Rubén Darío Insúa

Cuando un futbolista serio llega a una ciudad ataviado con pantalones color ladrillo, medias blancas, mocasines café con textura de cocodrilo y el pelo tinturado con tinte belcolor oro 27 aplicado por el Leo Papparella de turno, está claro que la política de contrataciones de un club anda caminando por la cornisa.

Sin embargo Rubén Darío Insúa tenía los mejores antecedentes cuando llegó en 1994 a reforzar la plantilla del Deportivo Cali: había sido jugador e insignia de clubes como San Lorenzo, Estudiantes de La Plata e Independiente, donde fue campeón al lado de figuras como Ricardo Bochini, el arquero uruguayo Eduardo Pereira y el zaguero paraguayo Rogelio Delgado.

Figura fue en Ecuador también, donde hizo parte durante varios años del Barcelona. Pero en Cali la cosa no paso de iluminaciones capilares de lobísimo gusto, insultos de los hinchas quienes hasta cuestionaban su sexualidad (más allá de que Insúa tenía una esposa tan loba como su pelo, pero muy atractiva y con glándulas mamarias protuberantes cual Holstein a punto de ser ordeñada) y escasas alegrías que se acumularon en 10 partidos jugados y dos goles.

Habría que decir que sus compañeros no eran una maravilla: compartió plantel con el chileno Richard Zambrano, el arquero Juan Carlos “Chayanne” Mendoza y Miguel “Miguelón” Asprilla, entre otros.

Como técnico ha fracasado en varias latitudes, pero es recordado en Colombia por haber ganado como entrenador de San Lorenzo la Copa Sudamericana 2002 a Nacional.
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Raúl Roganovich

Contribución de Dr. Orlack

Más parecido a un peluquero de baja calificación que a un delantero de raza, Raúl Roganovick llegó a Colombia a engrosar las filas del América en el primer semestre del 2001. Conocido por su extraña amistad con empresarios y mercaderes de jugadores que siempre lograban ubicarlo en diferentes países, de él hay que decir que el balance final de su paso por el equipo rojo de Cali fue de cinco goles en todo un semestre (dos al Peñarol, uno al Tachira y dos al Tuluá en dos partidos diferentes).

Proveniente de tierras paraguayas donde había robado en Cerro Porteño, desde los primeros días de su estadía en Cali manifestó que venia para ser goleador del torneo y que prometía mas goles que el otrora artillero americano Jorge Ramón «la fiera» Cáceres (se dice que fue “La Fiera” quien recomendó su contratación). Desafortunadamente el tucumano Cáceres se equivoco, y lo que se vio en la cancha del Pascual fue un increíble compendio de limitaciones.
Su debut no podía tener mejor marco. Una noche de martes 13 vio cómo Raúl se estrenaba anotando los dos goles con los que América se anotaría sus primeros tres puntos de la Copa Libertadores 2001. En ese año compartió grupo con el Deportivo Táchira, el Vasco da Gama y el ya citado Peñarol.

No contento con los cinco minutos de gloria y las portadas del Diario Deportivo, Raúl osó anotar nuevamente, esta vez frente al deportivo Táchira en un partido que terminaría con marcador favorable para el América dos goles a cero (el otro lo fue obra de Gerson González).
Ya de vuelta en Colombia, y con ganas de cobrar venganza contra todos aquellos que le habían gritado que las iluminaciones en el pelo no son cosas de hombres, decidió anotar su nombre en el placar en dos ocasiones más. Ambas contra el mismo rival, el alicaído Cortuluá.

Sobre Roganovich se podrán decir muchas cosas. En todo caso, sus ex compañeros lo recuerdan como un gran compañero, siempre listo a molestar a cualquiera con menos talento que él (no eran muchos) o que hubiese sido estafado por otro peluquero como había sido su triste historia.
Para el segundo semestre de ese año la hinchada americana no pudo seguir contando con este coloso del gol y Raulito no tuvo alternativa diferente a irse a mostrar su garra e ineficiencia en el área chica a otro país.

