
Como aquél mítico libro de semáforo titulado “Gacha está vivo”, esta historia nos retrotrae a esos personajes legendarios que lloró el mundo tras su fallecimiento, pero cuyo deceso nunca fue bien confirmado e incluso llegó a ser desmentido en varias ocasiones.
Cuando la psicodelia del rock hacía su aparición con Jefferson Airplane, The Doors y Iron Butterfly, Jimi Hendrix empezó a conmover al mundo por su virtuosismo al tocar la guitarra e incluso incendiarla con gasolina de zippo en infinidad de conciertos como el mítico Woodstock
Y las rotativas se detuvieron cuando el 18 de septiembre de 1970 el cuerpo de Hendrix era encontrado sin vida por una sobredosis de heroína en un hotel de Londres cuando se disponía a grabar su quinto álbum. Pero lo cierto fue que Hendrix estaba mamado de su vida de rock star y se voló de tantas fans y autógrafos por firmar y tomó un vuelo desde el aeropuerto de Heathrow hasta El Dorado. De allí tomó un bus que lo condujo a la señorial Riohacha, donde decidió establecerse para dedicarse a otras actividades.
Allí, en medio del sol picante, se puso a jugar en las calles con una pelota, para olvidar el tema de la guitarra y un ojeador del Cúcuta se lo llevó hacia la capital de Norte de Santander.

Acá, en un rato de esparcimiento en el Kokoriko-Tolima
Feliz por estar de incógnito se le dificultaron las cosas cuando tuvo que hablar para firmar su primer contrato con los motilones. Pensó en contar sus peripecias, su fama mundial y revelar la verdad en un balbuceante inglés. Pero se aterró cuando vio una bolsa de hormigas culonas (traídas por un bumangués amigo de la mesa directiva). Cuando el presidente del equipo se echó una bocanada de insectos dorados y los saboreaba como si fuera maná caído del cielo gritó como poseído “I want ants”.
El aguatero dijo de inmediato “regístrenlo con ese nombre que dijo…como Iguarán, y falseemos un par de papeles, pues parece de más edad de la que aparenta”.
Su carrera prosiguió en Tolima, Santa Fe, Millonarios y Junior, y un paso por el Táchira venezolano. Siguió firmando autógrafos, pero con el apellido “Iguarán” y siempre fue extraño que en las concentraciones de los equipos, tomara el tiple y en vez de tocar “El barcino”, interpretara “Hey Joe” o “Crosstown traffic”.
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