Daniel Tílger

Difícil encontrar un caso en el que se aplique mejor aquello de que una imagen vale mal que mil palabras. El tema de Daniel Tilger podría dar para llenar páginas enteras con reseñas de sus ejecutorias en Boca, Sporting, Once Philips, Santa Fe, Quindío, Junior, América, Cali, Millonarios, Unión de Santa Fe, Argentinos, Juniors, Nueva Chicago, Lanús y Tiro Federal. Se le podría dedicar un capítulo a anécdotas como la de aquella vez en que hizo sus primeros pinitos como urologo con Juan Carlos Hernao. A este capítulo le podría seguir uno con el relato de esta tarde caleña en la que, jugando con Santa Fe, celebró en solitario un gol ante la mirada de desaprobación de sus compañeros que previamente habían experimentado un considerable aumento en el saldo de sus cuentas bancarias.

Nueve años de carrera en Colombia en los que se dio el lujo de conocer el país mejor que el profesor Yarumo hacen que reputados colombianólogos como Malcom Deas palidezcan a su lado. En suma, el tema de la relación de Daniel con Colombia ameritaría quizás un Bestiario propio. Por eso ninguna imagen mejor que esta celebración en la que, sin ningún pudor, da rienda suelta a una pasión reprimida mostrando el escudo del equipo que siempre llevó debajo de la piel, incluso cuando debutó con la de Boca. .

Show del gol Criptón

«Y ahora nuestro muy imitado pero nunca igualado show del gol Criptón…».

Álvaro Anzola

La primera vez que se le vio en el banco azul fue en el segundo semestre de 1998 en un partido contra América en Bogotá cuando fue llamado de urgencia como suplente de Rafael Escobar quien a su vez había asumido la defensa del arco azul en medio de la crisis de arqueros generada por las lesiones de Héctor Burguez y Andrés “Roque” Lopez. Dando muestras de una paciencia y abnegación admirables, “Anzolita”, como se le conoció, fue en sus inicios amo y señor del buzo 22 que tradicionalmente ha identificado al tercer arquero del cuadro embajador. Tanto, que tuvo a bien llevárselo como parte de su equipaje durante una breve temporada e la que defendió el arco del Girardot F.C.

No obstante su perenne presencia entre los suplentes azules , a Anzola no le faltaron oportunidades para abandonar de una buena vez su sempiterna condición de emergente. Cuatro años después de su debut en el banco embajador, comenzando el torneo finalización de 2002 una nueva temporada de lesiones en el arco azul (defendido para el época por Héctor Burguez y Eduardo Niño) dio pie para pensar que finalmente había llegado la tan esperada hora de Anzola. El debut no podría tener mejor marco: clásico contra Santa Fe. Para pesar de su fanaticada, el tan ansiado momento de ver a “Anzolita” cantando el himno aún debía esperar. Desilusionado, Anzola vio como el “Cheché” Hernández mandó traer de urgencia a Breiner Castillo de Cali para que se instalara en el arco azul mientras Burguez se recuperaba. Anzola, sin musitar palabra, continuó en su tarea de brindarle calor al banco norte del Campín.

Un año después, llegaría por fin la oportunidad para el paciente arquero bogotano. Una lesión de Héctor Burguez contra Centauros de Villavicencio le abrió las puertas a Anzola para que fuera al arco en el partido siguiente contra Pereira en el Hernán Ramírez. Un golazo de tiro libre del su coterráneo “El rolo” Flórez fue su bautizo en primera división. Después de este partido, Anzola fue titular en los cuatro partidos restantes del cuadrangular que finalmente ganaría Junior de Barranquilla. Después de esta breve temporada en el arco embajador, las oportunidades para Anzola se pueden contar con los dedos de la mano. La mayoría de estas fueron en el partido final de la temporada cuando, ya cocinada la eliminación azul, se aprovechaba este partido para recompensar a Álvaro por la paciencia y el compañerismo demostrados durante la temporada.

