Las siguientes palabras fueron pronunciadas por nuestro jefe de redacción, Tulio Triviño, en el acto en el que se le impuso a Hamilton Ricard Cuesta la medalla de la orden “Francisco Foronda” destinada a los futbolistas colombianos que han sabido dar ejemplo a las nuevas generaciones en el difícil arte de ordeñar finanzas de clubes foráneos:
«Cuando regresó a Colombia a jugar con Santa Fe en el segundo semestre de 2002 tenía el inconfundible semblante del jugador que emprende la retirada a pesar de que apenas contaba con 28 abriles a sus espaldas. El fútbol que mostró confirmó que así era. Lento, falto de distancia, pesado, a duras penas logró marcar dos goles con la camiseta cardenal. Cuando muchos creían que anunciaría la fundación de la escuela “Hamilton Ricard para la promoción de la paz, la convivencia y los nuevos valores” en Palmira, Hamilton sorprendió a propios y extraños anunciando que el Emelec todavía confiaba en él y en sus capacidades. Su numerosa fanaticada intuyó entonces que por aquello de la dolarización de la economía del vecino país y por los jugosos sueldos que se le pagan a las estrellas foráneas en la tierra de Holguer Quiñónez, Hamilton había decidido terminar de cuadrar caja en Ecuador y garantizar de una buena vez un ingreso a la tercera edad sin las angustias y los apuros de quien no le alcanza para los Tena.
En Ecuador, hay que decirlo, soltó su último chispazo. Desafortunadamente para la barra “Hamilton Ricard de Palmira fiel”, su excelente producción goleadora con el Emelec en 2004 se vio truncada por una sanción que le impuso la FEF por los gestos obscenos que se le vieron en un partido contra Olmedo. No tuvo en cuenta el juez en su informe que la de Hamilton era la edad de los gases que no avisan y en la que los esfínteres comienzan a pasar cuentas de cobro.
Cuando en su natal Quibdo ya se hacían todas las gestiones necesarias para que la terminal de buses llevara su nombre, Hamilton volvió a sorprender anunciando que partía para Chipre a engrosar las filas del legendario APOEL de Nicosia. En realidad, esa noticia no fue gran cosa si se le compara con la sorpresa que el buen Hamilton tenía preparada para su siempre fiel fanaticada. En los primeros días de enero de 2005, se disputó en la ciudad deportiva del Betis (si, el español, el de Sevilla), un singular concurso de tiros libres. ¿Participantes? Santiago Cañizares como arquero, Zinedine Zidane, Martin Petrov, Constantin Galca y un tal Hamilton Ricard.
Un primer semestre de 2005 irregular alternando entre playa y entrenamientos, le valió a Hamilton recibir de la directiva del APOEL un tiquete solo ida a Palmira para las vacaciones de mitad de año. Ahora si, todos creyeron que anunciaría su retiro y que entre sus planes estaba un partido de despedida organizado por su barra “Hamilton Ricard de Palmira fiel”. Sin embargo, el contumaz Hamilton impactó una vez más anunciando que el Cali lo acogería para el segundo semestre. Después de superar todo tipo de inconvenientes, el Cali dio la vuelta olímpica en diciembre con Ricard a bordo.
No obstante la maestría con la que dio la vuelta, esto no fue suficiente para que Hamilton conservara cupo en el cuadro azucarero y nadie se sorprendió cuando su nombre bajo el rubro de “los que salen” a comienzos de este mes.
Así las cosas, la tercera si parecía ser la vencida. Los más arriesgados alcanzaron a especular que el Cortuluá lo acogería para ir facilitándole el montaje de la escuelita en Palmira. Pero no, Hamilton decidió que un tercer aire era algo perfectamente posible y alistó papeles para presentarse en el consulado de España. Su destino: el Numancia. “Plata si hay, lo que falta es agarrarla”, se le escuchó decir mientras ingresaba a emigración. Un maestro, un ejemplo para las nuevas generaciones.» (aplausos)
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