Muy común en el fútbol es escuchar que «por un pelo» un equipo logró un título, una clasificación o salvarse del descenso, pero rara vez, escuchamos que por un «mechón de pelos» un equipo consigue un objetivo. Pues bien, gracias a un «mechón de pelos» y más que a un mechón de pelos, gracias a una memorable y no menos certera mechoneada cortesía de la la singular capacidad del «Pecoso» Castro para caminar sobre la cuerda floja del reglamento, el América de Cali logró un cupo en la semifinal de la Copa Libertadores del 2003.
Después de perder 2-1 en Buenos Aires contra River Plate por los cuartos de final de la Copa, el América había logrado remontar el marcador y se imponía 3-1 en Cali. Faltando pocos minutos para terminar el partido, River arreció sus ataques contra el arco de «Rufai» Zapata buscando ese segundo gol que obligaría a una definición por penaltis (el gol visitante no tenía valor agregado por esos días). En uno de tantos ataques, el balón se desbordó por la línea lateral, llegando a los pies de Castro quien inmediatamente lo despachó con dirección al terreno de juego, proceder que colmó la paciencia de Darío Husaín quien reaccionó golpeando al «Pecoso». Al tanto de lo que ocurría, su hermano Claudio intervino en su defensa y fue entonces que Castro, viejo zorro, lo recibió con un jalón de pelo digno de cualquier culebrón de franja maldita que a su vez desencadenó una batalla campal con el sabor que sólo le pueden dar los equipos del Sur cuando se ven impotentes ante una inevitable eliminación. .












