Sergio Joao

Contribución de Dr. Orlack.

En 1998 este ex militante de la selección brasilera –en 1994 tuvo su chance con la verdeamarela junto a Aldair, Mazinho y otros mediocres que supieron aprovechar una temporada de gangas y becas del “scratch” – tuvo a bien salir coronarse como “pichichi”, “cappo canonieri”, “striker”, como quieran llamarle, de la Copa Libertadores de América jugando para el siempre aguerrido Bolívar de la Paz. Se trataba, no está por demás recordarlo, de una época en la que Fox sports no había asumido la transmisión del evento por lo que las únicas imágenes se podían ver de los partidos en los que no participaran los equipos colombianos, eran cortesía de Carlos Julio Guzmán o de Javier Fernández el tristemente célebre “cantante del gol” en sus secciones deportivas. Estos eruditos en su afán de hablar basura y de aligerar el tiempo en t.v – que aunque siempre dicen que es muy corto, suelen utilizarlo de la peor forma posible- aseguraban que Joao era un nuevo genio que acababa de parir la tierra de la samba.

Para el segundo semestre de 1999 tuvo a bien desembarcar en las huestes del América de Cali prometiendo, como prometen todos, goles, sacrificio, jogo bonito, folha secas, etc. Para desgracia de la parcial americana, este carioca de rutilante hoja de vida no fue la excepción e incumplió sistemáticamente con todas sus promesas. Tuvo, eso si, el agravante de que a lo largo del semestre se le dieron todas las oportunidades que se le pueden dar a un jugador –caso sólo comparable con las 1687493675 oportunidades, todas desaprovechadas, que se le dieron a Mauricio Romero “Romerito”- demostrando en todas y cada una de ellas que el propósito de su periplo colombiano había sido el de añadir un sello más a la colección que guardaba en su pasaporte y de paso aprovechar para turistear un poco y aprender a bailar salsa en algún oscuro hacinadero de Cali tan famosos en época de feria.

En uno de los últimos partidos de su tour por el Valle y Colombia jugado en una noche lluviosa de miércoles Joao se destapó con sendas anotaciones que le sirvieron al América para empatar a dos tantos con el Deportivo Pasto en Cali. Cuando circuló el dato por «Todo fútbol» fueron muchos los escépticos. No fueron pocos los que creyeron que se trataba de un error o que era el resultado de una noche de tragos de el corresponsal con este “Baijinho trucho” en la que el cronista había salido perdedor en una apuesta por lo que debía asignarle al carioca los dos siguientes goles del América en el torneo. Días después se pudo confirmar que los goles habían en efecto habían sido autoría de Joao pero que en todo caso no le habían servido para salir airoso de la “poda” que tenían preparada los dirigentes. Días después Joao saldría del América por la puerta de atrás y sin tiquete de regreso.

Tiempo después de haber robado en Colombia se supo que de los diez goles que Joao marcó en la Libertadores, que cinco fueron en un solo partido, que otros cuatro los anotó jugando como local –es bien sabido que el tema de la altura no es mentira– y que sólo una vez anotó por fuera de casa. Como Oleg Salenko en el mundial de Estados Unidos a quien los ahorros de una sola tarde de inspiración le alcanzaron para colarse entre los máximos goleadores del certamen.

Hace poco en el canal FX, se emitió un programa que en el que personas del común compiten para protagonizar una película XXX con verdaderas estrellas del género. El ganador gozaba de un asombroso parecido con el homenajeado. Tarde se habrá dado cuenta Sergio de que su talento no residía en sus piernas.

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Cartagena Gold

Otro ejemplo de vanguardia en el diseño deportivo criollo. En una época mojigata en la que la mayoría de los equipos se resistía a abandonar sus colores tradicionales, el Real Cartagena sorprendió en el segundo semestre de 2002 con esta combinación de dorado y negro diseño de la casa bogotana Saeta resultado de una curiosa afinidad que por el dorado evidenciara la tradicional textilera bogotana. En efecto, la tonalidad que se ve en este uniforme fue la misma que Saeta utilizó para una horripilante variación de la camiseta de Millonarios de ese mismo semestre que para fortuna de quienes aún creen en el buen gusto no llegó a ser parte de la indumentaria del equipo profesional. Para terminar hay que decir que además de este negro-dorado, Saeta vistió en ese mismo semestre al equipo de la heroica con un innovador diseño “all black” que pronto tendrá también su espacio. .