Una nueva oportunidad llegaría para Anzola dos años después cuando una nueva lesión del arquero uruguayo dejó vacante una vez más el arco azul esta vez el problema fue que Anzola no estuvo ahí para responder: una lesión no le permitió estar ese día en el arco azul. José Cuadrado, un novel e ignoto arquero costeño fue el encargado de reemplazar esa tarde al uruguayo. No fue esta la única tarde que se vería a “Cuadradito” en El Campín: más adelante en el campeonato sería él el llamado a ocupar el arco azul ante las constantes expulsiones del turista argentino Juan Francisco Hirigoyen. Anzola, por su parte, pronto regresaría a su lugar en el banco como suplente del argentino o del colombiano.

Con el 2005 terminó también el ciclo de Anzola en Millonarios o mejor, en el banco de Millonarios. Contrario a lo que se creía, “Anzolita” demostró que hasta su paciencia tiene límites y decidió partir rumbo a Yopal para defender allí el arco del tradicional Pumas dejando un vacío en el banco azul al que durante años le supo brindar calor..

Once Caldas-Adidas (II)

En la segunda entrega de nuestro especial sobre la tormentosa relación entre el cuadro albo y la casa alemana tenemos este uniforme azul y blanco que luciera el Once en su partido contra el PSV Eindhoven en el marco de la Copa del Paz en Corea en 2005. Igual que el blanco que les mostramos en la entrega anterior, este uniforme azul sólo se le pudo ver al Once en el partido contra los holandeses. Meses después, en el torneo local retornaron al negro como uniforme alterno mientras en las tiendas deportivas se ofrecía una camiseta adidas color azul que no era la que vemos en la foto y que jamás fue utilizada por el equipo de Manizales. .

Jorge Raigoza

Hace poco un usuario del foro, Dr Orlack para ser precisos, comentó que este oscuro volante ofensivo (ofensivo porque ofendía su forma de jugar) le dio su bautizo de sangre en las lides del alcohol cuando Raigoza, dadivoso, le brindó un trago de cerveza. Hay que anotar que el muchacho tenía tiernos ocho años de edad.

Pero bueno, ¿Cómo no regalar un trago cuando en la profesión que llevas, pegas tumbos y tumbos a cual más? Es que Jorge Raigoza estuvo por Medellín, Quindío y Millonarios emborrachando su propio mito de jugador discreto, tal vez resignado ante tipos que lo sobrepasaron en la pinta y la manera de jugar.

Por eso sus amigos en el fútbol se reducen a compañeros de banquillo tales como Gabriel Quimbaya o Alirio “Gualanday” Girón. Rechoncho, adiposo, bozo hirsuto, y colita de pelo encrespada, apenas pudo beber de las mieles de la primera división. Con el Quindío tuvo mayor regularidad pero él, más allá de su cuestionada capacidad para jugar fútbol, se vio seriamente perjudicado por las generosas economías de los clubes en los años ochenta. Por eso, cada temporada tenía que soportar a titulares agrandados y poco solidarios como, por poner apenas un ejemplo, Mario Videla.

Podrá contar a sus nietos que vivió en el banco de suplentes la coronación de Millonarios campeón en 1988. Sin embargo no tuvo la fortuna de Marcelo Trobbiani en el mundial de 1986, cuando Carlos Bilardo ingresó al ex Estudiantes Boca y Millonarios a falta de un minuto para que culminara la final. El hombre de grácil apellido sí estaba en la suplencia…pero con gesto adusto, en sudadera y tenis North Star.

Su última posibilidad de consagrarse, a pesar del calvario que supone llevar una gris carrera, se había escapado..

Pequeña, pero sencilla distinción

Semana.com consultó a sus lectores sobre cuales eran los peores y los mejores sitios en la red. En la categoría de mejor página deportiva, estos fueron los resultados:

www.as.com
www.bestiariodelbalon.com

Muchas gracias nuestros lectores que, insistimos, son nuestra razón de ser..

