Víctor "El toro" Medina

Un beneficiario más de la fatídica conexión «Kike» Chapman-«Pitirri» Salazar que azotó a Millonarios (y de pasadita al Pereira) a finales de la década de 1990. En medio de una expectativa importante, gracias a su poderoso remoquete y a una discreta producción goleadora en la B, llegó a Millonarios procedente del Unicosta para el segundo semestre de 1995 para reforzar junto a Guillermo Castrillón y Jose «Ce Clei» Santos un alicaído ataque azul que todavía añoraba los piques endiablados del gran Arnoldo Iguarán.

Dos goles contra el Quindío en su primera aparición en el Campín (3-1 el marcador final) dieron pie a todo tipo de excesos que tomaron más fuerza cuando se descubrió el origen guajiro de la nueva promesa. No se preocupen, nadie le dijo que iba a ser el sucesor de Arnoldo. A tamaña expectativa, Víctor, portador por ese entonces del número 24 en su dorsal, le correspondió con un gol agónico contra el Caldas meses después, una aparición aislada en la red contra Junior en Barranquilla promediando el primer semestre de 1996 y una magistral actuación en la tarima que se instaló en el parqueadero norte de El Campín con motivo de la celebración del subtítulo de ese año.

Puso su granito de arena en el desfalco de Millonarios hasta el triste día a finales de 1996 en que su cabeza rodó en el marco de una de esas podas de día después de papelón a las que se iría acostumbrando la hinchada albiazul. Regresó al litoral caribe en donde se le abrieron las puertas del Real Cartagena, por ese entonces en la B. En «La heróica» supo con harto empeño labrarse un espacio en la galería del recuerdo de la fanaticada. Acompañando su nombre, una sentencia lapidaria: «Vaca delantera, goleadora en los potreros de Barranquilla».

En su favor hay que decir que pudo haber sido víctima de aquella maldición guajira según la cual el talento que para esa tierra dispusieron las leyes del cosmos universal se fue todo en los pies del gran Arnoldo. De ello dan fe, además del buen Víctor, el gran Jeffrey y el fenomenal Yohner Toro..

Leo Díaz

Un gol muy extraño que le marcaron en su carrera muestra de cuerpo entero al arquero que defendió los intereses del Deportivo Cali en el 2003.

Cuando atajaba para Colón, Celso Ayala en una Copa Libertadores le marcó un gol desde 70 metros, con el agravante que el balón le hizo un mal pique a Díaz antes de entrar al arco. Todo el mundo en esos tiempos fue a insultar y putear al encargado de arreglar la cancha de Colón, pues en vez de resembrar pasto, había pintado los huecos de tierra con aerosol verde.

Resultó que este empleado del club, bastante flojo si nos remitimos a sus prácticas de maquillaje del campo era nada más y nada menos que ¡el papá de Leo Díaz!.

Igual, Leo alcanzó ciertas actuaciones meritorias que llevaron a que jugara en Independiente de Avellaneda, donde, a pesar de sus garrafales fallas, fue campeón. El Cali se interesó en sus servicios tras la salida de Darío Sala. Pero Díaz no tuvo una sola buena atajada en su paso por el club verdiblanco. Es más, algunas que iban para afuera, terminaba metiéndolas, provocando la rabia del segundo piso de occidental, sector donde los socios caleños lanzan los epítetos más terribles contra cualquier jugador que no les guste.

Perdió la final del torneo 2003 por penales contra el Tolima y se perdió su rastro, aunque se supo que estuvo en el Municipal de Guatemala y que en la segunda fecha del actual Nacional B del fútbol argentino, donde está vinculado a Huracán, le metieron cinco goles y tres de ellos fueron obra de Martín Perezlindo.

Una vergüenza ¿no?
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Eran otros tiempos

De haber salido hoy el buen y temperamental «Chicho» con tamaño grito de batalla, de seguro lo esperaría el CTI a la salida de la concentración para que rindiera indagatoria por terrorismo..

Miguel “El Fercho” González Palacio


Imagen cortesía de Gráficas Guarichas.

Aunque ya se habló de “Fercho Durango” en este mismo blog, el zaguero samario que hoy concita nuestra atención fue comparado con el mítico rival de Gallito Ramírez y amigo del profesor Parsifal y la maestra Kalalú e ícono publicitario de una concesionaria de automóviles (recordar el famoso slogan de “¿Y de tu carro qué?”), no solamente por su mero aspecto físico sino por esa seductora habilidad para trompear y dar pescozones a los atacantes que merodeaban por su guarida.

Claro, es que nunca le tocó bailar con la más bonita y el pobre de “Fercho” curtió sus nudillos, similares a una manopla, en intensas batallas defendiendo los colores del siempre glorioso Unión Magdalena, no sin antes haber hecho la pasantía en la Selección Magdalena campeona juvenil de la Copa Coca-Cola en 1980. Estuvo en el Bucaramanga rompiendo cejas, lanzando jabs, crosses y demás golpes pugilísticos que no fueron suficientes para galvanizar la última línea de los búcaros, en donde desde Nazarith hasta el pirata Ferrer tiraban la toalla para que no los golearan.

