Jaime "El tanque" Ruiz

Un clásico de los suramericanos juveniles: el jugador que tuvo la suerte de que su cuarto de hora coincidiera con los días del torneo y que gracias a eso logró un grado importante de notoriedad por encima de otros jugadores que finalmente son los que logran surgir y consolidarse. Una vez termina el torneo difícilmente vuelve a fijarse en él la fortuna, siempre esquiva, siempre caprichosa.

Ese fue el caso de Jaime “El tanque” Ruiz. Llamado a última hora, este alumno de la Sarmiento Lora logró colarse en la titular por encima de Edixon Perea y Víctor Montaño. Algo torpe y sin hacer gala de mucha fundamentación, Ruiz logró convertir en cuatro ocasiones claves para la clasificación de Colombia al mundial de Emiratos Árabes. Gracias a la euforia generada por la clasificación, Jaime fue presentado como una de las grandes revelaciones del torneo. No había terminado el suramericano y ya se daba como refuerzo fijo del Udinese. Estudiantes de la Plata, equipo en el que se había probado el semestre anterior, maldijo la hora en que lo dejó partir Y lo de siempre: que la nota a la familia, que la cancha donde aprendió a jugar, que el que le vende los calzoncillos, que el nuevo Tren Valencia, etc.


«El tanque», en su involvidable verano uruguayo de 2003.

Pasada la tormenta, por ahí se supo que lo del Udinese no resultó y Ruiz recaló en el Quindío. Para el segundo semestre de 2003 Ruiz no tuvo cupo en la titular que disputó un mundial que encontró a Perea y Montaño en su mejor nivel. A comienzos de 2004 y con las sobras de la fama del suramericano intentó probar suerte en el Aucas pero tampoco coronó. Finalmente encontró su lugar en el mundo en el Cortuluá, club en el que militó en 2004 y 2005.
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Wilberto "El temblor" Valencia

Contribución de Xeneizebastian.

Su singular remoquete no corresponde a un albañil de Ingeominas ni tampoco a alguien que padezca el Mal de Parkinson a los niveles de Muhammad Alí o Frank Ramírez. Sólo nos referimos a las celebraciones que más bien parecían un agudo ataque de epilepsia de un par de anotaciones conseguidas en su debut por nuestro homenajeado

Al principio, el nombre de Wilberto Valencia sonaba simplemente como un experimento –u obligación por aquello de la norma del sub-20- del entrenador de Millonarios Norberto Peluffo el día de su estreno oficial como timonel embajador enfrentando al Unión Magdalena en Santa Marta en la primera fecha del año 2003.

Lo que vino después fue algo que ni el más optimista de sus primos se lo imaginó: dos goles en su debut en Santa Marta acompañados, obviamente, por la ya citada celebración que sirvieron para que Millonarios lograra sus primeros tres puntos de aquella temporada y para añadirle un poco más de expectativa puesta al clásico frente a Santa Fe qua disputarse una semana después.

Desafortunadamente, su aparición en el “gramado” del Eduardo Santos fue tan efímera como la de Sofía Vergara en Guardianes de la Bahía; tan desgraciada como la de John Leguízamo en la película Carlito’s Way, donde apareció solo para asesinar al protagonista; tan falaz como la de Shakira cuando cantó junto con la banda Aerosmith en unos premios MTV y tan matizada con tintes de estafa como la figura de Francisco Maturana en los banquillos del Vicente Calderón.

Frente a Santa Fe, “El Temblor” solo se hizo notar al entonar el Himno Nacional y en un par de aplausos con los que saludó alguna genialidad de Máyer Candelo, conductor azul en ese año. Wilberto se fue promediando el segundo tiempo y de ahí en adelante, salvo una convocatoria por parte de Reinaldo Rueda a un par de entrenamientos con la Selección Colombia Sub-20 que se preparaba para el suramericano, no pasó mayor cosa con él.

Siendo fiel a la tradición de este espacio de atender a rumores sobre el paradero actual de los más pintorescos ejemplares de nuestra fauna futbolística, se supo hace un par de meses que el homenajeado, en compañía de unos cuantos amigos que poseen las mismas cualidades histriónicas, montó una Ópera-Champeta con la que se fue de gira por los Territorios Nacionales deleitando a propios y extraños con el singular paso que inmortalizó en el “césped” del Eduardo Santos en la tarde de su cuarto de hora.

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Saulo Hernández

«Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no vio nada: así que, llevándole por la mano, metiéronle en Damasco».