Juan Carlos Jaramillo

Clásico centrodelantero gratamente recordado por las fanáticas y de no muy grata recordación por los fanáticos azules. Con una importante trayectoria en divisiones inferiores y registrando –cosa curiosa en el medio– un breve paso por el equipo de las Fuerzas Armadas mientras prestaba su servicio militar, Jaramillo apareció en el panorama a comienzos de 1999 en el Millonarios de Jorge Luis Pinto. Después de un primer semestre con esporádicas apariciones en las postrimerías de los partidos, la desinteresada confianza que sobre él depositara el sucesor de Pinto, Luis García, le permitió consolidarse a finales de ese año como una de las gratas revelaciones azules junto a Andrés Pérez y a Andrés Chitiva.

La temporada 2000 con sólo siete celebraciones –cinco por torneo, dos por merconorte– no fue suficiente para confirmar lo mostrado en 1999. Pese a esto su cotización entre la fanaticada femenina de Millonarios seguía disparada. Los fanaticos, por su parte, comenzaban a mostrar algunas reservas. El año siguiente comenzó mal para Jaramillo: una grave lesión lo envío directo al quirófano. Al finalizar el año reaparecería convirtiendo en Guayaquil el gol de Millonarios en el 1-1 contra Emelec por la final de la Merconorte. Recuperado de su lesión, mostrando algo del nivel que había mostrado en aquel 1999 algunos optimistas creyeron que ahora si había llegado la hora del rubio delantero bogotano. El 2002 comenzó bastante bien para Jaramillo. Cuatro goles en las primeras fechas del torneo con el tragicómico Millonarios de Kosanovic, Franco y Gutierrez de Piñeres generaron más de un conflicto conyugal entre la fanaticada. La debacle azul de ese año obligó a más de un jugador a buscar nuevos rumbos. El destino de Juan Carlos fue Emelec, aprovechando la grata recordación que de él se tenía en el puerto por lo de la final de la Merconorte. En Guayaquil tuvo un rendimiento aceptable pero no suficiente para garantizar su permanencia. Su regreso al año siguiente a Bogotá marcó el comienzo de su debacle. Luciendo una cabellera rubia y larga hizo delirar una vez más al público femenino, el masculino, por su parte, optó por bautizarlo “Señorita Bogotá”. Con tan sonoro remoquete a cuestas Jaramillo tampoco contó con muchas oportunidades en el Millonarios de Peluffo. Las que pocas que tuvo, hay que decirlo, las dilapidó sin piedad. Un gol en el último partido del primer torneo contra Junior fue el balance de su regreso a casa.

Después de este fallido regreso, sendos semestres sin éxito en los clubes bogotanos: Santafe (segundo de 2003), de nuevo en Millonarios (primero de 2004) y en el recién ascendido Chicó (segundo de 2004). Contra todo pronóstico, el 2005 sería un buen año para Jaramillo. En el modelaje y en los comerciales de televisión finalmente encontraría su lugar bajo el sol.

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Tuluá Cerveza Corona

Una más de la fantástica saga “Cortuluá Libertadores 2002”. Seguramente con la intención de estar a la altura del evento, el presidente de Cortuluá, Oscar Ignacio Martán, gestionó un patrocinio cualquiera de los equipos grandes tradicionales envidiaría: Cervecería Corona. Hechas las gestiones pertinentes, el nombre de la tradicional cerveza mexicana y el de otro de sus productos, “Negra Modelo” pronto aparecieron sobre el glamouroso uniforme Umbro que recién estrenaba el equipo corazón. Pasó el tiempo y el equipo de Mayer Candelo, Hector Hurtado, Alex Posada y Oscar Díaz se desmoronó rápidamente.

El final del primer semestre encontró al Tuluá eliminado en primera ronda de la libertadores, en los últimos lugares del rentado y con mucha tinta roja en sus balances. Interrogado sobre el destino del dinero del patrocinio mexicano que harta falta estaba haciendo, Martán, sonrojado, afirmó que aprovechando el viaje a México a enfrentar al América en el último partido de Copa indagó ante las directivas de Cervecería Corona por el dinero que supuestamente le debían por el patrocinio. La respuesta de los mexicanos fue contundente: “revisamos bien y no hemos autorizado ningún patrocinio a ningún Tuluá”. Avergonzado, Martán reconoció entonces haber sido víctima de unos empresarios que le aseguraron se representantes de la cervecería mexicana. Los mismos que encargaron al buzón de mensajes atender las cada vez más recurrentes llamadas de un desesperado Martán que, impotente, veía como se convertía en protagonista y artífice de uno de los más tragicomicos embustes de nuestro nunca bien valorado rentado criollo.

