a jugar el mundial que se avecinaba–apareció en la lista de los convocados para el siguiente partido contra Bolivia en La Paz. La excusa de “fue de afán, había que aprovechar que estaba en la ciudad” ya no funcionaba. Parecía que la excentricidad del siempre impredecible Bolillo se iba a prolongar hasta Francia. Galeano, por su parte, aprovechando su nueva condición de Ave Fénix se pegó al «boom» del recién ascendido Unicosta y llegó al equipo de Kike Chapman con el rótulo de figura. El nóvel equipo barranquillero fue el lugar escogido por «Galeanito» para esperar el llamado de la Federación a presentarse en Bogotá a tramitar su visa en la embajada francesa.
No se conoce en realidad el motivo, pero Bolillo desistió de su arrebato y “Galeanito” se quedó esperando la llamada y con las ganas de cruzar el charco por primera vez en su vida. A decir verdad, tampoco se conoce qué motivó a Bolillo a incurrir en tamaña excentricidad. Quizás una inmersión en el barrio Manrique buscando posibles nexos de juventud entre el laborioso lateral y el indómito técnico pueda arrojar algunas luces, labor que no corresponde a este humilde espacio.
A «Galeanito», por su parte, le quedó como premio de consolación el haber coronado album Panini. En efecto, su rostro recorrió el mundo como integrante de la selección Colombia que disputaría el mundial. Vaya uno a saberlo, su lamina bien puede estar hoy en día decorando la puerta de madera del armario –destino por excelencia de las laminas repetidas– de algún hogar finlandés.
Respuesto ya de las fortísimas emociones que acarrea una resurrección de ese nivel (a esta hay que sumarle el haber sido artífice del oscuro éxito del Unicosta cuando aseguró en Bogotá su permanencia en primera), Galeanito decidió regresar al Junior, en donde se reencontró consigo mismo y con la tranquilidad que sólo da el anonimato. Utilizando como trampolín su reciente cuarto de hora, emigró pocos meses después a Estados Unidos en donde, ahora si, todos creyeron que culminaría su carrera. Pero no fue así. En el primer semestre de 2004 el recién ascendido Chicó del también desvirolado Eduardo Pimentel tuvo a bien inscribir como refuerzo a un tal Hugo Galeano para la segunda mitad del torneo (no alcanzó a jugar). Fueron pocos, de verdad fueron pocos, los que se atrevieron a especular con que este era el mismo que hacía ya veinte años había debutado con el Quindío. “Es el hijo”, fue la respuesta que obtuvieron. Pero no, no era el hijo, era el padre cuarentón que sin reponerse del grave daño emocional causado en su momento por el Bolillo, errante regresaba y fuera de sus cabales mostraba la firme convicción de Reinaldo Rueda podría llegar a argüir, tal como lo hizo Hernán en su momento, que había que aprovechar que estaba cerca –en Bogotá- para colarlo en alguna convocatoria.
Con semejante palmarés, ¿cómo diablos no homenajearlo?
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