Bestiarísima: Elda Arely de Hoyos

Con tan sólo 17 años y estudiante de contaduría pública, aspira a ser una gran profesional y desempeñarse bien como modelo profesional. En sus ratos libres va al gimnasio y escucha música. .

Rubén Dos Santos

Como complemento a nuestra estelar sección «Venga a Cali, tape en el Cali» , y ante el abundante material que la directiva azucarera se ha empeñado en proporcionarnos, la redacción del Bestiario del balón está considerando la posibilidad de inaugurar la sección «Venga a Cali, juegue en el Cali». Por lo pronto, y mientras fluyen los conductos regulares, nos corresponde dedicarle un espacio a Rubén Dos Santos, lateral izquierdo uruguayo que disfrutó de una agradable temporada en la sultana del Valle entre julio y diciembe de 1997 vistiendo, siempre y cuando la guía se lo permitiera, la camiseta del Deportivo Cali.

Antes de venir a Cali, Rubén militó en Peñarol, Central Español y Defensor Sporting, club en el que alcanzó algo de notoriedad cuando le marcó dos goles en dos partidos a Peñarol por la Libertadores de 1996. No dudamos que fueron esos quince minutos de fama los que facilitaron su temporada caleña que terminaría a finales de 1996 cuando corto de fondos y decidió dar por terminados sus días de azueto y enrolarse en Bellavista cuando apenas despuntaba 1998. De seis meses en Olimpia de Paraguay, de otros seis en Bellavista, de seis más en Paysandú para luego volver a Bellavista y de ahí, como los elefantes, a terminar la carrera en Peñarol, club donde comenzó nos habla la bitácora de un jugador que tenía todo el perfil de haber sido propiedad no de Peñarol ni de Bellavista sino de Avis o Hertz. Son pocos los registros que se conservan de su paso por Cali no hablen de recorridos por la hacienda La María y de talleres didácticos en el Museo Rayo. Uno de ellos, un texto de Carlos Fernando Forero «Cafefo» publicado en la Revista del Cali, se destaca por su acidez e ironía, características que nunca han sido las de esta casa. Pese a esto, y por considerarlo un documento con algún valor histórico lo reproducimos a continuación: «Nunca pudo tener regularidad. Fue constante salida por su zona, la izquierda. No es ningún dechado de perfección. De 37 centros que ensayó sólo acertó 18. Dos balones estrelló en los palos. Por su sector, equios como el Unión hicieron fiesta en el Pascual Guerrero. Además, los recuperadores zurdos son fatales y eso desnudó más al uruguayo». .

Farley Hoyos

Apodado «El gato» y de la cantera del Deportivo Rionegro, este delantero paisa goza de índices más altos de recordación que el mismo Pandolfi en la hinchada cardenal y particularmente entre los más jóvenes. Tuvo la suerte de conformar junto a Silvero Ramón Penayo una dupla atacante que así como supo dejar traumas entre los hinchas rojos, todavía hoy es añorada por defensas y arqueros rivales.

Proveniente del Envigado y habiendo militado ya en el DIM y en el extinto Deportivo Antioquia (casaca que luce en la foto), llegó a Santa Fe a mediados de 1996 en calidad de joven promesa del fútbol antioqueño. A juzgar por lo mostrado en las primeras de cambio cuando sobresalió por su endiablada gambeta y su notable habilidad manejando el balón, a Farley le esperaba un gran futuro en Santa Fe. Sin embargo, con el correr de los partidos en compañía del célebre «Rayo» supo orquestar sendos recitales de torpeza y desperdicio que terminaron por afectar seriamente la salud mental de la parcial cardenal. Hay que decir a este respecto que los recuerdos de los despilfarros protagonizados por esta legendaria dupla han quedado enquistados en algún lugar entre el conciente y el inconsciente de buena parte de los hinchas rojos generando convulsiones y alucinaciones en momentos, por lo general, poco oportunos. Un gol contra su antiguo club, cosa rara en nuestro medio, fue el saldo final del muy recordado paso de Farley por Santa Fe.