Hechos de los Apóstoles 9, 4.

Otro de la gran colección de arqueros que se quedaron más tiempo en su carrera sentados en un banquillo, cual oficinista público en una casilla de reclamos en cualquier CADE o similar. Pero Saulo, que no es el de los relatos bíblicos, sino el carnal Hernández, nunca tuvo la suerte de que las escamas que cubrían sus ojos cayeran al suelo para que pudiera ver.

Como en este versículo, Hernández se la pasaba en el piso, al ser víctima de cuanto delantero le provocara vencerlo y al levantarse, con el saque de su equipo, seguía sin ver. Por eso fue víctima de varias goleadas en contra.

Criado en el Deportivo Cali, fue tercer arquero detrás de «Tribilin» Valencia y Pedro Zape. Despues, Hernández caminó Colombia con un pastor alemán llamado constancia. Vistió, entre otros, la casaca de Santa Fe (suplentazo de Heber Armando Ríos), Pereira, Bucaramanga, Unión La Cartagenera, Cúcuta y Unión Magdalena, donde tuvo una noche de gloria en el Atanasio Girardot al atajar cuatro disparos en una definición desde el punto penal contra Nacional, en un juego que tuvo este desenlace para definir un 0,50 de bonificación.

Lo mejor de su carrera: la vez que en Bogotá, estando en el Cúcuta, entró a la cancha con el buzo de arquero demarcado con el número cero. Algo a todas luces irreglamentario, pero que finalmente no afectó en el escritorio a su club, pues su mala actuación propició la victoria de Santa Fe 3-1, incluido un gol infantil de cabeza de Rubén Darío Bedoya. Saulo, sin mucha visión, pensó que en el centro del “Cheo” Romero previo al tanto, el balón había salido del perímetro del campo.

Hoy tiene una escuela de fútbol llamada “Escuela Deportiva Municipal Saulo Hernández”.
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Real Madrid-Kokoriko

Imagen para la posteridad. Ocurrió en el torneo de la Esperanza para juveniles que se celebró en el Valle del Cauca a comienzos de 1993. Sin mucho aspaviento, la famosa pollería patrocinó al Real Madrid de España, una de las atracciones del torneo; algo tan exótico como ver al Inter con el logo de Seguros la Equidad. Llegados a ese punto, es muy factible que el contrato también haya permitido ver en ese año a los pollos asados girando y expeliendo su incomparable aroma melgareño en los bajos del Bernabeu. .

Ricardo Castelblanco

Apareció misteriosamente en el segundo semestre de 1995 en la nómina titular del Millonarios de Wojtila y Prince. El «Pili» (otros periodistas aseguraban que era el «Pirri», nunca se pudieron poner de acuerdo) no fue de esos jóvenes valores que de tiempo atrás se venían asomando por el primer plantel ingresando al campo en los minutos finales de los partidos que ya estaban asegurados. Tampoco había hecho parte del equipo satélite que en el semestre anterior había dejado a Millonarios al borde del descenso. nómina . Alguna trayectoria en el tradicional torneo del barrio Olaya era su única carta de presentación. Pese a no tener muchas arandelas en su hoja de vida y por esas cosas que sólo pasan en el fútbol bogotano, Castelblanco llegó por la puerta grande: nada de palomitas los últimos minutos de los partidos. No, una vez fue llegando de una vez se le fue asegurando un puesto en la titular.

Saltando a la cancha desde el comienzo y jugando casi siempre los 90 minutos, este volante bogotano alcanzó a jugar unos diez partidos conformando memorable pareja con Juan Carlos Niño. Poco mostró Castelblanco en estos partidos, su nivel descendió vertiginosamente y a duras penas logró salir en la foto del plantel que meses más tarde se coronaría subcampeón.

Dicen haberlo visto más adelante en alguno de los equipos bogotanos de la primera B. Sea lo que fuera, su fugaz trayectoria sólo le alcanzó para este humilde homenaje.

Pareja de volantes símbolo del buen momento del fútbol bogotano en años recientes.

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Julio César "Mechas" Sarmiento

Cabellera larga y ensortijada, vello sobre los labios debatiéndose entre bozo y bigote, pómulos salidos y una mirada que pondría en estampida a la escolta personal de “Popeye”, “Mugre” o “Icopor”. Estos son todos rasgos de una estirpe de defensas centrales y volantes de marca colombianos que desde la década de 1980 ha tenido a bien atemorizar no sólo a sus rivales en la cancha sino a cuanto niño o anciana se topaban fuera de los gramados.