Después de naufragar y llenar de escupitajos el balde, tuvo un asalto memorable como comandante de la durísima zaga de Cúcuta Deportivo en 1988. Al lado de otros duros como Luis Murillo, Carlos Mario Estrada y Pedro Blanco, rompieron rótulas al por mayor y los dividendos de tanta agresión fueron jugosos: clasificaron a los motilones al octogonal de 1988.

Lo que llama la atención es que el “Fercho” jugaba, como cualquier número 10 de talento, con las medias caídas. Y había una explicación: González Palacio era primo de Carlos “Pibe” Valderrama ya que era sobrino de Juana, la madre del ídolo de Pescaíto. De su primo copió ese estilo desfachatado de vestir, pero eso nunca disimuló su estilo de juego, similar al de un boxeador luruaqueño.
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Alianza estratégica

Porque entendemos que en ocasiones no damos abasto con nuestra misión de proporcionarle a nuestros lectores material suficiente para sus horas laborales, el Bestiario del balón ha suscrito una alianza estratégica con Diario nocturno para garantizarle a su audiencia diversidad de herramientas para hacerle frente a las siempre desmedidas exigencias de la productividad. .

Amériko

Contribución de Link

La designación de Colombia como sede de la Copa América 2001 trajo para la gente del fútbol el deber de cumplirle al país y al mundo con la organización de un buen torneo. Después de vivir angustias propias de una quinceañera poco agraciada y pasada de kilos que ve como se desborona lentamente su anhelada fiesta de quince años, el país se supo sobreponer a la adversidad organizando un torneo que definitivamente no partió en dos la historia del torneo de selecciones más viejo del mundo. A esto hay que añadirle que el relativo éxito logístico y deportivo del evento nada pudo hacer para amainar el pésimo sabor de boca que la “Pony Copa”, como más adelante se le llamó, dejó entre la fanaticada criolla.

Uno de las páginas de oro de este tragicómico capítulo de nuesra rica historia balonpédica fue el de la selección de la mascota del torneo,a la postre gran receptora de todo tipo de abucheos e improperios por parte de los asistentes al torneo. Al respecto podemos decir que aunque la competición de selecciones por excelencia de Sudamérica no se caracteriza por la expectativa que la aparición de la mascota del torneo genera –de hecho, se sabe de pocas mascotas de este evento–, los visionarios dueños de Copa LLC, gerenciadora del torneo, vieron en este campo un “mercado inexplorado”. .

Así, aquel día de diciembre de 2000 fue presentado en sociedad, en el marco de los actos del sorteo de grupos de la Copa, Amériko, la mascota oficial. En palabras de los estadounidenses que la idearon en los “talleres creativos” de Miami,

La mascota de la Copa América Colombia 2001 se llama Américo. Amériko, del planeta Ko, es un extraterrestre turquesa con inmensos ojos azules y pelo parado. Tiene dos brazos y dos piernas diseñadas para correr, saltar y girar en ángulos rectos, tan rápido como se lo permita el aire. Siempre anda con un balón, un Biosat, un satélite vivo que pertenece a su anatomía, como un órgano externo que utiliza para sentir. Viajó millones de kilómetros para llegar a Colombia a participar en la Copa América. La mascota fue diseñada en Miami, Estados Unidos, por la gente de la Organización Comercial Copa LLC, con Gustavo Santander (hermano de Kike el compositor colombiano que ha trabajado con estrellas como Gloria Estefán, Shakira, Thalía y Cristian Castro, entre otros) a la cabeza. Según sus creadores, el boceto se inspiró en el manja (sic) japonés, estilo Dragon Ball y Pokemon, que es lo último en ilustraciones en el mundo, pero con detalles de jugadores colombianos. Por ejemplo: la actitud de victoria y poder del Chicho Serna, Jorge Bermúdez y Leonel Álvarez; el color del pelo del Pibe Valderrama y la caballerosidad y solidaridad de Andrés Escobar y Willington Ortiz.

Tomado de El Colombiano.

Esta sarta de falacias generó un rifirrafe de tales proporciones que, según se comentó por esos días, los mismos organizadores del torneo decidieron, por razones de seguirdad nacional, que lo mejor era deportar el dichoso matachín a suelos estadounidenses. Prueba de esto es que sólo se le pudo ver durante los actos inaugurales en el Metropolitano de Barranquilla. Interrogados los miembros del comité organizador por la suerte del mamarracho, estos solían evadir el tema con un lapidario: “se quedó durmiendo”. Tal parece que, más bien, “la mandaron a dormir”.

Nunca se supo a ciencia cierta cual fue el paradero del malogrado Amériko. Lo que si está claro es que esta mascota tuvo el honor de haber hecho parte de un torneo que, tristemente, padeció de serios problemas de legitimidad (al ser en un año premundialista, pocas estrellas del continente estarian dispuestas a pasar sus vacaciones viajando en un S26 por nuestra bella geografía). Llegada la hora de los balances, la copa nos dejó como legado una canción oficial nunca divulgada, equipos traídos a la brava a ultima hora, un interminable desfile de directivos revendedores de boletas, un desprevenido paracaidista atentando contra la integridad de los jugadores que disputaban la final y un Andrés Pastrana disputandose palmo a palmo con Pacho los méritos de un título que dificilmente supera el obtenido en 1994, también en el Campín, por la sub23 de Pedro Sarmiento..

