Oscar Wirth

Uno de los precursores en Colombia de los buzos de arquero estilo uniforme de rugby (del que también puso su granito de arena Carlos Leonel Trucco) llegó precedido de gran fama a Colombia, cuando la dirigencia del Independiente Medellín hizo esfuerzos encomiables por contratarlo.

Wirth no era ningún pintado en la pared. Había sido figura histórica del Cobreloa subcampeón de la Libertadores 1981 y 1982 y había tenido un paso no muy afortunado por el Real Valladolid de España. Con esos pergaminos llegó para vestir la camiseta del rojo de la montaña. Tenía un antecedente llamativo en su palmarés: alguna vez, con el Valladolid, jugó como defensa central en un encuentro en el que su club venció 2-1 a Sevilla de visitante.

Wirth no tuvo fortuna en Medellín al igual que su equipo que, a pesar de tener grandes figuras, no clasificó al octogonal final de 1988. Lo más recordable de Wirth fue una noche en Bogotá donde, apagón de luz mediante, fue la gran figura del DIM que le ganó 1-0 a Millonarios. Esa noche y con el buzo con el que aparece en la foto, le atajó un penal a Mario Videla.

Luego el portero, con muchos años encima y atajando en la Universidad Católica de Chile, fue artífice de la eliminación del América de Cali en las semifinales de la Copa Libertadores de 1993 al taparle un penal a Alex Escobar. Igual volvió a ser subcampeón del torneo, pues el Sao Paulo destrozó 5-1 a los chilenos en el juego de ida.
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Norberto “Chomo” Cadavid

Como delantero nunca fue un hombre que revistiera peligro, pero su animosidad era temida por cualquier adversario, ya que, a lo David Banner en “El hombre increíble”, tenía serios problemas para controlar su temperamento, así que era mejor no hacerlo enojar.

Fue expulsado muchísimas veces por reclamarle a los árbitros o pegarle a los rivales. No era defensa, era atacante. Y su pólvora, que debía ser destinada para que explotara en las redes contrarias, en ocasiones explotaba pero en las canilleras del adversario.

Se hizo famoso a mediados de la década del ochenta por una terrible gresca que tuvo lugar en el marco de un juego entre Pereira y Junior y las imágenes de televisión lo tomaron haciéndole una trepanación de cráneo con los pies al ya debidamente homenajeado Javier Chimá. En ese entonces esta agresión fue bautizada como “La patada voladora del Chomo”.

Cadavid, que recorrió el eje cafetero mostrando su fútbol en las escuadras de esta región, aparte de breves pasos por Nacional, Tolima, América, Medellín y Bucaramanga llevó, según contaban sus conocidos, una vida disipada luego de su retiro. En el 2001 fue asesinado por un sicario en un paradero de buses en Medellín.
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Jorge Taverna

Delantero nacido en Los Surgentes, Argentina, Taverna tiene una historia de esas que podrían ser usadas en documentales judiciales de A&E Mundo sobre “Crímenes sin resolver”.

Taverna llegó a Colombia en tiempos donde los argentinos encontraban nuestro país como un oasis económico, más allá de sus cualidades técnicas. Y Jorge llegó en 1985 al Deportes Quindío, donde hizo varios goles que lo volvieron conocido. Por eso Independiente Santa Fe lo capturó en 1987 para reforzar el conjunto rojo que por esos tiempos peleaba palmo a palmo los títulos el Colombia.

En un partido definitivo contra Millonarios, válido por el octogonal final, Santa Fe tuvo la oportunidad de ponerse en ventaja en el clásico capitalino, que iba 0-0, con un claro penal que pitaron a su favor. El encargado de patear fue Taverna, que hasta ese entonces no había fallado desde el punto blanco. Sin embargo y sorpresivamente el argentino cobró como si fuera un niño de 5 años (en cuanto a ubicación y fuerza del disparo) que fue fácilmente retenido por Rubén Cousillas, que por lo general era un desastre en el arco.

Millonarios ganó 1-0 y por ese penal, Santa Fe resignó sus chances de quedar campeón. Después se supo extraoficialmente que Taverna había sido sobornado para errar ese cobro y que varios de sus compañeros de equipo, cuando se enteraron de la supuesta conjura, le dieron una paliza dentro del camerino por haber jugado con su plata y su futuro.