El hermano Kiko

En una época en la que el país no conocía otra fe que la religión católica apostólica y romana, el hermano Kiko sacudió las bases del establishment apareciendo en los gramados del país como pregonero de un credo protestante que muchos desconocían y a otros tantos perturbaba. Muy en los comienzos de su evangelización, el delantero orgullo de La Paz, Cesar, solía obsequiarle sendas biblias a la terna arbitral antes del comienzo del partido. Esta muestra de cordialidad no tardaría en ser mal vista por rivales y directivos de la Dimayor quienes, desconfiados, creyeron que una nueva modalidad de soborno que no pertenecía a este mundo —una modalidad sería la de penales por indulgencias— se abría paso en nuestro impoluto medio y no tardaron en aconsejarle a Kiko un poco más de recato en su evangelización.

Más adelante, a su cruzada le añadió un elemento histriónico bastante simpático: después de cualquier anotación de su equipo, independiente de si su autor era o no el barranquillero, los miembros de su equipo, por ese entonces el Bucaramanga, arrodillados formaban una fila para recibir la respectiva bendición de su pastor. Esta celebración inspiró otras tantas en otros equipos que a su vez motivaron al noticiero Criptón a premiar el ingenio de los futbolistas a la hora del jolgorio con un reconocimiento a la mejor celebración de la temporada dando pie, ahora si, a todo tipo de excesos.

Después de una dilatada trayectoria en el Junior y en el Bucaramanga, Kiko regresaría a su tierra a terminar su carrera cerca de casa, en el Valledupar. El mismo equipo que hoy en día dirige y en el que protagonizó el bochornoso espectáculo del ascenso del Real Cartagena en 2004 cuando este equipo vulneró en cinco oportunidades en un lapso de sólo cuatro minutos la valla del equipo vallenato. «Misteriosos son los caminos del señor», fue lo único que atinó a responder cuando se le cuestionó por el dudoso proceder de sus dirigidos. .

Alirio "Marinillo" Serna

A juzgar por lo mostrado en las canchas, mejor fortuna habría corrido junto a Gelatina y Minisiqüi en los tablados del país. El país futbolístico supo de él en 1990 cuando se creyó que sería él y no Mauricio -ambos titulares del Deportivo Pereira de ese año- el llamado a encumbrar el apellido. Las cosas pronto tomarían otra cara cuando a comienzos de 1991 el Atlético Nacional decidió fichar a “Chicho” y no al “Marinillo” como refuerzo para la temporada que se avecinaba. De ahí en adelante, Chicho debió acostumbrarse a la gloria, Alirio, al bajo perfil.

No obstante estos destinos tan opuestos, Alirio tendría dos años más tarde la oportunidad que en 1991 le fue negada. En efecto, en 1993 y después de sonar como posible nueva cara de Santa Fe fue junto con Carlos Zúñiga y Juan Carlos “Paolo” Rodríguez uno de los refuerzos del verde de la montaña. Irregular y poco efectivo, como todos los delanteros que de la perla del Otún llegan a Nacional (William Matamba, “Galea” Galeano, Daladier Ceballos, entre muchos otros) el paso del “Marinillo” por el valle de Aburrá fue un poco menos que discreto. Cansado ya de echar por el retrete las múltiples oportunidades que se le dieron en Nacional, golpeó las puertas del rival de patio, el DIM, junto con Daladier Ceballos. Después del rojo de la montaña recaló en el Cúcuta, cuadro con el que descendería a la primera B en el primer semestre de 1997. En Cúcuta, lejos de su marinilla natal terminó de apagarse mientras Mauricio triunfaba en la Boca. Hoy en día tiene a su cargo las divisiones inferiores del Deportivo Pereira. .

