Contribución: Número12
El 2006 fue un año especial para Millonarios, no sólo en el aspecto deportivo, donde evidenció una leve mejoría, sino en el económico, en el que el realce en las cifras fue notorio. Pero no es en las cifras y en las estadísticas donde nos corresponde a nosotros fijar la mirada llegada la hora de revisar balances de final de temporada. Lo nuestro siempre ha sido y será el fértil campo de las contrataciones refuerzos, especialmente si se trata del club embajador. Es en este ítem donde con luz propia brilla el argentino Gastón Maximiliano Sangoy.
Sangoy, precedido de una fantasmagórica fama de “ariete”, arribó a Millonarios como la carta salvadora y la solución ofensiva de cara al torneo del segundo semestre. A su escasa edad, 21 años por aquel entonces, el palmarés del “Toro”, como fue bautizado por la crónica deportiva peruana, brillaba de una manera llamativa, misteriosa y por qué no decirlo, sospechosa. Fruto de la cantera de Argentinos Juniors, en él pronto se fijaron los cazatalentos de Boca Juniors. En el club de la ribera, Carlos Bianchi le daría la oportunidad de debutar como profesional en el 2003. Su misterioso ascenso coninuaría al año siguiente cuando recibió la buena noticia de que había sido fichado por el Ajax de Amsterdam. Aunque usted no lo crea, en Holanda, el recordado «Toro» alcanzó a ser dirigido por Louis Van Gaal. Pero en el fútbol, como en la vida, las mentiras tarde que temprano se destapan.
Para la segundad mitad del 2005, Sangoy, con cerca de 80 kilos de peso, quizás por causa de uno que otro exceso con viandas y licores neerlandeses, recayó en el Unión de Santa Fe de su país natal donde la fortuna y el ritmo de competencia le empezaban a cobrar su pobre fundamentación. “El Toro”, a esta altura, estaba a una escala de recaer en Millonarios. Universitario de Deportes del Perú marcó un ciclo de altibajos en la carrera del jugador y para agosto de 2006 entrenaba en Bogotá tras pasar auspiciosamente las pruebas médicas pese a haber estropeado una báscula de última generación.
En Millonarios jamás tuvo esa pequeña dosis de suerte que lo llevó a hacer parte de dos de las instituciones más prestigiosas del mundo. Jamás pudo consagrarse como titular, aunque pudo haber conseguido la gloria tras debutar por algunos minutos contra el América de Cali y errar, como sólo los refuerzos pasados de kilos lo saben hacer, el 2-0 a favor de los azules. Apenas consiguió dos tantos durante su paupérrimo trayecto por el fútbol colombiano. El primero, contra el Caldas en Manizales tras tropezarse con un rebote a escasos milímetros de la raya de gol. El otro fue el tanto de la victoria de un Millonarios cuasi-eliminado de los cuadrangulares semifinales contra el Atlético Huila en Bogotá. Este gol tuvo a bien celebrarlo, como sólo los refuerzos pasados de kilos lo saben hacer, al mejor estilo de final de Copa Mundo silenciando a los espectadores con el dedo en su boca. Cortés y elegante forma de cobrar o justificar su erróneo fichaje.
Su fútbol, pero en especial, su paquidermia y facha (como llaman los argentinos a los bien plantados) siempre serán recordados en las tribunas del Campín, pero no por los aficionados varones, sino por el siempre respetable público femenino que desde la partida del “Gato” Pérez soñaban con ver a otro galan de perfil mediano se enfundándose la azul.
Después de cosechar vivas y aplausos en el Hapoel Ashkelon de Israel, hoy es punta de lanza del ataque del siempre recordado Apollon Limasol de Chipre..