Después de eso Taverna se “pisó” y apareció en 1990 con Talleres de Córdoba al lado de otros dos conocidos, no tan troncos por supuesto: Darío Campagna y Carlos Prono. Se desconoce su paradero hoy por hoy.
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Carlos “La Fiera” Gutiérrez


A la sazón, era un delantero que rendía en conjuntos de baja estofa y en realidad, más allá de ciertas falencias técnicas que puede tener cualquier profesional, lo más importante de Carlos “La Fiera” Gutiérrez era su pinta, más cercana a la de un luchador tailandés que a la de un jugador profesional.

Este hombre nacido en Manizales hasta ahora no tiene comprobados parientes en Mongolia o Tailandia, más allá de su evidente parecido con los habitantes de Ulan Bator o Bangkok. Siempre estuvo en boca de todos en los ochenta, porque jugaba con las medias caídas, camiseta por fuera y sus mechas al aire, casi en una de las típicas demostraciones de la rebeldía en los looks de esta década.

Su hazaña más recordada en los últimos tiempos fue marcar un gol definitivo para Santa Fe en 1990, con el que los rojos vencieron 2-1 a Atlético Nacional, un miércoles lluvioso e el que Carlos Arias le atajó un penal a René Higuita. Estuvo por clubes como Santa Fe, Cúcuta, Pereira, Caldas, Táchira y Alianza Llanos, donde en su primera presentación con los llaneros, en el marco de la primera fecha de la Copa Concasa en 1992, desperdició un penal que le atajó el arquero César Velasco en un bodrio sabatino que culminó 0-0 entre Cóndor y Alianza Llanos.
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Oswaldo Santoya

Recio defensa central sanandresano bastión de la zaga del Cristal Caldas antes de que este fuera el Once Philips y mucho antes de que fuera el Once Caldas que América conoció en la Copa de 2004.

De Oswaldo hay que decir que la suya parecía ser la carrera promedio del irredento central bravero colombiano de no haber mediado un inusual golpe de suerte en forma de excentricidad del inefable “Pacho”. Fue en el primer semestre de 1994 en tiempos del célebre invicto forjado a punta de derrotar extras uniformados cuando se dio a conocer la lista semanal de convocados –esta vez el rival era el Sao Paulo en Bogotá– que en ella aparacieron dos nombres que no estaban en las cuentas de nadie: Nestor Ortiz y Oswaldo Santoya.

Sobre la sorpresiva convocatoria del crédito sanandresano expertos sostienen que este no fue sino uno más de una serie de acuerdos a los que llegaron el gobernador del archipiélago y el entonces presidente Samper luego de que Nicaragua tentara por enésima vez a las islas con mejores perspectivas en caso de que decidieran anexarse al país centroamericano. Los maturanologos, por su parte, sostienen que esta no fue sino una excentricidad más del chocoano a la que no hace falta sobredimensionarla para que no la repita cada vez que retome las riendas de la selección mayor.

Volviendo con el afortunado de turno, hay que decir que su presencia en selección fue tan efímera como un soplido del famoso hoyo del archipiélago. El partido contra Sao Paulo, del que salió lesionado, y una palomita contra Nigeria fue todo el chance que tuvieron los isleños de sentir que al continente los unía algo más que el mero Plan 25. Contrario a lo que sucedería con su compadre Ortiz, Santoya regresaría al Once para permanecer en la fría ciudad surtidora de hidalguía por varias temporadas más. Permaneció inamovible en la zaga caldense hasta que otro desquiciado, Jorge Castillo, se lo llevó para su pomposo DIM siendo este el último registro de este isleño andariego.
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Sporting Gino Gabuchi

Este Peñarol currambero regresó de la tumba, la que había ocupado al mejor estilo de Joselito Carnaval desde 1953, último año en el que había participado de un torneo de Primera División. En 1988, con mucha enjundia, los directivos y empresarios de la Costa quisieron refundar esta institución para darle un poco más de peso a la plaza de Barranquillla y para que el Junior tuviera un clásico más fuerte que el habitual partido frente al Unión Magdalena de Santa Marta.

El consorcio Abuchaibe, una de las empresas de textiles más influyentes de la Costa Atlántica se metió en este emprendimiento y con su prestigiosa marca de pantalones “Gino Gabuchi” (competidor fuerte de otras marcas tales como Sergio Valente, Lorenzo Banfi y demás) le dio un espaldarazo económico al equipo de la Costa.