Julio César “Mechas” Sarmiento fue uno de los precursores de una estirpe a la que también pertenecieron Orlando “Salvaje” Rojas, Leonel Álvarez, Carlos Castro –el volante del Tolima-, Freddy Bogotá y Allan Valderrama entre muchos otros. Como todos los de su especie, “Mechas” se caracterizó más por su enjundia y sus notables deficiencias a la hora de medir la fuerza con la que enfrentaban a sus rivales que por la maestría y sutileza con la que despachaban a los delanteros contrarios. Debutó en el equipo de su tierra, el Bucaramanga, de donde pasó en 1989 al Cali de Wojtila, “Cenizo” Nunes, Rayo y otros que finalmente no lograría clasificarse al malogrado octogonal de ese año. Fue durante su estadía en Cali que Sarmiento fue protagonista de una nota de la sección de deportes del noticiero Criptón, a cargo en ese entonces del “estelar” Esteban Jaramillo, sobre “calvos y peludos”. Según recuerda un miembro del equipo de redacción de este humilde espacio, en esa nota Sarmiento aparecía hurgándose su cabellera “haciendo que los dedos se convirtieran en un trinche ideal para masajear esa mota tan asquerosa”.

Del «Mechas» también hay que recordar la atracción que misteriosamente ejercían él y los de su especie sobre Ricardo “Pitirri” Salazar en esa época gerente deportivo de Millonarios. Gracias a esta malsana atracción, todos los diciembres Sarmiento aparecía sagradamente en la lista de posibles refuerzos azules generando auténtico pánico en una hinchada que ya tenía suficiente con los desmanes de Rojas, Bogotá y Valderrama. Para el alivio de la parcial y para la desdicha del “Pitirri” esta aspiración suya nunca llegó a concretarse y la carrera del “Mechas” siguió su curso en el Quindío y más adelante, en 1996, en el Tolima del “Tucho” Ortiz, junto a Cassiani, Carlos Castro y Alejandro Mullet.
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Jáder Rojas

Delantero samario con nombre de extraditable, fue incapaz de cargar con el peso que sobre sus espaldas depositó César Villegas al catalogarlo en sus inicios como el “Christian Vieri colombiano”. Debutó en Santa Fe en 1999, temporada en la que además de marcar dos goles –uno de ellos de excelente factura contra el Caldas en Tunja- su buen desempeño permitió que su nombre fuera incluido junto al de, por ejemplo, Jeffrey Díaz entre las grandes promesas santafereñas del momento.

Con el peso del dictamen de Villegas ya en su equipaje, Rojas fue enviado al Real Cartagena en la temporada de 2000. De su paso por este equipo rescatamos el siguiente concepto emitido por un ferviente hincha del equipo cartagenero en su página web: “no se sabe como juega en profesional este animal”.En el 2001 el destino de Jáder fue el Bucaramanga, ciudad en la que a duras penas se asomó por el banco se suplentes del Alfonso López. A esta incursión santandereana le siguió un período de su carrera más bien Un confuso registro da cuenta de un paso suyo por el Monagas de Venezuela en el primer semestre mientras que otro registro un poco más fiable lo ubica en la banca santafereña en un partido del segundo semestre.

Para el 2003, las palabras del ya difunto Villegas adquirieron nuevamente vigencia cuando su nombre apareció entre los refuerzos del equipo cardenal. Pese a haber convertido algunos goles (la mayoría fueron descuentos), al finalizar la temporada estaba suficientemente claro que eso del “Vieri colombiano” no fue sino un devaneo más de quien en su momento prefirió al “Choco” Suarez en lugar de un tal Javier Zanetti que se le ofrecía desde Argentina. Pese a su mediocre rendimiento, la situación del equipo a finales de 2003 era tan precaria que en varios partidos Rojas hizo pareja con otro cañonero de la talla de Lucas Jaramillo. Entre esos partidos se cuenta aquel célebre contra el Unión en el que la nueva directiva Santafereña –gente pujante, generosa- abrió de par en par las puertas del Campín para que la hinchada asistiera en masa, más que a ver el partido en cuestión, a participar en un novedoso referendo que sobre el futuro inmediato de la institución llevo a cabo la nueva directiva. Una de las preguntas del referendo indagaba por qué jugadores de la actual plantilla no deberían seguir para la temporada venidera; sobra decirlo, Rojas y Jaramillo le dieron sopa y seco a sus inmediatos perseguidores. Quizás presintiendo lo que ocurría en la tribuna los goles de esa tarde fueron justamente de estos dos artilleros.