Vilipendiado en la capital, partió a mediados de 1997 rumbo al centro del Valle en donde supo mantenerse en el Cortuluá hasta 1998. Reaparecería en primera en 2000 disputando 11 partidos con el Bucaramanga. Sobra decirlo, su producción goleadora brilló por su ausencia. Sin puertas que se le abrieran en Colombia aplicó la de cualquier futbolista criollo en apuros: probar suerte en Perú o en el Salvador. Después de mucho pensarlo se decidió por la tierra del Inca y aceptó la oferta del muy recordado Coopsol Trujillo (no amigo lector, no era patrocinado por un ungüento para después del sol, es el equipo de un reconocido grupo empresarial peruano que presta a sus abonados servicios de consultoría, publicidad y aseo según reza en su página oficial). En Trujillo el «Gato» alcanzó el tope de su carrera con los nueve goles que marcó en los treinta y tres partidos que disputó durante el 2001. Objetivamente, seguía siendo una cifra bastante modesta tratandose de un atacante. Su buen desempeño con los de Trujillo le valió un contrato con el renombrado Estudiantes de Medicina en donde volvió por sus fueros convirtiendo tres goles en veintidos partidos durante el primer semestre de 2002. Aun con estas cifras a cuestas, el Cienciano lo tuvo en cuenta como refuerzo para el segundo semestre. Un solitario gol no fue suficiente para garantizar su permanencia pero si para garantizarle un contrato para el 2003 con el Alianza atlético de Sullana equipo en el que nuevamente pasó en blanco en materia goleadora.

Terminada su incursión peruana, Farley regresó a su Antioquia natal donde fue acogido por el Itagüi. Del Itagüi pasaría al año siguiente (2005) al Bajo Cauca, club en donde fue opacado por goleadores con menos años encima como Carlos Castro y John Jairo Tréllez. Desmotivado, colgó los guayos a finales de 2005. Hoy es titular inamovible de la selección Antioquia categoría Senior Master.

Con la valiosa colaboración de Muerte al julgo.
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Nuevo patrocinador

¿Siempre soñó con ver los partidos del rojo en diferido?¿Siempre imaginó un juego de bridge o canasta mientras en la pantalla Tulio Hernán Guerrero y el «Elegante» Mosquera Torres hacen gala de su fútbol exquisito? ¿Qué tal un partido de ping-pong con el «Watusi» Lozano? Con un moderno salón de cartas a la altura de los mejores de América, billares y mesas de ping-pong de última generación, la casa santafereña está lista para recibir a todos los rojos bestiaristas. Imprima este post y podrá compartir un chico de billar con Didio Mosquera..

Especiales del Bestiario: River Plate de Buga

Si algún día la vida lo pone en la situación de argumentar por qué nuestro nunca bien valorado rentado criollo es también un remanso de excentricidades sin parangón, orgulloso puede recordar el caso del Fiorentina que de la noche a la mañana se convirtió en River Plate. En efecto, el citado disparate tuvo lugar a mediados de 1995 cuando el proyecto Fiorentina-Caquetá hizo agua obligando a su gestor y mayor promotor, el madrugador empresario Genaro Cerquera, a recoger sus corotos y a buscar un nuevo puerto en donde anclar. Con la ficha en la mano, el empresario tuvo que recorer toda suerte de ciudades internedias con perfil de posibles sedes del «gran ascenso» hasta llegar a Buga, ciudad en la que se topó con el también próspero Henry Cubillos quien para entonces fungía como presidente del River Plate de Buga, club deportivo con un pedigree de más de 28 años dando de que hablar en el fútbol aficionado del Valle del Cauca.