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Millonarios Nanque cincuenta años

En 1996 Millonarios celebró sus cincuenta años y como parte de la celebración la directiva decidió que el uniforme de ese año no podía ser encomendado ni a Saeta ni a Torino, tradicionales proveedores del club azul.

Se escogió entonces a la firma argentina Nanque para que se hiciera cargo del traje conmemorativo. Así las cosas, desde finales del torneo nivelación 95 corrió el rumor de que el uniforme de los cincuenta años vendría del cono sur y con un diseño de vanguardia. La temporada 1995-1996 llegó y del dichoso diseño no había pistas.

La temporada terminó y la tal camiseta no apareció. Comenzó la Copa Mustang 96-97  y Millonarios estrenó un elegante uniforme Adidas,pero no era el tan mentado de los cincuenta años. Para el primer semestre de 1997 se vio a los arqueros utilizar un buzo Nanque y en algunos partidos a los jugadores con unas vistosas medias blancas de la misma marca. Se creyó entonces que por fin había desembarcado el esperado atuendo. P

Para el segundo semestre del año el ajuar finalmente se dejó ver; durante esos meses se pudo ver a los jugadores luciéndolo en los entrenamientos. Con un diseño muy común y corriente, lo único que llamaba la atención era el escudo que era el que se diseñó para la celebración de las bodas de oro. Sólo fue utilizado en algunos entrenamientos durante este semestre mientras en los partidos oficiales y amistosos Torino seguía siendo la casa encargada de la ropa de trabajo azul.

Al año siguiente, 1998, llegaría una nueva marca: Patrick y la camiseta de los cincuenta años, por motivos que hasta hoy se desconocen se quedó sin estrenar. Gracias a esto esta pieza exótica pronto adquirió la condición de uniforme de culto…

Nelson Tapia

Arquero de la selección chilena y de trayectoria importante en O’Higgins, Temuco, Universidad Católica, Vélez Sarsfield (jugó sólo dos partidos) Unión Española, Cobreloa y Santos que una vez retirado de la actividad profesional decidió venir unos meses a Barranquilla a descansar de tantos años de viajes, pretemporadas y concentraciones. Aprovechó también Nelson para estar una temporada consigo mismo, para reflexionar sobre su futuro después del fútbol y, de paso, en sus ratos libres, para tapar algunos partidos con el Junior.

De estos partidos se recuerda, además de una inocultable estampa de exfutbolista –su sola presencia hacía recordar a aquellos futbolistas que después de varios años vuelven a aparecer sobre un gramado en partidos de despedida de algún antiguo colega– una bermuda negra saltacharcos que le llegaba un poco más arriba del tobillo aportando algo de oscura gracia a un cuadro francamente lamentable.

Más preocupado por cuestiones existenciales que tarde o temprano afloran después de haberle dicho adiós a la actividad, los primeros partidos de Tapia con el Junior se caracterizaron por su falta de reflejos, sus aparatosas salidas a cortar centros y por haberse llevado de a tres y de a cuatro goles para el hogar de paso que lo acogió durante su breve estancia barranquillera. Con el paso de las semanas, mostró alguna leve mejoría –consecuencia lógica de la semana de retiro espiritual que antecedió ese domingo– en un clásico en Santa Marta contra Unión. Luego, el Medellín le encajó tres y dos semanas después del América se hizo presente en su cabaña con cuatro pepazos. “Es un tipo muy querido por todos» aseguró Peluffo antes de enviarlo al banco para el partido contra Cartagena. Esta decisión no fue del todo del agrado de Tapia y decidió dar por terminado su período de vacaciones en Colombia. Poco tiempo después aseguró que su paupérrimo rendimiento se debió a que el lugar en el que entrenaba el Junior estaba plagado de culebras que le impedían estirarse con la seguridad de que al caer no lo haría sobre algún desprevenido reptil.