Cuentan que estuvo cerca de arreglar con el Real Cartagena, tradicional filial americana, pero que no fue posible debido al alto costo de su sueldo, aproximadamente 30 millones de pesos –dato confirmado– razón por la que el truhán que lo acompañaba y que fungía como empresario decidió ubicarlo en Sarmiento de Rafaela de donde luego pasó al boliviano Aurora para cerrar después su carrera delictiva en el Sol de América de Paraguay.
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Especiales del Bestiario: Unicosta


Formación de Unicosta que conseguiría el gran ascenso. Arriba, de izquierda a derecha: Robin Pico, Leonardo Visbal, Juan Torres, Jairo Calanche Sulbarán, David Pinillos y Jader Cervantes. Abajo, Gustavo Villa, Víctor Miranda, Gustavo Gil, Juan Carlos Gutiérrez y Henry Vásquez.

Contribución de Link

Una de las páginas más breves y extrañas de la historia del fútbol colombiano fue escrita por el Deportivo Unicosta. Este equipo, recordado por su peculiar uniforme combinación del de Boca (por la franja amarilla) y el de Junior (por su “Cerveza Águila” en la camiseta, patrón del deporte costeño y de sus tomatas) fue fundado en 1995 por Enrique Chapman, empresario deportivo y gerente de un grupo de mariachis en su natal Barranquilla.

Gracias a un misterioso capital humano y económico, Unicosta logró un vertiginoso éxito en el irregular torneo de ascenso, superándo a decanos de esa serie como el Cooperamos Tolima, el Deportivo Pasto, Real Cartagena y Lanceros Boyacá. Fue precisamente contra éste último equipo que Unicosta lograría el primero de una serie de cuestionables éxitos deportivos.Sucedió en la copa Concasa (nombre que orgulloso ostentaba en ese entonces el torneo de segunda división) de 1996/97 cuando el equipo costeño logró colarse en el cuadrangular final junto con titanes como el Deportivo Pasto, el Atlético Córdoba y Lanceros Boyacá. Fue en el partido final de este cuadrangular contra el equipo boyacense que el cuadro barranquillero logró su ascenso a primera gracias a un gol amañado de Eric Cantillo en un Estadio de la Independencia –el más grande del mundo- lleno hasta las banderas por única vez en su historia (quien esto escribe, orgulloso tunjano, puede dar fe de la pelotera de ese 1° de Junio de 1997).

La llegada del onceno “azul y oro” de la costa a la Primera División generó una nueva gracias a la aparición de un contrincante para el Junior sin rival de plaza desde la desaparición del Sporting en 1991. Esta expectativa rápidamente se apagaría como consecuencia de la muy irregular campaña del segundo equipo barranquillero en su debut, casi condenándose al regreso a segunda, a no ser por la aún más irregular campaña del Pereira. Hay que decir también que Unicosta parecía más una burda reencauchadora que un equipo de fútbol. A los servicios de este hogar geriátrico con equipo en la A recurrieron entre otros, Allan Valderrama, Alexis Mendoza, Wilson Pérez, Julio Gómez, Sergio “Checho” Angulo, Góber Briasco, Hugo Galeano (quien en uno de sus acostumbrados delirios fue incluso tenido en cuenta por “Bolillo” como posible ficha para Francia’98), Orlando Rojas y Carlos Rendón.

Lo único rescatable del debut en primera división fue el invicto logrado en los desempates por penales (pintoresca modalidad de asignación del tercer punto perdido por los empates), unos cuantos chispazos de creatividad de jugadores como Eric Cantillo, Allan Valderrama o el malogrado Jairo Calanche Zulbarán. Tras una campaña como visitante sin una sola victoria, en la última fecha de la campaña regular se enfrentaban a Millonarios en Bogotá, siendo los tres puntos de visitante, y una derrota del cuadro matecaña la única manera de mantenerse en la categoría máxima.

Una cuestionada actuación arbitral y la decisión de los jugadores azules de sumarse a la causa azul y oro gracias a la gestión de “Kike” Chapman con el gerente deportivo de Millonarios -el siempre prístino Ricardo “Pitirri” Salazar- le permitieron a Unicosta conseguir su única victoria en feudos ajenos. A esto se sumó una extraña derrota del equipo de Pereira contra el Caldas en el Hernán Ramírez que le representó a la furia matecaña un infernal paso por el “gran ascenso” y al Unicosta un año más en primera. Una vez garantizada su permanencia, Chapman decidió que era hora de convertirse en el equipo grande de la Costa.