Pero la mezclilla y el percal de Gino Gabuchi no le trajeron suerte al Sporting, que gastó parte de su dinero en refuerzos uruguayos más que malos (El arquero Gualberto Veliscko, el zaguero bigotón Hebert Pais, y los ofensivos William Gutiérrez y Edison de la Iglesia) y en pagar las largas cuentas que dejaba el pasivo de la institución, que perdía plata hasta abriendo el estadio Metropolitano de Barranquilla.

Finalmente en 1992 decidieron que la ficha del Sporting fuera cedida al Real Cartagena, y ni el propio Sporting tuvo el “honor” de bajar por sus propios medios a segunda división. Le dejó esa oportunidad a los heroicos. ¿El gran aporte del Sporting en el fútbol colombiano? Que le dio experiencia a Miguel Calero y Farid Mondragón, que se hicieron figuras en el equipo a punta de volar por todos lados para tapar los tremendos huecos de su defensa. También marcó un hito: fue el primer club de Daniel Alberto Tilger en Colombia.

En la formación, arriba de izquierda a derecha: Alex de Alba, Alfredo González, Gustavo Ebrta, Herbert Pais, Gualberto Veliscko, Enrique Simón Esterilla. Abajo: Jorge Villar, James Cardona, Yosvidas Fuentes, Góber Briascos, Óscar Muñoz
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Didio Mosquera

Volante oriundo de Buenaventura con una trayectoria que al menos en los primeros años fue casi idéntica a la del “Tren” Valencia. En efecto, junto con el ya homenajeado Pablo Chaverra, los tres desembarcaron en las divisiones inferiores de Independiente Santa Fe a finales de la década de 1980. Pronto, Didio y Adolfo –la vida guardaba otra senda para Pablo– llegarían no sólo a conformar la legendaria selección Bogotá sub23 de 1991 sino también a hacer parte de la nómina titular del rojo capitalino. Muchos santafereños, no necesariamente los más optimistas, creyeron que de la mano del “Tren”, Didio también despuntaría y que en unos años sería imposible hablar del Adolfo sin referirse a Didio y viceversa.

No obstante estos augurios, la suerte, que es celosa y es mujer, decidió cancelar su saldo con Didio de un solo contado mientras que con el buen “Tren” no tuvo reparo en bendecirlo hasta el hartazgo. Así, mientas Adolfo pronto comenzaría un largo idilio con la fanaticada alimentado con goles de todas las facturas, lo de Didio se liquidaría en una sola tarde. Fue contra el América un domingo por la tarde en El Campín mientras transportaba el balón a más de 60 metros del arco contrario cuando Didio, en súbito ataque de clarividencia, supo que su cuarto de hora en la vida había llegado. Con la sabiduría de una iluminación tan repentina como pasajera y sin mirar siquiera donde diablos andaba parado Niño Didio dejó sus restos en un potente remate que en su trayectoria no encontraría más obstáculo que la red del arco americano. La hazaña de Mosquera recibiría un despliegue importante. Que el gol de la fecha, que venga Didio y nos cuenta de su vida, que si ese es sólo el abrebocas, que si nos recibe en su casa, que ese nombre tan raro de dónde salió, etc. Adolfo, por su parte, esa tarde se duchó y silencioso, emprendió camino a casa disfrutando el no ser objeto del acoso periodístico.

Una semana después, Didio regresó a su parcela en el anonimato mientras que las cámaras y los micrófonos volverían a posarse sobre su paisano. Acostumbrado a esta situación, Didio la afrontó con la tranquilidad de quien está a paz y salvo con el destino. Lo que vendría después es ampliamente conocido al menos en la parte que le corresponde al “Tren”. Por el lado de Didio el balance final de su carrera muestra, además de sus 68 partidos conr Santa Fe, breves estancias en el Tolima y, cómo no, en el Huila. El balance habla también de un solo gol. En casos como el de Didio más que el número importa el artículo. No fue un gol, fue su gol.
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Especiales del Bestiario: Copa Tecate

Bizarro certamen que tuvo lugar a comienzos de 1995 cuando algunos avezados empresarios consiguieron el apoyo de la cerveza mexicana Tecate -que por ese entonces llevaba a cabo un intento, a la postre fallido, de penetrar el mercado colombiano- para la realización de un cuadrangular internacional en Bogotá.