Reconocimiento y bienvenida

Al comienzo, temprano esta mañana, cuando corrió el rumor, fuimos muchos los escépticos. Con el correr del día lo que era un timído rumor se convirtió en una bomba: Anthony «El pitufo» De Avila, si, el mismo, el cinco veces subcampeón de la Copa Libertadores fue uno más entre los Bestiaristas que acudieron al primer festival de fútbol5 organizado por los más fieles de nuestros lectores. La redacción del Bestiario del balón, su jefe de redacción, Tulio Triviño Tufiño, y toda la comunidad bestiarista le dan la bienvenida a Anthony al tiempo que felicita a Don Mauro, Sheva, Vicious y demás organizadores y participantes de tan magno evento por el rotundo éxito alcanzado..

Nelson "Tyson" Hurtado

Delicado volante de marca que debió cargar durante su carrera con el sanbenito de un apodo que no guardaba relación alguna con sus modales en la cancha. A juzgar por lo que se le alcanzó a ver en los gramados, «Tyson» era un piropo para Nelson y un grosero agravio para Mike.

Al igual que el carismático pugilista norteamericano, célebre por llevar el ring al lecho matrimonial, la vida privada de nuestro Tyson ayudó a inmortalizarlo. En efecto, más que por las innumerables tibias y peronés rotos que dejaba desperdigados a su paso, a nuestro «Tyson» se le conoció más por los celadores y tenderos capitalinos que puso en estampida ante los picos de botella que enarbolaba en noches de Nectar, vallenato, 4X4’s y algo más…

Habría sido «Tyson» un recio volante de marca más de no haber mediado un súbito enamoramiento de Bolillo hacia él promediando 1997. Con dos o tres convocatorias a partidos amistosos, Bolillo le dejó claro al país que de haber querido, nadie le hubiese impedido convocar a su caballo para algún partido contra Haiti u Honduras.

Debutó y permaneció entre 1994 y 1997 en Santa Fe, club que lo catapultó a la fama y que le sirvió como trampolín para su posterior paso al Envigado. Desfiló también por Nacional, Quindío y Unión Magdalena para finalmente realizarse como persona y como profesional en el Deportivo Quito.
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Max Caimán


Imagen cortesía de Maximus

Inspirado en Max Torres, Álvaro Lemmon y Buda, este animal tan característico enarboló la extrema ceguera colombiana, en forma de talismán, cuando la selección se aprestaba a “ganar” el campeonato mundial de Estados Unidos en 1994.

La mascota del combinado nacional salió como una de tantas formas de merchandising insulso y predecible después del 5-0 ante Argentina (la industrial de máquinas de coser Pfaff, por ejemplo, vendía televisores RCA a módicos precios), que ubicó a nuestro fútbol en la cresta de la ola. El secreto para que esta cábala de Max Caimán tuviera efecto era sencillo. Cada vez que los hombres de Francisco Maturana saltaran a la cancha, había que frotar con fervorosa pasión la barriga del animal para que las fuerzas del más allá le dieran un nuevo y ya hasta aburridor triunfo a una Colombia empachada de gloria.

El efímero reinado de Max Caimán trajo consigo álbumes, botones y hasta copias piratas que se vendían como carteras de cocodrilo recién salidas del horno en todos los semáforos de nuestro país. Mientras los incautos gastaban dinero en el estúpido tótem, los creadores de este esperpento (entre los que se encuentran prósperos empresarios como los archiconocidos Felipe Santos y Mauricio Arbeláez) se solazaban por su cabezazo y frotaban sus manos no precisamente en la panza del caimán, sino en sus engordadas billeteras.

Pero el frotis no funcionó en USA 94. Y Max Caimán, que, contaba la leyenda, supuestamente había llegado a la tierra para salvar a la Selección Colombia de una ignominiosa derrota frente a un combinado de marcianos, fue raptado seguramente por algún fenómeno UFO y nunca más apareció en calles y vitrinas. Hoy conseguir uno de esos lagartos es tan difícil como ver un copete Alf o unos jeans froster, por eso esta imagen con la que recreamos el texto puede ser catalogada como un incunable..

Tiernos monachos rojos

Gentil contribución de Graficas Guarichas

Estos dos almanaques de bolsillo fueron realizados en diferentes años. Uno fue hallado en unas excavaciones en Cali, durante la construcción del MIO y el otro en Neiva, en una sequía del Río Magdalena. Sus aportes históricos son invaluables, pues la misma figura se repite en dos almanaques de dos empresas diferentes que a la fecha no tenían ninguna conexión entre sí. Quizás fue de este modo el América ganó muchos adeptos en las tierras opitas.

El segundo almanaque, el del 88, reporta una pequeña banderita colombiana en su esquina. Eso se debió, seguramente, a que el América era Colombia en la Libertadores..