Allan Valderrama festeja junto a Alexis Mendoza y a Giancarlo Torres la permanencia en la A.

Con grandes contrataciones en términos numéricos, lo único que lograron fueron algunas rocambolescas goleadas, como un 7-1 al Unión con 7 goles de Iván René Valenciano. Para recordar en términos deportivos, más bien poco; un partido ante el Medellín en el cual expulsaron a sus dos delanteros, y una serie de partidos de carácter gratuito en el Metropolitano, destacando las casi 50 mil personas que fueron al partido contra Nacional, sin pagar un peso.

Condenado al descenso mucho tiempo antes de terminar la temporada 1998, Chapman abandonó al equipo, debiéndole muchas quincenas atrasadas, enterrando a jugadores de la talla de Cástulo Boiga, Roy Davidson, Gustavo Villa (pide a gritos homenaje) y Eric Joel Cantillo.. “Unicosta es el único equipo en el que falta jabón para lavar los uniformes y un termo para el tinto”, aseguró en su momento Hugo Gallego –tecnico del Unicosta a comienzos de 1998- al tiempo que se quejaba porque “Kike” al llegar a Barranquilla lo había ubicado en un apartamento “sin televisor, sin ventilador, sin teléfono, en el que las cucarachas salían de los armarios, de los gabinetes y de los huecos del techo”. Apenas 42 dolientes asistieron a un triste empate/derrota contra el Tolima que sirvió Con la venta de la ficha del recién descendido Unicosta a su archirival, el Junior, se cierra la página de uno de los cuadros más braveros, patabrava, mañosos y maliciosos de la historia de nuestro fútbol.
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Javier Hernandez Bonnet modelo 89

El último grito de la moda en trajes para la presentación deportiva lo luce en esta foto el ahora exitoso presentador manizalita Javier Hernandez Bonnet por esa época presentador deportivo del noticiero 24 Horas. Se trata de un elegante saco en fino paño inglés blanco colección «prohombres de Envigado», combinado con una audaz camisa a rayas que hace un juego perfecto con un frondoso bigote..

Tan lejos de Tokio…


El exitoso Caldas también supo morder el polvo alguna vez. Eran tiempos austeros para el entonces Cristal Caldas, que tendría que esperar casi dos décadas para ser campeón de Colombia y de América. En esas épocas, cuando el conjunto albo jugaba en el desparecido estadio Fernando Londoño y Londoño las derrotas y los desastres futbolísticos eran pan de cada día.

En el arco no estaba Henao sino Mina Camacho, y el estandarte del club no era John Viáfara, sino Oswaldo Santoya. El entrenador no era Luis Fernando Montoya, en esa temporada se repartieron las cargas de la crisis Leonel Montoya, Carlos Miguel Dizz y en interinato Janio Cabezas y James Mina Camacho.

Para esa temporada (1988) el Caldas fue penúltimo, seguido muy de cerca por el inefable Unión Magdalena de Carabalí, Roque Pérez y el troncazo argentino Daniel Raschle.

En la foto: Miguel Antonio Rada, Andrés Estrada, James Mina Camacho, Oswaldo Santoya y Álvaro “Polaco” Escobar. Abajo: Luis Carlos Lugo, Juan Carlos Marín, Víctor Arizabaleta, Pablo Betancur y Carlos “La Fiera” Gutiérrez.
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El Cuchuflí

Precursor de los actuales «Tenores del fútbol», Teledeportes con Hernán Pelaez y Carlos Antonio Vélez contó con una tecnología que aún está lejos de ser siquiera igualada. Esta tenía como estandarte este curioso dispositivo del que brotaban como rayos laser y después de que Pelaez oprimiera el boton correspondiente las imágenes de la nota a seguir.

Al diablo con la fibra óptica, que nos empaquen Internet, que no nos vengan a meter los dedos en la boca con Ipods, tecnologías blue tooth, wireless y gsm; en el Bestiario del balón nos quedamos con la tecnología de vanguardia del Cuchuflí.

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Oscar Wirth

Uno de los precursores en Colombia de los buzos de arquero estilo uniforme de rugby (del que también puso su granito de arena Carlos Leonel Trucco) llegó precedido de gran fama a Colombia, cuando la dirigencia del Independiente Medellín hizo esfuerzos encomiables por contratarlo.