Hecha la negociación, el Fiorentina –club que fuera cuna de jugadores como Leiner Orejuela, Andrés «Roque» López, Orlando «Fantastma» Ballesteros, Osman López y Alex Daza– cedió su ficha al ahora profesional River Plate de Buga y con 36 jugadores dirigidos por el profesor Alberto Suárez comenzó la aventura «millonaria» en la «ciudad señora de Colombia». Con el Hernando Ázcarate Martínez como domicilio; bajo la dirección del profesor Alberto Suárez; con el apoyo de las barras «La banda roja», «La juvenil roja», «La bastonera» y la siempre fiel «Barra de Darío»; y con Raúl Rivera, el brasilero Arnaldo Da Silva y José «Chepe» Torres como baluartes el 17 de septiembre de 1995 un empate a un gol contra Alianza Llanos en Villavicencio marcó el debut del River Plate de Buga en la primera B. A esto debemos añadirle que, según un completo informe de Deporte Gráfico publicado por esos días, el presupuesto mensual del club rondaba los 20 millones de pesos, semanalmente se recaudaba en las taquillas del Azcárate Martínez un promedio de cuatro millones, socios e hinchas del equipo colaboran con la vivienda y la alimentación de jugadores provenientes de otras regiones (interesante ítem: ¿se alcanza imaginar usted llegar a casa y encontrar apoltronado en su sala de estar al central responsable de marcar al delantero rival que supo amargarle la tarde?) y para no tener problemas con la caja menor una rifa de un Chevrolet Swift le garantizarían por lo menos 100 millones de pesos al club.


Su técnico, Alberto Suárez posa en compañía del preparador fisíco Ismael Benítez

Un notable tercer puesto en la reclasificación le permitió a los de la banda cruzada del centro del Valle clasificarse sin afugias a los cuadrangulares semifinales en el año de su debut. Le correspondió disputar el cuadrangular «A» junto con Cúcuta (a la postre campeón), Rionegro y Unicosta. Llegada esta instancia el equipo se desinfló y a duras penas alcanzó el tercer lugar con cuatro puntos, los mismos de Unicosta, colero del grupo. Para el torneo siguiente la suerte sería bien distinta: una pésima campaña les abriría las puertas de la primera C en la época en que todavía había funcionaba el ascenso y el descenso entre estas dos categorías. Exótico y efímero, el proyecto River Buga puede sacarlo de apuros llegada la hora de demostrar lo pintoresco que puede llegar a ser nuestro balompié profesional.

(En la foto, arriba, de izquierda a derecha: Raúl Rivera, Juan Carlos Agudelo, Miguel «El elegante» Mosquera Torres, José Luis Osorio, Mauricio Galindo y Diego Pizarro. Abajo: José Omar Azcárate (utilero y de alguna manera descendiente del dueño del estadio), José Torres, Walter Valencia, Javier Rodríguez, Rubén Dundo (argentino) y Alonso Rodríguez. .

No te lo guardes: Hernán Silva Arce

Vuelve nuestra estelar sección con un invitado de lujo. Figura muy respetada entre la fanáticada azul, en aquel célebre Paraguay-Colombia por las elimintorias a Italia’90 en Defensores del Chaco se supo ganar también el cariño y respeto del pueblo colombiano. .

Libardo Aranda

Terminando ya la década de 1990 brotó de los más profundo del Chicamocha un rumor que daba cuenta de la aparición en alguna cancha santandereana de un arquero que a decir de los especialistas en menos de dos años haría de Óscar Córdoba y Miguel Calero dos suplentes de lujo en la selección.

El rumor no tardó en llegar a oidos de los directivos de Nacional que inmediatamente desembolsaron lo necesario para hacerse a sus servicios. La negociación qué llevó a Libardo a Medellín, además de además de engordar las arcas de dos o tres «empresarios», permitió la llegada de por lo menos tres jugadores propiedad del Nacional a reforzar al Atlético (los nombres no los recordamos, si alguien tiene el dato, bienvenido). En Nacional, Libardo recorrió la pista de patinaje del Atanasio en la vuelta olímpica de 1999, en calidad de cuarto arquero.