Haciendo caso a la voz del pueblo, cuándo no, la directiva santafereña decidió con contar más con los servicios de Jáder para 2004. Este hecho marcó el inicio de un largo trasegar para Rojas. El Lara de la segunda división venezolana fue su primera escala. De ahí partió al Olmedo ecuatoriano a donde también lo acompañó la maldición del malogrado directivo.

Regresó a Colombia a comienzos de este año para pasar con más pena que gloria por el Unión Magdalena en el primer semestre del año. Su siguiente destino fue el Centauros de Villavicencio en un errático trasegar que en últimas es lo único que lo une con el delantero italiano.
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No te lo guardes: Efraín Pachón

El Bestiario del balón, siempre preocupado por la salud mental de sus lectores, ha decidido abrir una nueva sección incursionando así en la modalidad del ejercicio virtual karmico-terapeutico. La sección «no te lo guardes» le permitirá a nuestros lectores liberar las malas energías que por causa del fútbol inevitablemente se van apilando año tras año en el alma del hincha mediante la publicación de la imagen -sin texto- de figuras que no necesitan presentación para que sean ustedes quienes en los comentarios no se guarden ni una pizca del sentimiento para con el homenajeado de turno. El encargado de inaugurar la sección es Efraín Pachón, personaje de gratísima recordación entre las fanaticadas santafereña y cucuteñas.

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Francisco Foronda

Tosco y poco recursivo defensa central que se dio a conocer en Nacional a mediados de la década de 1990. De la misma estirpe de los Galarcios y de los Casquetes, es una verdadera lástima para el género del terror que la vida no los haya juntado así fuera en un solo partido en la misma zaga. Después de Nacional, “Pacho” aterrizó en el Once Caldas club en donde alcanzó un nivel medianamente aceptable. Gracias a la llegada de Javier Álvarez a la selección Colombia de mayores a comienzos 1999 pudo emular a otros ejemplares de su estirpe como Bélmer Aguilar y el mismo Galarcio que –aunque usted no lo crea- también llegaron a ponerse la amarilla. En el Caldas permaneció hasta mediados de 2002 cuando llegó a Bogotá de la mano con el ya homenajeado Alexander Lemus para militar en el Millonarios de Cheché Hernández. De su paso por Bogotá quedaron unas declaraciones suyas que bien resumen lo que fue su breve estadía en la capital: “yo nunca me equivoco a propósito”, afirmó después de una de las varias demostraciones de su talento que debió padecer la parcial embajadora ese semestre.

Viendo que el mercado colombiano no le ofrecía mayores posibilidades, en buena parte gracias a esas declaraciones, Foronda tuvo a bien rebuscarse un rincón del mundo en donde estas célebres palabras no habían tenido eco. Fue así como la liga de Israel, en primera instancia, y la Rusa más adelante disfrutaron de su técnica y habilidad en la zona posterior. No obstante, el mayor hito de su carrera aun estaba por llegar. Fue a comienzos de 2004, época para la que muchos en Colombia ya lo consideraban un exjugador que Francisco apareció en Gimnasia y esgrima de La Plata como refuerzo para esa temporada. Al conocerse la noticia muchos creyeron que se trataba de un error o una inocentada. Si hubieran dicho que Julio “El comandante” Romaña era el nuevo refuerzo de Racing le habrían dado más credibilidad a esa noticia. Con el tiempo, y con la ayuda de algunas imágenes de Foronda entrenando en La Plata que los noticieros emitieron para terminar de convencer a los más incrédulos, se consumó lo que a la luz de los entendidos era una pequeña pero no menos simbólica venganza del fútbol colombiano (se recuerda también el breve paso de Freddy Torres Acosta por tierras gauchas) para con su homólogo argentino por los innumerables pizzeros y taxistas que ha enviado a esta tierra con el falso título de futbolistas.

En Gimnasia, Foronda la hizo olímpica. Jugó muy pocos partidos dedicando el resto de su estadía (seis meses) a labores de índole síndical y a cobrar un jugoso cheque que, se rumora, estaba entre los de más cifras en la nómina. Terminada su estadía y haciendo gala de una sagacidad y de una desfachatez que sólo se le conoce a los nacidos por estos lares, Foronda no sólo no jugó seis meses sino que se fue encolerizado y amenazando a los directivos de Gimnasia con demandarlos.