Le faltó argüir que los gemidos de los caimanes apareándose a orillas del Magadalena no le permitían conciliar el sueño.
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Camiseta del DIM, colección Jorge Castillo

Al llegar al DIM, Jorge Castillo se tomó muy a pecho el tema de la “nueva administración”. Una de sus primeras decisiones fue la de rediseñar, por su cuenta, el tradicional uniforme del “poderoso” y encargarle la confección a la tradicional casa pereirana «Torino». El resultado, como todo en su gestión, fue poco más que nefasto: una camiseta en tonos chillones con hombros y cuello azul, una “M” en trazo de spray en el pecho en supuesta alusión a las «montañas de Antioquia» y un rojo en la parte inferior adornado con dos briosos corceles en franca lucha en el costado izquierdo. A este derroche de diseño hay que añadirle la pantaloneta y las medias en el mismo rojo pasión y un escudo que seguramente fue el resultado de un concurso celebrado entre los preescolares del Valle de Aburrá. La camiseta, para cerrar, fue estrenada en un no menos exótico partido nocturno contra la legendaria selección cubana.


Diego Serna Lopera, luciendo el diseño alterno. .

José Simhon

Ilusionista, prestidigitador y reconocido zar de los tapetes en Bogotá, José Simhon registra también un breve paso por los estadios colombianos bajo el nombre de Raúl Alejandro Naif.

De origen hebreo, el siempre sagaz mago tuvo a bien tomar todas las precauciones para que durante su incursión en el rentado criollo no se levantara la más mínima sospecha en relación con su verdadera identidad. Como primera medida, se hizo pasar no sólo como argentino sino que adujo también poseer nacionalidad palestina lo que lo obligaba a cumplir periódicamente con supuestos llamados –ya veremos luego qué había detrás– a la selección de su país. Con dos años de antelación, Simhon hizo también retirar de la radio, la televisión y de todas las sucursales de Konker cualquier publicidad en la que se apareciera su popular rostro o se hiciera cualquier tipo de alusión a él. Finalmente, recurrió a sendos trucos –valga decirlo, de principiantes– que le permitieron aparecer en varias fotos, en distintos escenarios y en diferentes momentos, luciendo camisetas de varios equipos del continente.

Habiendo abonado ya el terreno, Simhon apareció a comienzos de 2004 de la mano de un empresario que le mostró a la directiva santafereña sendos registros gráficos de un supuesto paso suyo por Deportivo Español en Argentina; Audax Italiano, Santiago Wanderers, Osorno y Puerto Montt de Chile; Victoria y Marathon de Honduras y, el gran gancho, la selección Palestina. Quiso el destino que la recién posesionada directiva roja anduviera en búsqueda de jugadores que por su pasado en selecciones nacionales estuvieran en condiciones de hacer mover el torniquete. Cuando surgió la posibilidad de Simhon no se tomaron siquiera la molestia de verificar su currículum. “No es de la selección Argentina, ni de la brasilera, es de una europea, de Palestina”. Afirmaron al unísono segundos antes de tramitar un jugoso contrato.

Fue así como a comienzos de ese año el popular mago pudo pasarle cuenta de cobro a un par de amigos –el mago Richard, Fabriani y Lorgia, suponemos– quienes se habían mantenido escépticos en relación con los proyectos de José y máximo habían sospechado que se trataría de un novedoso truco que lo ubicaría en la cancha del Campín durante algunos segundos de un partido de los albirrojos. En ningún momento se imaginaron que su debut con la roja no iba a estar mediado por ningún tipo de ilusionismo.

De su aventura balompédica hay que decir que Simhon no logró desligarse del todo de sus demás actividades. Así, las temporadas de descuentos en Konker siempre coincidían con supuestas lesiones o extrañas convocatorias a la selección Palestina. Eso si, durante este año José tuvo a bien cuidarse de no figurar en ningún tipo de publicidad con su tradicional identidad de mago y vendedor de tapetes. A lo sumo atendía en días de mucha congestión durante las rebajas. En esos días no estaba del todo exento de que algún desprevenido hincha santafereño “argentino de Santa Fe” a lo que el buen mago solía desviar la atención del aficionado haciendo aparecer un pony en algún arrume de tapetes cercano.

En conclusión, el siempre generoso rentado colombiano le ofreció a Simhon la oportunidad de marcar dos goles (uno contra el DIM, otro contra el Caldas)en partidos de alta competencia. El arqueo final de su incursión da cuenta también de varias botellas de Vodka que debieron hacerle llegar sus escépticos colegas una vez constataron hasta la saciedad que lo suyo no era un truco pesado y entendieron de una buena vez que el nunca bien valorado rentado criollo –y, sobre todo, la directiva cardenal– suelen ofrecer más comodidades y facilidades a quien se muestre interesado en vivir “the Mustang Cup experience” que el mismísimo Konker de la Caracas a los clientes interesados en un tapete persa. Pareciera como si en ambos casos aplicara el popular «¡Apúrense que estoy botado!¡Y yes y otra vez yesssssss!»..