Desde el comienzo algo olió raro. Pese a lo llamativo de los equipos que desde diciembre habían anunciado su presencia: el Vélez Sarsfield recién coronado campeón del mundo, la selección mexicana del “Chapulín” Campos, la selección polaca y el local Millonarios al cuadrangular se le dio el mismo cubrimiento que se le suele dar por esa época al nunca bien valorado octogonal del Tabora. Fue así como en diciembre, los pocos que leyeron en algún recuadro que a Bogotá vendría el Vélez campeón intercontinental de Bianchi, Chilavert, Flores, Assad, “El negro” Gomez y Roberto Trotta además de la selección mexicana de Campos creyeron que se trataba de algún error fruto de la confusión del encargado de los despachos de AP por aquello de la similitud entre la altura de Bogotá y el DF y que la sede del cuadrangular tendría como sede la ciudad de México. De esto siguieron convencidos los pocos que tenían noticia del evento cuando en los primeros días de enero no apareció ninguna información al respecto.

Sin embargo, a finales de enero un pequeño aviso apareció en las páginas interiores del Diario Deportivo anunciando el cuadrangular internacional Copa Tecate con la participación de Vélez, la selección Polonia, Millonarios y un bizarro “combinado mexicano”. A cuentagotas se supo que en efecto el cuadrangular tendría lugar en Bogotá, que Vélez traería a buena parte de sus figuras y que Millonarios lo asumiría como parte de la preparación para la Libertadores de 1995. Lo que no quedaba claro todavía era el tema del “combinado mexicano”.

A una semana de comenzar el torneo, el evento tuvo algún despliegue en la prensa capitalina. Sobre el cuarto participante, el enigmático combinado, se supo que sería un arrejuntado de jugadores de la liga azteca con el “Chapulín” en el arco. Este último fue incluso objeto de un artículo de una página que con motivo de su próxima visita a Bogotá le dedicara el Diario Deportivo. Un nuevo aviso, también en el DD; días antes del evento anunciaba que el cuadrangular lo abrirían el viernes los partidos Vélez-Combinado mexicano y Millos-Polonia.

Llegado el día de la inauguración, los escasos enfermos que esa fría noche se agolparon en las gradas del Campín vieron salir por el túnel al que supuestamente era el tan mentado combinado mexicano luciendo un uniforme blanco y azul muy oscuro. Rápidamente se percataron de que el arco no lo ocuparía el legendario “Chapulín” sino que este sería ocupado por un portero barbudo luciendo un buzo de algodón a rayas que resultaba bastante familiar. Se trataba, no podía ser otro, del popular arquero argentino-boliviano Carlos Leonel Trucco. Esto sirvió también para desbaratar de una buena vez la farsa que se había tejido en torno al “combinado mexicano”. El equipo que saltaba a la cancha era el Pachuca, que por esa época militaba en la segunda división mexicana. Por su parte, Vélez tuvo a bien seguir esa costumbre que tienen los equipos foráneos de lesionar a sus principales figuras días antes de venir a Bogotá. En efecto, el Vélez que saltó esa noche al Campín pese a tener en su alineación a Trotta, a Zandoná, a Basualdo, a Assad y al “negro” Gómez no tenía a sus dos estrellas del momento: el gran Jose Luis Chilavert y el “Turu” Flores.

La primera jornada dejó a Vélez y a Millonarios como ganadores de sus respectivos partidos (Millonarios se impondría, casi a la medianoche, 3-0 sobre Polonia. De acuerdo con la programación, estos serían los protagonistas del encuentro de cierre del cuadrangular el domingo siguiente. Fieles también a la tradición que obliga a todo equipo del sur del continente que disputa un amistoso en Colombia a protagonizar actos bochornosos tres jugadores de Vélez se hicieron expulsar en los primeros diez minutos del partido. Con ocho jugadores en el terreno, con Sandro Guzmán en el arco y el “Turco” Assad en la banca sin que finalmente ingresara, un opaco Vélez fue presa fácil de un Millonarios que con un 3-0 se coronó como flamante campeón del Copa Tecate 1995. Torneo que nació y murió donde habita el olvido.
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Óscar Millan

Lateral bogotano de la cantera de Maracaneiros que irrumpiera como grata revelación en el 2000 con el Millonarios del “Flaco” Rodríguez. Cuando muchos exigían para él una oportunidad en la selección al año siguiente Millan recaló en el América. Tradicional cementerio de promesas, en el América Oscar no tardó en desaparecer del panorama. Una expulsión en Bogotá después de un conato de bronca con Juan Carlos Jaramillo fue su ejecutoria más sonada con los diablos rojos. Disminuido, pronto abandonaría las filas escarlatas rumbo a Barrranquilla para militar algunos meses sin la más mínima notoriedad en el Junior.