El Cole

Esta alada figura fue durante mucho tiempo la imagen del hincha colombiano, desprovisto de sensatez, pero fanático a muerte de su país. Nacido en Barranquilla, cuando apareció en escena a finales de los 80, fue símbolo de nuestra mejor época futbolística. Por eso, alguna vez cuando fue entrevistado en “Charlas con Pacheco” en pleno Metropolitano y con Fernando González Pacheco disfrazado de Pibe Valderrama, contaba que su estadía en el mundial de Italia ´90 fue más sufrida de lo imaginado: para subsistir al hambre recurrió a cuatro tarros de mylanta para alimentarse y entraba a los estadios colándose en aquellos que carecían de torniquetes.

Pintoresco, con una particular manía de hacer un gesto como quien pega un alarido, pero sin que ningún sonido saliera de su boca, empezó a ser patrocinado por varias empresas con el fin de sustentar sus gastos en los periplos de las selecciones Colombia.

Tal vez cuando vio que gracias al dinero podía viajar perdió el encanto que alguna vez osó ostentar. Sus peinados, hechos con inmensas capas de Kleer Lak y balones de mazapán eran toda una rareza, pero algún chauvinista desubicado, habló de que el “Cole” era nuestro símbolo ante el mundo. Es decir, casi Juan Valdéz y su mula perdieron su status por el revejido cóndor humano de bigote ralo.

La eliminación colombiana para el mundial de 2002 nos mostró la real faceta de este personaje y sus intenciones intestinas de viajar por el mundo y no por hinchar hacia el país que le patrocinó su manifiesta vagancia durante años: Se fue a Corea y Japón para apoyar irrestrictamente a la selección de ¡ECUADOR!

Pocos se percataron de su actitud paria y algunos oligofrénicos lo justificaron: “Es que Ecuador es Colombia en el mundial de Corea y Japón y es bueno que el Cole esté allá para que se acuerden de nosotros”.

Cracks colombianos como Willington Ortiz, Alejandro Brand y Pedro Zape nunca alcanzaron a clasificar a una Copa del Mundo y Carlos Fernando Navarro Montoya, a pesar de sus intentos y de su manifiesto carácter paria, no consiguió entrar a la Selección Argentina por haber defendido la camiseta colombiana en un repechaje en 1985 contra Paraguay. Alfredo Di Stéfano, por una lesión, no alcanzó a entrar con España a disputar el mundial de Chile ´62.

Cole en cambio se dio el lujo y defendió dos países diferentes en sus viajes de Copa del Mundo. Nadie dijo nada, como era de esperarse.
.

César Zape

Uno más que cargó con el pesado lastre del apellido ya consagrado. César Zape debutó a comienzos de la década de 1990 defendiendo el arco del Unión de Magdalena y con la firme intención de superar a su padre, el legendario Pedro Antonio. Desafortunadamente, su irrupción en el profesionalismo estuvo marcada por un atroz bautizo de fuego: una noche caleña en la que el Unión visitaba al América tuvo que sacar ocho veces el balón de su arco cinco de ellas por culpa del “Pony” Maturana. Después de este difícil trago y a diferencia de arqueros que, cómo Oscar Córdoba, han sabido sobreponerse a un 7-3 César quedó algo maltrecho y decidió (o decidieron por él, no importa) que quizás un prolongado retiro espiritual en la Copa Concasa podía aportarle nuevas fuerzas y renovados ánimos.

Después de casi siete años recorriendo las carreteras del país logró regresar a finales de 1998 a la primera división con el Deportivo Pasto. En el equipo de Pasto permaneció hasta 2001 alternando con otros de su estirpe como Miguel Vidal, Andrés “Roque” López y Óscar “La Moña” Galvis (ambos pronto tendrán su espacio). A comienzos de 2002 se vio un vacío en el banco de suplentes del Deportivo de Pasto: César ya no estaba ahí, cansado del peso que le suponía el lastre de su apellido decidió dejar el fútbol para dedicarse a cualquier otra cosa en la que dejara por fin de ser “el hijo de Pedro Antonio”..