Registra un breve paso por Jorge Wilsterman de Bolivia y actualmente milita en el Deportivo Italchacao de Venezuela. Nuevamente, un grandazo.

Con información de enunabaldosa..

"Lucho" Herrera

Más conocido por sus ejecutorias sobre el caballito de acero, “Lucho” Herrera registra también una dilatada trayectoria en el fútbol profesional colombiano bajo el nombre de Armando Osma. De forma paralela a su carrera ciclística, Lucho supo cuajar una carrera futbolística que, contrario a su desempeño en el mundo de las bielas, se caracterizó más bien por la intermitencia y la mediocridad. Está claro y es más que comprensible que el “jardinerito” no podía responder en todos los frentes con la misma maestría con que lo hacía sobre los pedales.

Así las cosas, no sobra recordar como muchos en su momento se preguntaron por qué en la década de 1980 Lucho no se decidía a emprender vuelo con destino a un equipo grande del viejo continente donde seguramente encontraría gregarios que le ayudarían a salir avante de los tan temidos abanicos. La respuesta es muy simple: pese a que el ciclismo era el deporte que más éxitos y glorias le reportaba, Lucho no tenía ni la más mínima intención de abandonar la actividad que cautivaba a la otra mitad de su corazón: el balompié. Mientras militara en el Café de Colombia, “Lucho” podía sin ningún problema alternar los entrenamientos entre semana con sus apariciones en los estadios del país con la verde del Cali. Las ausencias obligadas por motivo de su presencia en la Vuelta, el Tour y la Dauphiné cuando no coincidían con una para del campeonato eran fácilmente disimulables bajo la excusa de una lesión, un inconveniente familiar o una simple rabieta de su técnico, el también célebre Karol Wojtila. En todo caso, no se trataba de una pieza fundamental en el andamiaje azucarero. Ahora, si “Lucho” se hubiese animado y hubiese decido firmar para el Reynolds, el Z Peugeot o para el Toshiba, también hubiese sido preciso conseguirle un equipo francés o español de algún mínimo renombre el cual ubicar a Armando Osma, labor que estaba condenada al fracaso: una cosa era anunciar que Lucho había firmado para el Reynolds y otra, muy diferente, que el “Piripi”-sobrenombre con que se le conocía en las canchas- era el nuevo refuerzo de, diga usted, el Atlético de Madrid.


«Lucho», en un momento de gloria en las canchas.

Una vez llegó a su fin su carrera ciclistica, por allá en 1992, Lucho encontró vía libre para dedicársele de lleno a su pasión oculta. No es gratuito entonces, si se observa con cuidado, que el desempeño de Armando Osma registrara un notable ascenso justo a partir de 1993, temporada en la que pese a descender con el Tolima, Herrera aportó numerosos goles que finalmente no servirían de nada. No obstante, este buen desempeño le significó al “Piripi”un contrato con Millonarios gracias a la gestión que oportunamente hiciera su mentor en las canchas, Karol Wojtila. Ya en el ocaso de su carrera y sin dejar nunca de ser el delantero modesto que siempre fue, Lucho supo poner su granito de arena en el subtítulo que ese año conseguiría el club del que nunca negó ser un apasionado seguidor. Un gol en el último minuto contra Nacional en la final de ese año que le significó la victoria a los dirigidos por Popovic le permitió, por unos breves instantes a Lucho saborear en un gramado las mieles de la gloria que gracias a la “bici” le eran ya muy familiares.


Imagen para la posteridad: Wojtila y Herrera celebran un gol en el banco norte de El campín.

Bastante tímido, pero no menos porfiado, Osma quiso aprovechar al máximo los pocos años que le quedaban de carrera futbolística quemando sus últimos cartuchos en el recién ascendido Cortuluá y más adelante en el Atlético Huila. Su paso por el corazón del valle marcó el inicio también de una nueva etapa de fuertes conflictos en su vida cuando muchos le sugirieron seguir los pasos de Rafael Antonio Niño en la dirección técnica de equipos nacionales. Lucho supo hacerle caso omiso a esas presiones y tuvo a bien escuchar su corazón. El tiempo terminaría por darle la razón y hoy por hoy, como asistente de Luis Fernando Suárez en la selección ecuatoriana, será uno de los pocos colombianos presentes en Alemania 2006.
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