Recaló al año siguiente, 2002, en el Quindío en donde estuvo hasta finalizar el apertura de 2003 sin ser ni la sombra del jugador que se vio en Millonarios.

Para el segundo semestre de 2003 su amo y mentor lo llevaría al Tolima que ese año saldría campeón del finalización. Sin aportar gran cosa, Óscar logró colarse en la foto del plantel campeón de ese torneo. Cuesta abajo en su rodada, su destino para el 2004 fue el Tuluá del “Tino” Asprilla. Una vez más la intermitencia fue su característica. El Tuluá no logró safarse del descenso y sin querer queriendo la B esperaba con los brazos abiertos a quien hace cuatro años era uno de los tantos “laterales del futuro” que ha parido y malogrado esta tierra. La B sería el destino de Óscar para 2005 pero no con los colores del equipo corazón sino con los del Patriotas de Boyacá. Un descalabro en la última fecha le impidió al Patriotas y a Millan, de aceptable campaña, darle un segundo equipo a Boyacá obligando de paso a Óscar, con 26 abriles ya a cuestas, a prolongar un año más su estadía en ese infierno que es la divisional de ascenso criolla.
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Medalla de la Orden Francisco Foronda a Javier Adolfo Martínez Corral

Para el Bestiario del balón –siempre preocupado por el bienestar de sus homenajeados- ha sido motivo de inmenso regocijo la noticia dada a conocer hace unos días según la cual el defensa atlanticense Javier Martínez se confirmaba como nuevo refuerzo del incauto Defensor Sporting de Urguay. Se trata de un logro tan significativo que la redacción de este espacio no dudó ni un instante en otorgarle a Javier la segunda medalla de la orden Francisco Foronda. Las siguientes son las palabras pronunciadas por nuestro jefe de redacción, Tulio Triviño, en el acto de imposición de la medalla que, sobra recordarlo, está destinada a los futbolistas colombianos que han sabido dar ejemplo a las nuevas generaciones en el difícil arte de ordeñar finanzas de clubes foráneos:

“Cuando salió del Millonarios del “Duce” Miranovic a finales de 2004 muchos creyeron que su carrera había llegado a su fin y que gracias a esta decisión innumerables ligamentos, incontables tibias y un número no menos despreciable de peronés de los delanteros rivales se encontraban ahora a salvo y listos para seguir enriqueciendo el mejor espectáculo del mundo. Sin embargo, quienes creyeron que la carrera del crédito de Santa Lucía había llegado a su ocaso, ignoraban olímpicamente el talento con que Dios bendijo no a Javier sino a su equipo de empresarios. Gracias a ellos, Javier logró hacerse a un cupo en el Melgar de Arequipa en donde supo, igual que en Junior, Centauros y Medellín (entre otros) dejar su impronta de juego brusco al tiempo que supo grabar en la memoria de la fanaticada un repertorio de rechazos carentes de cualquier técnica, estilo o buen gusto que hasta el mismísimo Mauro Laspada envidaría.

Habiendo abandonado suelo peruano Martínez aplicó la del hijo pródigo y regreso al club que lo vio nacer para el fútbol: el Girardot F.C. Parecía regresar con la actitud del Salmón que busca el lugar donde nació para poner fin a sus días (como futbolista, sobra aclarar). No obstante, en el equipo cundinamarqués, que venía de ser colero de la B en 2005, Javier no alcanzó siquiera a debutar. Después de varios intentos fallidos sus empresarios le avisaron que alistara maletas y pasaporte. Destino: Defensor Sporting de Uruguay.

Para terminar, no dudamos que Javier sabrá devolverle a los hermanos de la República Oriental un poco, sólo un poco, de la medicina que con dolor nos obligaron a ingerir los Patos Guerra, los Wilson Nuñez, los Quagliattas
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