
A comienzos de 1998, meses antes del mundial de Francia, el «Bolillo» sorprendió al país futbolístico incluyendo en la convocatoria para un partido amistoso contra San Lorenzo a un tal Christian Tamayo. Se trataba de un jovencito de Palmira, del registro del Boca Juniors de Cali, que no había debutado aún como profesional y que ni siquiera había hecho parte de selecciones juveniles. En ese momento se dijo que semejante excentricidad era parte de una nueva tendencia que se imponía en el fútbol mundial que consisitía en «ir acercando» a la selección mayor a futuras promesas para que adquirieran roce internacional, supieran qué era una concentración y aprendieran a lidiar con la prensa deportiva. Fue así como los áulicos de «Bolillo» hicieron ver este suceso como algo perfectamente normal que además nos ponía a la vanguardia mundial en el tema de manejo de jóvenes valores. Fuera lo que fuera, el país entero puso sus ojos en quien tenía que ser un superdotado, un niño aventajado que hacía historia al ser el primer jugador que sin haber debutado como profesional ya hacía parte de una selección mayor.Una vez más, el país tenía motivos para creer que se estaba ante el advenimiento de un fenómeno.
Finalmente el partido contra San Lorenzo, como es costumbre, se perdió y Christian no debutó. Todo lo dicho sobre esa «nueva tendencia» cayó en saco roto pues para las siguientes convocatorias no hubo más sorpresas de este tipo quedando más que demostrado que la convocatoria de Christian no fue sino uno más entre los exóticos caprichos del técnico que, en todo caso, no estuvo excento de suspicacias. De Christian nada se volvió a saber y, para ser sinceros, era bastante predecible que la sal que sobre el vertieron los acusiosos reporteros que dieron cuenta de su temprana convocatoria surtiera su infalible efecto. Sin conocer cual fue la verdadera motivación del Bolillo para hacerle tremendo daño a una jóven promesa el hecho es que Christian debió haber quedado eternamente agradecido para con Hernán.
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