Wirth no era ningún pintado en la pared. Había sido figura histórica del Cobreloa subcampeón de la Libertadores 1981 y 1982 y había tenido un paso no muy afortunado por el Real Valladolid de España. Con esos pergaminos llegó para vestir la camiseta del rojo de la montaña. Tenía un antecedente llamativo en su palmarés: alguna vez, con el Valladolid, jugó como defensa central en un encuentro en el que su club venció 2-1 a Sevilla de visitante.

Wirth no tuvo fortuna en Medellín al igual que su equipo que, a pesar de tener grandes figuras, no clasificó al octogonal final de 1988. Lo más recordable de Wirth fue una noche en Bogotá donde, apagón de luz mediante, fue la gran figura del DIM que le ganó 1-0 a Millonarios. Esa noche y con el buzo con el que aparece en la foto, le atajó un penal a Mario Videla.

Luego el portero, con muchos años encima y atajando en la Universidad Católica de Chile, fue artífice de la eliminación del América de Cali en las semifinales de la Copa Libertadores de 1993 al taparle un penal a Alex Escobar. Igual volvió a ser subcampeón del torneo, pues el Sao Paulo destrozó 5-1 a los chilenos en el juego de ida.
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Norberto “Chomo” Cadavid

Como delantero nunca fue un hombre que revistiera peligro, pero su animosidad era temida por cualquier adversario, ya que, a lo David Banner en “El hombre increíble”, tenía serios problemas para controlar su temperamento, así que era mejor no hacerlo enojar.

Fue expulsado muchísimas veces por reclamarle a los árbitros o pegarle a los rivales. No era defensa, era atacante. Y su pólvora, que debía ser destinada para que explotara en las redes contrarias, en ocasiones explotaba pero en las canilleras del adversario.

Se hizo famoso a mediados de la década del ochenta por una terrible gresca que tuvo lugar en el marco de un juego entre Pereira y Junior y las imágenes de televisión lo tomaron haciéndole una trepanación de cráneo con los pies al ya debidamente homenajeado Javier Chimá. En ese entonces esta agresión fue bautizada como “La patada voladora del Chomo”.

Cadavid, que recorrió el eje cafetero mostrando su fútbol en las escuadras de esta región, aparte de breves pasos por Nacional, Tolima, América, Medellín y Bucaramanga llevó, según contaban sus conocidos, una vida disipada luego de su retiro. En el 2001 fue asesinado por un sicario en un paradero de buses en Medellín.
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Jorge Taverna

Delantero nacido en Los Surgentes, Argentina, Taverna tiene una historia de esas que podrían ser usadas en documentales judiciales de A&E Mundo sobre “Crímenes sin resolver”.

Taverna llegó a Colombia en tiempos donde los argentinos encontraban nuestro país como un oasis económico, más allá de sus cualidades técnicas. Y Jorge llegó en 1985 al Deportes Quindío, donde hizo varios goles que lo volvieron conocido. Por eso Independiente Santa Fe lo capturó en 1987 para reforzar el conjunto rojo que por esos tiempos peleaba palmo a palmo los títulos el Colombia.

En un partido definitivo contra Millonarios, válido por el octogonal final, Santa Fe tuvo la oportunidad de ponerse en ventaja en el clásico capitalino, que iba 0-0, con un claro penal que pitaron a su favor. El encargado de patear fue Taverna, que hasta ese entonces no había fallado desde el punto blanco. Sin embargo y sorpresivamente el argentino cobró como si fuera un niño de 5 años (en cuanto a ubicación y fuerza del disparo) que fue fácilmente retenido por Rubén Cousillas, que por lo general era un desastre en el arco.

Millonarios ganó 1-0 y por ese penal, Santa Fe resignó sus chances de quedar campeón. Después se supo extraoficialmente que Taverna había sido sobornado para errar ese cobro y que varios de sus compañeros de equipo, cuando se enteraron de la supuesta conjura, le dieron una paliza dentro del camerino por haber jugado con su plata y su futuro.

Después de eso Taverna se “pisó” y apareció en 1990 con Talleres de Córdoba al lado de otros dos conocidos, no tan troncos por supuesto: Darío Campagna y Carlos Prono. Se desconoce su paradero hoy por hoy.
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