Pasó el tiempo y los pergaminos con los que había llegado a Nacional poco sirvieron. Para 2000, ya había vuelto a casa coincidiendo su regreso con la llegada de Héctor Burguez. Sin rechistar, Libardo supo que por el momento le correspondía ser suplente. Para el 2001 no hubo grandes cambios en el panorama. Después de algunos partidos como titular, Aranda volió a instalarse en la banca, esta vez como suplente de Leonel Rocco. Después de Rocco, supo ser suplente, entre otros, de Henao y Tuberquia hasta que a finales de 2004 una Berlina del fonce lo arrimó a Tunja en donde, por lo visto, necesitaban un arquero con alguna experiencia siendo suplente de uruguayos para que fuera el segundo detrás de Sergio Miglacio. En el Chicó actuó algunos partidos en los que convenció a todos de que lo suyo no era el saltar a la cancha y posar para la foto. A mitad de año fue licenciado del equipo que para la época ocupaba las últimas casillas del campeonato. Es un misterio su paradero actual. Se presume que regresó a Medellín a vivir de glorias pasadas. .

Para azules bestiaristas

Les recomendamos este sitio: http://azulvintage.blogspot.com . Inauguraron el sitio con el gol de Domínguez a la U de Chile en 1995. No hace falta ser azul para disfrutarlo. .

Una selección bien amparada

Un incunable por donde se le mire. La joya de la corona de nuestra modesta colección. En 1985 las fuerzas vivas de la nación unieron fuerzas para designar una comisión de notables que tendría la misión de encontrar la forma para sacar a nuestro fútbol del abismo en el que se encontraba después de sendos fracasos en las eliminatorias recientes y, especialmente, después de haber abdicado a la sede del mundial de 1986. La comisión, encabezada por Daniel Samper Pizano, comenzó por cambiar el atuendo de la selección: del blanco y el zapote ambos con franja tricolor al amarillo y al rojo como uniforme alterno. Para presentar el nuevo diseño nadie mejor que la diva del momento: la inacabable Amparo Grisales. Pretendía también esta comisíon, como se lee en la breve reseña que por esos días se publicó en El Gráfico de Argentina, «reconstruir la imagen de nuestra Selección para hacer desterrar la relación que se hace del narcotráfico con el fútbol colombiano». Éxito total el de la comisión.

Muchas gracias, enunabaldosa..

Francisco "Pacho" Serrano

El primero de los «Pachitos» de Santa Fe (Wittinghan, Serrano y Delgado) en tener su espacio en esta codiciada galería debutó en 1999 generando gran expectativa entre la parcial por su buen trato del balón y la precisión de sus pases. Al año siguiente, 2000, la joven promesa continuó al alza en un plantel que impotente vio como el gusto por el dinero fácil de Edison Mafla le impediría en las últimas fechas conquistar el ansiado y, a juzgar por el nivel mostrado, merecido título o cuando menos un cupo para la Copa Libertadores. Pero no fue en el equipo del «Guigo» y Tomic donde Pacho alcanzaría el que años más tarde sabríamos que fue su tope. Fue en el 2001 cuando, pese a una lesión que lo alejaría cinco meses de las canchas, se destapó desplegando un fútbol de elegante técnica y jugadas de filigrana.

En el 2002 su rendimiento se mantuvo al alza. Con ocho goles en la temporada terminó de confirmar que estaba listao para emprender vuelo. Todo parecía ir ahora sí viento en popa hasta comienzos del año siguiente cuando una nueva lesión se atravesó en su camino. Tras muchos meses de incapacidad finalmente regresó a las canchas en el segundo semestre en un clásico del que Santa Fe saldría derrotado 2-1. El desempeño de Serrano en el partido estuvo a años luz del que aún permanecía en la retina del hincha. De hecho, el Pachito que se vio en los minutos que pudo actuar el resto de ese 2003 en ningún momento alcanzó siquiera los tobillos de la joven promesa de hacía dos años. Tan paupérrimo fue su regreso que el club cardenal decidió a comienzos de 2004 prescindir de sus servicios. Después de probar suerte en Quindío y Chicó, Pacho terminaría por templar en la Academia Compensar, club en el que, por momentos, dejó asomar aislados chispazos de ese talento que en algún momento derrochó en Santa Fe. Con estos chispazos como argumento, a comienzos de este año partió rumbo a Centroamérica en donde hoy brilla con luz propia en el medio campo del «Águila» de El Salvador. .