Lucho Grau

N. de la D. Para el Bestiario es un motivo de inmensa alegría contar a partir de la fecha entre nuestros colaboradores con Andrés Salcedo. Gran periodista, incomparable locutor y ante todo, maravillosa persona.

EL ALARIDO DE LA JUNGLA (Reflexiones antropológicas en torno a Lucho Grau)

Dicen quienes los han enfrentado en el campo de batalla, que los gurkhas, los fieros guerreros de las montañas nepalesas, antes de hundir su puñal en la yugular de la víctima, lo aturden con un horrísono alarido que parece brotar de una grieta ancestral no cerrada de todo, que es como una fuga no reparable en la tubería genética, por la que aflora, resumido en un grito, lo más primitivo y primario de la especie humana.

Con una división de combatientes gurkhas en sus filas, el ejército británico ha logrado importantes victorias militares. La última de ellas, en los playones cenagosos de las islas Malvinas.

Los equipos de fútbol reproducen el modelo combativo del ejército británico: por este flanco, atacar con un escuadrón de soldados que hablan inglés de Oxford y se perfuman antes de cargar los cañones; por el centro, barrer las colinas con la meticulosa y aplomada soldadesca de Su Majestad; y, en la retaguardia, sembrar el miedo con el alarido de los últimos cazadores de la caverna.

Los gurkhas del fútbol también se limitan a obedecer la voz del instinto más antiguo, que se escapa por la grieta ya mencionada y les ordena salir a cazar, a depredar, a saltarle a la yugular al primer ser viviente que tenga el infortunio de cruzarse en su camino. A paralizarlo con un alarido, transformado, por la propia bioquímica del juego, en un codazo, en un patadón, en un escupitajo.

Claro, su formación militar es diferente a la de los temibles guerreros de Nepal. Se graduaron de matones en los ajustes de cuenta que son los partidos de fútbol callejero en nuestras ciudades.

A esos buscapleitos de barrio, el fútbol profesional les dio licencia para portar armas y les impuso las primeras insignias castrenses, con lo que, en la práctica, los autorizó para delinquir en público. Y en la tribuna y en el campo, se revivieron los viejos rituales del circo romano. El crujir de huesos pasó a ser parte de espectáculo, como en tiempos de Nerón.

En el fondo, a todos nos gustan esos matones que van sembrado selva por el campo durante los 90 minutos que dura un partido de fútbol, que, sin ellos, sería tan aburrido como una película donde todos tengan el alma buena.

Pero, bueno. Se supone que esta columna debía estar dedicada a uno de los personajes arriba descritos. Un deshumanizado guardián de la madriguera cromañona, que no desentonaría, ni en una horda de sádicos gurkhas, ni en ningún cruce de caminos de la Edad de Piedra: mi paisano Lucho Grau.

Aunque me comprometí con el director de este espacio a escribirle una nota llena de sarcástico veneno sobre Lucho, mi instinto cavernario me lo ha impedido. Lucho fue nuestro gurkha. Salió de nuestra guarida con el garrote en la mano, el brillo asesino en los ojos, un puñal en el sobaco y clavos retorcidos en los guayos. Y con el grito de la fiera primitiva pugnando por salir de su garganta.

¿Cómo podría explicar mi negativa a ridiculizar a Lucho, para que ustedes me entiendan y me disculpen?. Quizá si les cuento –o les recuerdo- un triste episodio de nuestra tragicómica historia latinoamericana.

Aburridos y berracos porque la mayor parte del dinero que los Estados Unidos enviaban como ayuda a la República Dominicana, gobernada por el corrupto y sanguinario dictador Trujillo, fuera a parar a las cuentas bancarias de su familia, unos senadores le preguntaron al entonces vicepresidente Richard Nixon (que tampoco le hacía ascos a las trampas y golpes bajos): ¿Es que no se ha dado cuenta de que Trujillo es un hijueputa?. Y Nixon, como yo ahora – perdón, otra vez, director- les respondió:
Ajá, sí, pero es nuestro hijueputa.
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